Después de todo lo que pasó en materia de estructurar los nuevos estamentos de la justicia boliviana acudiendo al voto ciudadano para la selección de los profesionales más probos que asumirían funciones de jueces y tendrían la misión de cambiar el molde la justicia politizada hemos ingresado en la nueva estructura pero arrastrando muchas dudas y marcada incertidumbre ciudadana.
Lo que tardará en olvidarse es que los nuevos magistrados son producto de una elección ciudadana cuyos resultados no fueron lo que se esperaba pues al utilizarse la “simple mayoría”, pocos votos, porque los nulos y blancos fueron más, aparecen ganadores que no tienen efectivo respaldo popular, por tanto ahora ya en funciones deberán extremar su capacidad para demostrar que el cargo les queda bien, aunque no esté a medida.
Los propios magistrados reconocen que el cambio de la justicia demorará buen tiempo, eso es hablar de muchos años, para observar los cambios iniciales esperemos los seis años que vienen adelante y en los cuales posiblemente se reduzcan miles de causas pendientes que son el saldo de un modelo cuya estructura es muy difícil de cambiarla de la noche a la mañana.
Como señaló alguno de los tribunos en retirada la suerte de la justicia está echada y lo preocupante es cuánto podrá hacerse para mostrar no sólo otra cara sino toda una estructura más dinámica, pero no por eso apartada de una realidad que por años y años ha sido modelo invariable para el tratamiento de las miles de causas que provenientes de todo el país hacen el cúmulo de juicios pendientes que postergan la solución de muchos problemas.
¿Qué cambiará en la justicia? La pregunta está en labios de la ciudadanía, de manera especial en la que de algún modo tiene por delante una solución jurídica que posiblemente entre en el tratamiento de los nuevos magistrados, sea para bien o para mal, pero con la duda de por medio en un escenario en el que podría persistir esa forma negativa de politizar la justicia, manejando a discreción la aplicación de las leyes.
La nueva estructura judicial del país tiene una enorme responsabilidad por delante, empezando por incorporar en las agendas diarias la necesidad de abrir sus actividades al pueblo, sabiendo que tal posición es meramente enunciativa, pues la administración de justicia no podrá ser producto de las presiones que ejerza “el soberano”, sino del imperio de las leyes, la adecuada interpretación de reglamentos, la capacidad de ejercer justicia con equidad, limpidez y sobre todo al margen de las insinuaciones que flotan en el ambiente de la Casa de Justicia, desde donde se impartieron ciertas normas para que jueces y fiscales actúen al compás del ritmo autoritario de un aparato judicial politizado.
Nada está dicho, el proceso comienza y la esperanza ciudadana es que exista la suficiente conciencia de responsabilidad en los nuevos juzgadores para llevar adelante el desempeño de sus funciones con mucha responsabilidad, con suficiente independencia para ejercer fallos equitativos que muestren otra cara de la justicia.
Todos los bolivianos, los que tienen algo que ver con la justicia y los que nada tienen, están pendientes del trabajo que vayan ejecutando los nuevos magistrados ya que en adelante será el soberano el mejor juez para calificar a los profesionales que se interesen en el desempeño idóneo de sus funciones en la judicatura boliviana.
Fuente: LA PATRIA
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