Puntualmente, cada cuatro años vuelve un año bisiesto, de 366 días, con un extravagante 29 de febrero que complica algunas actividades humanas, pero que es necesario para que el año civil, compuesto de días enteros, no se aparte demasiado del año astronómico, el cual difiere del anterior por casi seis horas.
Son temas que, por recurrentes, todo el mundo debería conocer, aunque acabo de leer una entrevista de un académico español del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Manuel Manianes, a la Agencia EuropaPress, en la cual confunde, entre otras cosas, el año bisiesto con el tema del comienzo de nuestra era.
El año bisiesto fue instituido por Julio César (se necesitan imperios para operar cambios globales), el 46 aC con la finalidad de corregir la diferencia de seis horas, que cada cuatro años se convertía en un día. Ese día fue añadido, en el calendario “juliano”, como un doble 24 de febrero, el sexto día antes de las calendas (uno) de marzo, comienzo oficial del año en Roma. El doble sexto (bis-sextus) se conserva en el nombre actual, no obstante que el día añadido sea ahora el 29 de febrero.
Pero esa corrección seguía siendo imperfecta: el año 1582, por iniciativa del papa Gregorio XIII (otro imperio, esta vez religioso), se tomaron dos decisiones trascendentales. La primera, hacia atrás, fue recuperar los 10 días de retraso que llevaba el calendario civil con respecto al astronómico. Esto se hizo saltando del 4 al 15 de octubre de 1582. Teresa de Ávila murió el 4 de octubre de ese año, pero fue sepultada el día “siguiente” - 15 de octubre -, día en que el calendario litúrgico celebra a la santa.
La segunda medida del calendario “gregoriano” fue corregir hacia adelante el pequeño error que aún subsistía con la reforma juliana: simplemente se quitó el carácter de bisiesto a los fines de siglo cuyos primeros dos dígitos no son divisibles por 4: 1700, 1800 y 1900 no fueron bisiestos, pero 2000 sí lo fue.
Aún así, persiste un pequeño error que, en teoría, requiere añadir un día cada 3300 años. Sin embargo, entran en juego otros fenómenos astronómicos compensatorios, como el frenado del movimiento de la Tierra debido principalmente a las mareas, de modo que podemos estar satisfechos con la reforma gregoriana por unos cuantos milenios más.
Por razones religiosas el calendario gregoriano no fue aceptado en Europa por los países protestantes. Alemania vivió años de confusión, debido a que al cruzar la frontera de un Estado católico a otro protestante había que cambiar de calendario. Inglaterra, junto a sus colonias, lo aceptó en 1752, en medio de protestas populares antipapistas al grito de: ¡Devolvednos nuestros once días!. Esas manifestaciones merecieron la mofa del cáustico Voltaire: Los ingleses prefieren que su calendario esté en desacuerdo con el Sol a que esté de acuerdo con el Papa.
Los países ortodoxos se resistieron más: para actualizar su calendario Rusia necesitó una revolución (llamada “de octubre”, cuando en el resto de Europa ya era noviembre) y Grecia recién se alineó el año 1923.
En América Latina, debido a las dificultades de comunicación, el nuevo calendario se instauró un año después (1583), una contribución de la Iglesia Católica a nuestro continente, que raras veces se menciona.
En fin, el año bisiesto nos regala un día más: por cierto un día más de trabajo, sin paga extra, pero también un día más para hacer el bien, producir y disfrutar de la vida.
¡Feliz año bisiesto!
(*) Es Físico
Para tus amigos:
¡Oferta!
Solicita tu membresía Premium y disfruta estos beneficios adicionales:
- Edición diaria disponible desde las 5:00 am.
- Periódico del día en PDF descargable.
- Fotografías en alta resolución.
- Acceso a ediciones pasadas digitales desde 2010.