El Presidente Evo, en declaraciones realizadas en la localidad de Pojo, en el Dpto. de Cochabamba, aseguró que “la economía boliviana ha cambiado y da mucha estabilidad al pueblo”. El primer mandatario aseguró que “Bolivia ya no es visto como un país pobre, ya no es visto como un país mendigo”.
Las tan optimistas declaraciones llegaron a alegrar a los bolivianos; pero, esa alegría duró lo que dura el brillo de una estrella fugaz. Después, la realidad se impuso y surgieron de inmediato cuestionamientos lógicos. En las calles, las amas de casa, siguen peregrinando en busca de abastecerse de artículos de primera necesidad a precios que alcancen a su economía…y no lo logran. Los trabajadores se aprestan a luchar por salarios dignos que no terminan de llegar a sus bolsillos. En los hogares bolivianos, la alimentación de sus componentes es deficiente, lo que se traduce en una baja asimilación de la enseñanza impartida en los colegios y universidades; la desesperación cunde cuando se acerca el período escolar y los padres de familia deben erogar gastos en útiles y ropa para sus hijos, y no alcanza el presupuesto familiar.
Las declaraciones del Presidente del Estado Plurinacional en sentido que Bolivia se liberó en la mendicidad, parecen un contrasentido, cuando campesinos y originarios deambulan por las calles de las ciudades bolivianas pidiendo limosna, siendo, como se asegura, un Gobierno originario-campesino. Donde sí es posible que no haya pobres, es en el trópico cochabambino, y en los lugares donde se produce coca que cada vez son más. Ahí se nota una bonanza económica, donde los autos de lujo y grandes camiones recorren los caminos en esos lugares o están estacionados, casi en todas las viviendas de los campesinos cocaleros, mostrando una economía más que saludable; por eso, los productores de coca, defienden sus catos y sembradíos a toda costa; para lograr ese propósito, no dudan en expulsar a las Fuerzas de Tarea Conjunta encargadas de la erradicación de la coca excedentaria; y para eso no dudaron en amenazar con tomar medidas radicales en caso que esas fuerzas vuelvan a amenazar su fuente de nueva riqueza.
El Primer Mandatario aseguró que en los últimos seis años de gobierno, las reservas internacionales crecieron de 1.700 millones de dólares a más de 12 mil millones; pero, no dijo nada que también la deuda externa creció considerablemente, tanto con los organismos financieros internacionales y, especialmente, con la República Bolivariana de Venezuela.
En todo caso, si esas reservas están inmóviles en el Banco Central, los bolivianos no perciben para nada que ya no somos pobres. Seguimos siendo pobres porque esos recursos no son para repartir; pero si, para inversiones, para la exploración y explotación de nuevos recursos hidrocarburíferos; para crear industrias serias y rentables, las que a la corta y a la larga, se traducirán en generación de empleos. Donde hay trabajo, la economía familiar crece y, sin llegar a ser ricos, tiene ingresos y ocupación digna.
Cuando el llevar el pan de cada día a los hogares y cubrir mínimamente las necesidades básicas en los hogares de nuestro país, deje de ser una misión imposible, podríamos decir que hemos dejado de ser pobres y libres de mendicidad. Mientras tanto, esas declaraciones no dejarán de ser una afrenta a la realidad que vivimos los bolivianos.
Por lo menos…esa es mi opinión.
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