El poeta, matemático y físico chileno Nicanor Parra Sandóval (de 97 años, hermano de Violeta Parra) ha sido galardonado con el “Premio Cervantes 2011”. Considerado el creador de la antipoesía, en 1954 publicó su obra más influyente, “Poemas y antipoemas”. En esta edición, El Duende publica fragmentos del estudio que René Costa hizo acerca de su obra
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Hay sucesos que marcan época, que dividen la historia en un antes y un después. Año divisorio en la pequeña historia de nuestra literatura es 1954.
Nicanor Parra, joven profesor de Matemáticas, incursiona en la poesía con una escritura de corte popular contra los modelos (Neruda, Mistral). En 1942 publica la primera parte de sus Poemas y antipoemas: soliloquios de un individuo que, en lugar de cantar, cuenta experiencias anecdotales nada singulares, incluso banales: el encuentro con una joven; el retorno a su pueblo; el día que su padre lo llevó a conocer el mar... Estos textos suenan diferentes de lo que se estila en la poesía de entonces: no son ni altisonantes ni metafísicos. Para liberarse de lo que él llama poesía gorda, en 1948, insiste en el discurso prosaico ya desprovisto del artificio de la rima y del verso medido, pero vertebrado por una postura histriónica en que el hablante se comunica directamente con el lector, involucrándolo. En Los vicios del mundo moderno, concluye así:
Tratemos de ser felices, recomiendo yo,
chupando la miserable costilla humana.
Extraigamos de ella el líquido renovador,
Cada cual de acuerdo con sus inclinaciones personales.
¡Aferrémonos a esta piltrafa divina!
Jadeantes y tremebundos
Chupemos estos labios que nos enloquecen;
La suerte está echada.
Aspiremos este perfume enervador y destructor
Y vivamos un día más la vida de los elegidos:
De sus axilas extrae el hombre la cera necesaria
para forjar el rostro de sus ídolos.
Y del sexo de la mujer la paja y el barro de sus templos.
Por todo lo cual
Cultivo un piojo en mi corbata
Y sonrío a los imbéciles que bajan de los árboles.
Parra ha dado con la clave de lo que va a ser su antipoesía dialogística. Todavía no tiene nombre ni etiqueta pero sí el modo para ir articulando (o desarticulando) la temática del mundo moderno en su medio siglo. La vanguardia histórica celebra la entonces nueva modernidad, viendo al hombre en la cumbre de su fuerza creativa. Al preparar su libro para la imprenta, Parra encabeza la tercera y más nutrida sección con una significativa Advertencia al lector, que dice en parte:
Según los doctores de la ley este libro no debiera publicarse:
La palabra arcoiris no aparece en él en ninguna parte,
Menos aún la palabra dolor.
La palabra torcuato.
Sillas y mesas sí que figuran a granel.
¡Ataúdes! ¡Útiles de escritorio!
Lo que me llena de orgullo
Porque a mi modo de ver, el cielo se está cayendo a pedazos.
Para muchos el autor será un genio; para otros, un fraude. En persona toreará a los críticos y periodistas sempiternamente ávidos por tener la última palabra sobre el qué, el cómo y el dónde de la flamante antipoesía. Preguntado por su sentido del humor, dirá –sin pestañear– que le viene de sus lecturas de Kafka y de las películas de Charlie Chaplin, agregando en seguida que nunca va al cine. Para hacer frente a las elucubraciones académicas (y sacerdotales) sobre lo que es y no es poesía, o antipoesía, formulará un Test:
Qué es la antipoesía:
¿Un temporal en una taza de té?
¿Una mancha de nieve en una roca?
¿Un azafate lleno de excrementos humanos
como lo cree el padre Salvatierra?
......................
¿Un ataúd a chorro?
¿Un ataúd a fuerza centrífuga?
¿Un ataúd a gas de parafina?
¿Una capilla ardiente sin difunto?
Marque con una cruz
La definición que considere correcta.
Lo que hace Parra en Poemas y antipoemas (1954) –y no supo, o simplemente no quiso hacer Neruda, hasta después, en Estravagario (1958)– es ridicularizarse, autoironizarse. La idea no es inspirar lástima en el lector sino provocar la risa, a la manera de los personajes en el teatro de Ionesco, haciéndonos ver por entre la exageración el núcleo de verdad de las cosas:
Considerad, muchachos,
Esta lengua roída por el cáncer:
Soy profesor en un liceo oscuro
He perdido la voz haciendo clases.
(Después de todo o nada
Hago cuarenta horas semanales).
¿Qué os parece mi cara abofeteada?
¡Verdad que inspira lástima mirarme!
Y que decís de esta nariz podrida
Por la cal de la tiza degradante...
…Observad estas manos
Y estas mejillas blancas de cadáver,
Estos escasos pelos que me quedan.
¡Estas negras arrugas infernales!
Sin embargo yo fui tal como ustedes,
Joven, lleno de bellos ideales,
Soñé fundiendo el cobre
Y limando las caras del diamante:
Aquí me tienen hoy
Detrás de este mesón inconfortable
Embrutecido por el sonsonete
De las quinientas horas semanales.
En Epitafio, oda de la segunda parte del libro, el hablante sólo se identifica al final, después de una larga enumeración, sin verbo, detallando los aspectos más relevantes del sujeto del epitafio ¡que resulta ser su propio autorretrato!
De estatura mediana
Con una voz ni delgada ni gruesa,
Hijo mayor de profesor primario
Y de una modista de trastienda;
Flaco de nacimiento
Aunque devoto de la buena mesa;
De mejillas escuálidas
Y de más bien abundantes orejas:
Con un rostro cuadrado
En que los ojos se abren apenas
Y una nariz de boxeador mulato
Baja a la boca de ídolo azteca
-Todo esto bañado
Por una luz entre irónica y pérfida-
Ni muy listo ni tonto de remate
Fui lo que fui: una mezcla
De vinagre y de aceite de comer
¡Un embutido de ángel y bestia!
Anti-Mistral: Sinfonía de cuna
Este poema de 1942 parece aludir a las famosas Canciones de cuna popularizadas por Gabriela Mistral, poemas dulces y alegóricos –teóricamente para niños– en donde suelen ocurrir cosas extraordinarias y que subrayan para el destinatario lo edificante que es el universo. El poema de Parra presenta el encuentro del hablante con un ángel vivo con quien entabla un diálogo. Pero en lugar de remitir a lo divino, nos sorprende con lo humano en su dimensión carnal:
¡Hay que ver
señores
Cómo un ángel es.
Frío como el fierro
Cuando lo toqué,
Fijo como silla,
Feo como usted.
… Susto me dio un poco
Pero no arranqué.
Le busqué las plumas
Plumas encontré,
Duras como el duro
Cascarón de un pez.
Como noche era
Non lo vi muy bien,
Pero un sol de sangre,
Vi bajo sus pies.
Ojos le brillaban
Comme le bleu ciel,
Quise preguntarle
No recuerdo qué.
Con mis manos puse
Un azul clavel
En su sombrerillo
Rojo como el té.
Dulcemente luego
Dije good-bye sir,
Con la luna al lado
A mi casa entré.
Cuento aquí se acaba
1, 2 y 3.
… Él me dio la mano
Yo le tomé el pie:
¡Hay que ver, señores,
Cómo un ángel es!
Fatuo como el cisne,
Frío como un riel,
Gordo como un pavo,
Feo como usted.
…Susto me dio un poco
Pero no arranqué.
Le busqué las plumas,
Plumas encontré,
Duras como el duro
Cascarón de un pez.
¡Buenas con que hubiera
Sido Lucifer!
Se enojó conmigo,
Me tiró un revés
Con su espada de oro
Yo me le agaché.
Ángel más absurdo
Non volveré a ver.
Muerto de la risa
Dije good-bye sir,
Siga su camino,
Que le vaya bien,
Que la pise el auto,
Que la mate el tren.
Ya se acabó el cuento,
Uno, dos y tres.
Anti Neruda. Oda a unas palomas
En la segunda sección del libro –que el autor califica de transicional– se puede ver el mecanismo de Apoesía en Antipoesía. El modelo a transformar es Neruda, autor de Odas elementales. En este sistema, el poeta es el descubridor, el mago revelador. Aquí, unas palomas:
Qué divertidas son
Estas palomas que se burlan de todo
Con sus pequeñas plumas de colores
y sus enormes vientres redondos...
Pasan del comedor a la cocina
Como hojas que dispersa el otoño
Y en el jardín se instalan a comer
Moscas, de todo un poco...
... al menor descuido se abalanzan
Como bomberos locos,
Entran por la ventana del edificio
Y se coronan como un nimbo de lodo.
… A ver si alguna vez
Nos agrupamos realmente todos
Y nos ponernos firmes
Como gallina que defiende sus pollos.
Parra se anticipa a la crítica. Parra no solamente lo dice, sino que lo hace, y lo sigue haciendo, tal como sucede en Advertencia al lector:
Mi poesía puede perfectamente
no conducir a ninguna parte:
“¡Las risas de este libro son falsas!”,
argumentarán mis detractores
“Sus lágrimas, artificiales!”
“En vez de suspirar, en estas páginas se bosteza”
“Se patalea como un niño de pecho”
“El autor se da a entender a estornudos”
Conforme: os invito a quemar vuestras naves,
Como los fenicios
pretendo formarme mi propio alfabeto.
“¿A qué molestar al público entonces?”,
se preguntarán los amigos lectores:
“Si el propio autor comienza
por desprestigiar sus escritos,
“¡Qué podrá esperarse de ellos!”
Cuidado, yo no desprestigio nada
O, mejor dicho, yo exalto mi punto de vista,
Me vanaglorio de mis limitaciones
Pongo por las nubes mis creaciones.
Los pájaros de Aristófanes
Enterraban en sus propias cabezas
Los cadáveres de sus padres.
(Cada pájaro era un verdadero cementerio volante)
A mi modo de ver
Ha llegado la hora de modernizar esta ceremonia
¡Y yo entierro mis plumas en la cabeza
de los señores lectores!
Fuente: LA PATRIA
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