Poner las barbas en remojo – si corresponde, claro – o renovar simplemente la fe para otro tramo de la vida, es desde luego una buena práctica. ¡Cómo no había de hacerlo también el gobierno! En otras partes, es de rigor que el presidente emita un breve mensaje a la nación; esboza el perfil del año transcurrido y traza las líneas maestras del que empieza. Es un modo de fortalecer la fe en el poder público. La publicidad destaca el contenido y no la imagen del mandatario. No en todas partes hay populismo, menos mal.
Morales rindió cuentas de su labor en Eterazama. El dirigente cocalero desplazó a un segundo plano - una vez más - al Presidente del Estado Plurinacional. No es extraño. En el Chapare están las bases que sustentan el poder y ante ellas tenía la obligación de hacerlo. Por su parte, para denotar su presencia, el Vicepresidente conminó a cerrar filas, porque de lo contrario “volverán los k’aras, otra vez 500 años de silencio y oscuridad”. Fue solemne y apocalíptico, como si fuera cierto. Una sensación de miedo sacudió a la muchedumbre. Logró su objetivo.
En otros escenarios se han efectuado balances interesantes. Un delirante optimismo reinaba en las filas del oficialismo. Las derrotas veían como triunfos; los errores, como aciertos. En ese marco, Evo mantiene incólume su pedestal de gloria; hasta él no llega el efecto de ninguna caída; un mítico blindaje lo preserva de sobresaltos. Todos pueden quemarse como los ministros- fusibles del gabinete, menos el jefazo. Si se calla el cantor, “callaría” la vida de los masistas; por eso lo protegen a muerte.
Ebrios de entusiasmo, varios voceros habituales han pitando de colores en estos días la situación del país. Alicia, no la terrible ex ministra de Gobierno que apoyó a los pirómanos del Chapare en la quema de la prefectura de Cochabamba sino la otra, la del país de las maravillas, se sentiría pobre y huérfana frente al inventario de logros que expusieron los ministros. Parecería que algún conjuro mágico transforma las cosas a como uno desea. ¡Realmente una maravilla!
¿Será cierto? ¡Parece increíble! Un país sumido en el atraso y la pobreza se convierte de pronto en líder regional en desarrollo económico (Cepal, Arce C.). La reducción del desempleo y la pobreza, así como el récord en inversión pública son, entre otros, los indicadores que respaldan la estadística macroeconómica. Pero para que la visión sea completa, es preciso añadir que la macro dependencia en que hemos caído respecto a combustibles y alimentos es también notorio y preocupante. Y ojalá que la bonanza mencionada no sea otra broma pesada como aquella de “potencia gasífera del Cono Sur”.
Antes del 2011 se solía decir del MAS que la política era su fuerte, y su mayor debilidad la falta de gestión económica. Ahora las cosas parece que se hubieran vuelto del revés: jauja económica y miseria política. ¿Cómo pudo Morales despilfarrar en un solo año gran parte de su caudal político acumulado en un quinquenio? ¿Se estará cumpliendo aquello de que en Bolivia el prorroguismo es k’encha? ¡Quien sabe! Lo cierto es que empezó mal con el gasolinazo el 2011 y terminó peor con las derrotas electorales en Sucre y Quillacollo, pasando por la pesadilla del Tipnis.
Y de yapa, como quien dice, hay un viejo asunto pendiente desde el primer día. Nadie ha definido con claridad el socialismo del MAS. De un partido de derecha (FSB) heredó el denominativo que lleva, pero su consistencia y su destino no dejaron de ser ambiguos. A estas alturas, ya no hay paradigmas que seguir; todos los ensayos socialistas de ayer han fracasado. “Economía plural” y “socialismo comunitario” son sólo palabras. El tal Proceso de Cambio no tiene identidad política ni brújula; va a la deriva. Acaso sea su suerte ahora lo que dice un tango en su cantar, “cuesta abajo es mi rodada”.
(*) Pedagogo y escritor
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