Creo que, lo primero que hay que hacer al estrenar un nuevo año, es echarse de encima los malos espíritus que pudieron asediarnos en el curso del año pasado. Sé muy bien que los desalientos, el cansancio y otras rémoras que nos han rodeado en el próximo pasado no se superan con las buenas palabras que acabo de escribir. Pero también me consta que cada uno es capaz de refrescar la mente, retomar impulso y emprender la etapa que le toca vivir, con razonable optimismo.
Siempre quedan reservas morales insospechadas, capaces de sacar nuevas energías, nuevas esperanzas, incluso nuevos entusiasmos con los que seguir adelante. El viejo refrán latino enseñaba que “audaces fortuna iuvat”, es decir, la suerte ayuda a los audaces. Y tengo la certeza de que Dios nunca falla a quienes creen en Él y cumplen su voluntad.
A pesar de lo dicho, y observando nuestro alrededor, el ambiente no ayuda al optimismo. Espigaré del panorama nacional y mundial, sólo dos temas. En el ámbito nacional, escojo tan sólo tres muestras. El país lleva seis años esperando que las grandes promesas se hagan realidad. La gente está cansada de que los poderosos embauquen a los crédulos. “Una cosa es predicar y otra dar trigo”, dice el viejo refrán. No, no nos gusta su oratoria hueca, repetitiva, sofista y embustera.
El Ministro de Economía y Finanzas Públicas asegura que la economía del país está “impermeabilizada”, entiendo que, contra las malas influencias, tales como podrían ser las que vienen de la crisis económica y financiera de los EE.UU. y de Europa. Ojalá tenga razón. Sin embargo, el vicepresidente del Banco Mundial para América Latina, Hasan Tuluy, opina que “Si bien el pasado decenio ha sido muy bueno” para la mayor parte de los países de la región, “el futuro inmediato es incierto”. ¡Ojo! Esos países “no están blindados” contra las malas influencias, opina ese alto funcionario. El conspicuo lector sacará sus conclusiones.
Y ahora, unas pocas ideas sobre el “cambio”. Los filósofos de todas las épocas se han devanado los sesos sobre si la realidad está en la permanencia o en el cambio. Algo así como la eterna pregunta sobre qué es primero, el huevo o la gallina. Para el actual gobierno, lo más importante es el cambio. Con buena voluntad, entendemos que el cambio es hacia lo mejor. Sin embargo, al terminar el 2011, se ha aplazado en lo que se refiere a la institucionalidad democrática. Los dueños del poder han destruido las instituciones del Estado democrático de Derecho, para dar paso a un sistema autoritario.
Me referiré tan solo al sistema judicial. Mis tolerantes lectores saben de mi fijación periodística sobre ese Poder. Pues sí, el próximo 3 de enero, serán posesionados 56 funcionarios de los altos tribunales de justicia. De entrada, puedo arriesgar la idea de que esas autoridades nacieron contrahechas. Las elecciones judiciales del pasado mes de octubre lo confirmaron: la mayoría ciudadana votó por NO. Se negó a validar con el voto, la elección viciada de los escogidos por el gobierno para ocupar puestos en los altos tribunales de justicia. Y con esto, doy por terminada la breve alusión a un legado envenenado que nos deja el año 2011.
Página aparte. Quiero transmitir a todos mis caros lectores, mis deseos de felicidad, respaldados en la sentencia de que “A Dios rogando y con el mazo dando”.
Para tus amigos:
¡Oferta!
Solicita tu membresía Premium y disfruta estos beneficios adicionales:
- Edición diaria disponible desde las 5:00 am.
- Periódico del día en PDF descargable.
- Fotografías en alta resolución.
- Acceso a ediciones pasadas digitales desde 2010.