Ninguna 茅poca del a帽o es m谩s propicia para los buenos augurios que la recordaci贸n de la Navidad. Mutuamente nos deseamos felicidad y, unos d铆as despu茅s, prosperidad para el a帽o venidero.
Somos, en verdad, optimistas impenitentes. Quiz谩 predomina en nosotros la convicci贸n de que la esperanza es lo 煤ltimo que se pierde, o que so帽ar no cuesta nada; todo pese a que los 煤ltimos a帽os fueron eslabones de una cadena de ilusiones frustradas, que empezaron con el lema 鈥減ara vivir bien鈥 que, poco a poco, se vino transformando en un doloroso desenga帽o.
En esta 茅poca se cumple con la tarea de hacer un recuento de lo sucedido en el a帽o. Y en ello se entremezclan las desventuras personales con las colectivas. Con frecuencia se recuerdan los d铆as de alegr铆a por alg煤n logro o 茅xito propio, familiar o de los amigos. Pero tambi茅n aflora la tristeza por las p茅rdidas y por las ausencias de los seres queridos, todo junto a los tropiezos y fracasos propios y ajenos. Esta es ley inconmovible de la vida que, sin embargo, no debe conducir necesariamente al abatimiento y al derrotismo
No son f谩ciles de sobrellevar los males y menos a煤n los atropellos provocados por quienes anunciaron que se trabajar铆a por la justicia, la verdad y la libertad. Esto provoca, ahora, repetir la imprecaci贸n de C茅sar Vallejo que, en una mezcla de queja y rebeld铆a, exclamaba: 鈥淗ay golpes en la vida tan fuertes. 隆Yo no s茅!鈥. Pero no son golpes de Dios los que se reciben ahora. Tampoco provienen del destino ni de la mala suerte. Son producto de nuestra 铆ndole que lleva intr铆nseco el deseo at谩vico del retorno a la barbarie, que parec铆a ya superada.
Esto que viene sucediendo en esta tierra sudamericana es nom谩s el resultado de una avalancha del autoritarismo desatado; de la entronizaci贸n de caudillos intocables e infalibles; y del odio 鈥搈ezclado con la soberbia鈥 y el af谩n de revancha por agravios reales o imaginarios. 隆Cu谩n frecuente se recurre a la falsedad para denigrar y perseguir!
En este ambiente enrarecido por el infortunio, agudizado por la prepotencia, se corre el peligro de la divisi贸n precursora de la violencia. Y esto ya lo sufren en carne propia los presos de conciencia, los desterrados, los calumniados, los perseguidos, los atemorizados, los que ven sus esperanzas diluidas por las violaciones de sus derechos y de su libertad.
El a帽o que viene 鈥揺l 2012鈥 no se presenta especialmente prometedor. La crisis est谩 castigando a naciones poderosas y nada asegura 鈥揳unque la demagogia no lo reconozca鈥 que vayamos a eludir sus efectos devastadores. Es m谩s: es el peligro mayor que se cierne, y con mayor fuerza, sobre los m谩s d茅biles.
Sin embargo, pese a lo justificado del desaliento, subyace el esp铆ritu de libertad, el que nunca se pierde y que renace en los peores momentos de opresi贸n.
No es la primera vez que se enfrenta el infortunio, ni se soporta la prepotencia. Hay, esto es seguro, un impulso supremo para lograr la libertad y el predominio de la justicia, que termina por vencer.
Hubo un tiempo ominoso en que todo parec铆a perdido, cuando parec铆a llegar la 鈥榟ora 25鈥, el 鈥渕omento en que toda tentativa de salvaci贸n se hace in煤til鈥 (Gheorghiu Virgil), es decir, cuando no es posible la esperanza. Pero no. Siempre han prevalecido los amaneceres de la libertad. Seguramente este no es el t茅rmino de nuestra historia. Estamos en la hora 24; a la que seguir谩 el alba. Entonces, se renovar谩n las esperanzas y se reafirmar谩 el amor cristiano para alcanzar la paz y lograr la redenci贸n nacional.
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