Cuando nos toca vivir el último día del año 2011 con seguridad que nuestras reflexiones están dirigidas al recuento de lo bueno que nos pasó, lo malo que vivimos en 365 días y en la esperanza de un cambio que anhelamos todo el año y que ahora será también paradigma de la próxima gestión.
Es que en verdad todos desean un cambio real y efectivo que pueda revertir ciertas condiciones negativas para que los factores positivos tomen cuerpo en el espacio que seguimos guardando para esas condiciones de un mejor vivir, con menos pobreza, con más trabajo, con menos entreveros de la política partidaria y sectaria y con más impulso a las tareas productivas que son finalmente las únicas que por su rendimiento pueden catalogarse más tarde o más temprano como elementos de esa transformación social que se desea.
Lo que se observa en el criterio ciudadano es que existan menos pobres y menos beneficiarios de la ayuda política de orden exclusivista para contados pero numerosos aliados y más bien con programas abiertos a los grandes sectores de la población, ese conglomerado que vivió todo el año pendiente de los cambios de orden económico que se sientan en los bolsillos del pueblo y que no sean sólo parte de las finanzas numéricas que hablan de la bonanza nacional, pero que no mitigan los índices de desempleo y las limitaciones de miles de familias que apenas solucionan su problema de alimentación.
Un hecho interesante de la gestión que concluirá es que nuestro país, así como los otros vecinos, se ha beneficiado de las exportaciones aprovechando un nivel excepcional de altos precios, particularmente para ciertas materias primas como el caso de los minerales y el gas para el caso nuestro, lo que ha servido realmente para concretar ese rubro de las grandes finanzas y la bonanza del país en materia de reservas… pero con alto porcentaje de pobreza.
Las estadísticas señalan que si no se logra una independencia mínimamente parcial en materia de ventas externas, la economía boliviana seguirá dependiendo de las exportaciones de sus materias primas como el gas y los minerales, mientras los otros rubros seguirán siendo complementarios en tanto no sean parte de un impulso generalizado al sistema productivo que necesita políticas financieras de ejecución inmediata para transformar el esquema de las finanzas objetivas y reales.
Una serie de elementos contrapuestos en el sistema económico nacional han pospuesto el cumplimiento de algunas metas del anunciado cambio social, por ejemplo concretando mejores salarios, más próximos al costo real de la canasta familiar y al mismo tiempo de valor sostenible en la perspectiva de tiempo y espacio en un escenario diferente con más beneficiarios del sistema de igualdad social y menos perseguidos políticos por no pensar igual que los gobernantes.
Como se observa las cosas no son complicadas en sí, lo que falta son decisiones objetivas, políticas realistas, una apertura más dinámica en la búsqueda de consensos para atacar los males y aplicar los remedios que sean necesarios para llegar a la meta del cambio anunciado y todavía en proceso de adaptación al modelo de Estado que se ofertó y que aún sigue en preparación.
Lo último que muere es la esperanza y paradójicamente lo que se renueva de manera constante es también esa esperanza la que nos alienta a seguir luchando por mejores días para que la gran familia sin excluidos y perseguidos perciba, sienta y goce los benéficos resultados del cambio para vivir mejor.
Fuente: LA PATRIA
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