La suspensión de actividades por una huelga de las bandas de música que acompañan a los conjuntos folklóricos en el Carnaval de Oruro, puso ayer un matiz especial al tradicional ensayo de los danzarines que recorrieron las calles de la ciudad bailando con apoyo de equipos de sonido y cantando a capela, como nunca se pensó que podía ocurrir.
Sin lugar a dudas en los ensayos de la mayoría de los conjuntos folklóricos faltaba algo, porque su ritmo se tornó monótono y algún rato aburrido, no se escuchaba el bombo que marca el inicio de la ejecución de las melodías folklóricas, mucho menos las trompetas, trombones, clarines, platillos ni el repique de los tambores que le ponen el ingrediente principal para generar entusiasmo y alegría desbordable en los danzarines.
La protesta al parecer instruida por la Federación Departamental de Bandas de Músicos Profesionales de Oruro, dejó “sin música” a los devotos-danzantes que se preparan para participar en la Entrada del Sábado de Carnaval que resulta ser la fiesta devocional en honor de la Virgen de la Candelaria o del Socavón y el Corso del Domingo de Carnaval.
Los músicos piden participar de forma directa en la administración del Carnaval de Oruro que por Ley 602 corresponde al Municipio de Oruro, Asociación de Conjuntos del Folklore y el Comité de Etnografía y Folklore, sin tener ninguna otra injerencia o forma de fiscalización desde el año 1984, aunque en el país con la nueva política de gobierno, todo cambia. Así el conflicto de los músicos y folkloristas podría derivar en una suerte de protesta crónica, como el pedido anual de incremento salarial de los trabajadores que algunas veces llega hasta la extrema medida del ayuno voluntario.
Esta suspensión de actividades de los músicos profesionales de Oruro, quizá no se justifica porque hasta ahora ellos son partícipes del Carnaval como ejecutantes, siendo las bandas de música las que participan con un contrato previo, algo así como obra vendida, lo que no daría lugar a una relación directa como organizadores, porque de ser así, tendría que reclamar participación en el control y administración de todas las fiestas patronales y devocionales que se realizan en las provincias de departamento, las fiestas folklóricas de Cochabamba y La Paz, e incluso del Perú y Chile donde también trabajan acompañando con su música a otros conjuntos folklóricos.
Empero el pedido parece razonable, porque son partícipes directos en el Carnaval de Oruro y en ese caso se debería también conceder una participación para fiscalizar la organización, preparación y ejecución del Carnaval a la Iglesia Católica que resulta ser la entidad custodia del santuario del Socavón donde los devotos-danzantes veneran la imagen de la Virgen del Socavón, Patrona y Reina del Carnaval de Oruro. Al final de cuentas la esencia de la mayor fiesta devocional de América y que ahora es reconocida como Obra Maestra del Patrimonio Oral Intangible de la Humanidad.
De todas maneras habrá que analizar cómo surge el pedido de los músicos de Oruro, si tomamos en cuenta que sólo la Asociación de Conjuntos del Folklore y el Municipio tiene una participación mayoritaria y directa de los ingresos que genera el Carnaval, por la venta de metros lineales y asientos en graderías, así por los patrocinadores y venta de rosetas para la instalación de puestos de venta de comida, bebidas y otros productos, como autorizaciones para tomar fotografías y filmaciones, dejando un mínimo porcentaje al Comité de Etnografía y Folklore para investigar y estudiar el portento que suscita el Carnaval de Oruro.
Si los ingresos económicos fueran transparentemente administrados con seguridad no habría reclamos, pero resulta ser que los danzarines cubren el costo total en sus conjuntos, pagan una cuota de ingreso, cuota pro carnaval, cuota para la banda de música y otra para las veladas, lo que en resumen costea el gasto operativo, además de pagar la confección de su disfraz, alquiler o confección del traje que lucirá en la Entrada, así como el traje de ensayo que utiliza durante la etapa precarnavalera.
El pago para participar en el Carnaval se realiza en las 48 agrupaciones folklóricas y varias de ellas afrontar algunas dificultades por tener reducido número de danzarines, sin recibir ninguna compensación en relación a las fraternidades grandes, donde el derecho de las figuras supera incluso el valor de las cuotas ordinarias, eso al margen de cualquier otro gasto adicional para la vestimenta.
La relación de ingresos y gastos de cada conjunto no es igual, pero el precio de los contratos con las bandas de músicos encarece el carnaval cada año, “por el aumento que es considerable” según los folkloristas que incluso deben acudir a instituciones patrocinadoras para apoyar a los grupos a pagar sus bandas. Está situación obliga a repensar el Carnaval y rescatar el origen de la fiesta patronal en honor de la Virgen de la Candelaria, donde debe primar lo devocional antes que lo económico y la fraternidad antes que la confrontación y debe dejar clara la posición de las autoridades municipales que actúan con una doble moral, porque prohíben el consumo de bebidas alcohólicas en la ruta de la Entrada, pero contrariamente fijan canon para cobrar las rosetas que dan derecho a los vendedores para instalar puestos de venta de bebidas y de vendedores ambulantes en la ruta.
Lo más sano será buscar una salida definitiva a este impasse entre músicos y folkloristas, dando una solución salomónica, que bien podría partir de la vigencia de una Ley Seca para el Sábado de Carnaval, que es el día de la peregrinación en homenaje a la Virgen del Socavón, medida que fue ejercida en la Entrada Estudiantil y la Entrada Universitaria y que también está vigente en la Entrada de Urkupiña. Ojalá no haya más confrontación y prime la unidad entre folkloristas y músicos para no perjudicar al Carnaval de Oruro.
(*) Periodista
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