Sábado 14 de enero de 2012

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Se me ocurre esta reflexión, bajo la idea aristotélica de que "todos los aduladores son mercenarios, y todos los hombres de bajo espíritu son aduladores". Ciertamente, este mundo globalizado necesita de menos halagadores y de más personas serias, capaces de actuar con rectitud en todo momento. De ahí, mi apuesta por regenerar el espíritu y la razón.
Esto sólo se consigue con una regeneración educativa integral. El progreso más que una cuestión de dinero es un tema de educación. Muchas cosas avanzan pero otras están retrocediendo. Ya se sabe, que cuando la ordinariez gobierna la rudeza preside banquetes. La realidad nos exige actuaciones concretas. Lo prioritario, a mi juicio, es que debemos poner a punto temas claves que se nos han ido de las manos. Principalmente hemos de asentar, y de situar al alcance de todos, una formación armónica de la persona como principio, una ética como base de diálogo y un progreso solidario como fin.
Por otra parte, considero bastante complicado que pueda educar quien no tiene principios. Para todo se necesita haber sido formado, con una formación verdaderamente humana y auténtica. No en la competición, sino en la colaboración. No en el derroche, sino en la mesura. No en la conflictividad, sino en el diálogo. Verter confusión hace mucho daño. Se trata de que las genialidades se compartan y respondan a las necesidades humanas, sin privilegios ni inmunidades. Para empezar, debemos aprender de los más cultivados en la cooperación para que realmente el mundo se regenere.