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Domingo 25 de diciembre de 2011

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Cultural El Duende

Desde mi rincón:

Anatomía de una manipulación (o dos)

25 dic 2011

Fuente: LA PATRIA

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Segunda y última parte

Que ‘nazi’ haya llegado a significar ‘autoritario’ ya lo dice todo: es como si llamáramos ‘demócrata’ a quienquiera supiera manejar las melosas retóricas populistas; o como si aceptáramos como ‘popular’ a quien habla siempre ‘al pueblo’ o, peor todavía, quien ‘quiere su bien’.

Pero en este capítulo es necesario llamar ya la atención a los más o menos sutiles distanciamientos semánticos que podemos percibir en los diccionarios: que ‘nacionalsocialismo’ pueda entenderse al mismo tiempo como ‘racismo’, como ‘partido político’ y como ‘doctrina política’ (en este caso, sin explicitar de cuál se trata), ya nos demuestra una polisemia dialectal. El primer sentido restringe la realidad histórica a una de sus manifestaciones, callando sobre su fundamento. El segundo se limita a mencionar su organización política, callando sobre sus premisas. El tercero, por el contrario, parece querer situarse en el plano teórico, pero calla sobre su contenido concreto, que era lo que podíamos esperar. Alguien podrá decir que se trata de diferentes facetas de una misma realidad. Bien, pero entonces ¿cuál es la faceta troncal (y en qué consiste) y cuáles son las facetas ramificadas?

Más grave me parece la deriva histórica que ha conocido el término en el medio siglo largo que nos separa de la derrota de los nazis de Hitler. Hemos de partir de la dualidad originaria: National / sozialismus (Socialismo nacional, entendido el ‘nacional’ como distinción, distanciamiento y oposición al ‘socialismo internacional / internacionalista’, de raigambre más o menos directa marxista).

¿Qué ha sucedido? Que desde 1945 mismo y por una acción múltiple de cuanto ha venido controlando la flamante ONU, lo ‘nacionalista’ ha sido objeto de un ostracismo inquisitorial; en el mejor de los casos, ha sido percibido como algo sospechoso por su capacidad ‘destructora’; chistosamente, el vacío creado por su exilio ha tenido que ser llenado por otro término: ‘etnia’ (nación) / ‘étnico’ (nacional) / ‘etnicismo’ (nacionalismo), etc. Todo ello, junto a la campaña paralela contra el término ‘raza’ (‘racial’), pero sobre todo, contra cuanto los poderosos tachen de ‘racismo’ en la conducta de los hombres. Y para lograr mejores resultados se ha venido echando mano del recurso de ir ampliando el contenido de lo que se ha decidido merecer ser calificado (es decir, condenado) de ‘racismo’; de esta verdadera metástasis es buena prueba la definición oxoniense, con lo que –de paso– da prueba de su militancia en la más oportunista corrección política del momento. En último término, ‘racismo’ ha acabado siendo el comodín de que podemos echar mano para descalificar cualquier enredo o conflicto o para llevar a la cárcel a cualquier adversario político sin necesidad de probar nada (¡empezando por probar la legitimidad de la definición del término!).

Uno puede preguntarse: ¿cómo explicar que por este arte de magia las ‘razas’ humanas hayan desaparecido de la faz de la tierra? ¿O será que la Humanidad (por medio de sus iluminados ‘representantes’) de repente ha descubierto su error milenario gracias al uso perverso que del concepto hicieron los nazis? ¿Y bastará proscribir una palabra para desarraigar tales desvaríos en el futuro? Por de pronto, la historia de este medio siglo ya se ha encargado de desmentirlo. Pero hay algo peor: aquella proscripción ha inaugurado el camino siniestro de otras proscripciones terminológicas como iluso método de implantar la ‘salud’ social.

Lo más sabroso de la ‘operación’ lingüística manipuladora es que no se hizo lo mismo con la otra mitad nazi: su ‘socialismo’. Es la cola de paja de quienes pretendieron proscribir lo ‘nacional’ del hombre. En este caso hay menos enigmas: la URSS formaba parte de los vencedores; y de los ‘grandes’ de la ONU; y detrás de ella, el coro de sus acólitos. Por tanto, no iba a permitir que se hiciera con el ‘socialismo’ lo mismo que se iba a hacer con el ‘nacionalismo’. Y esto, aunque lo ‘socialista’ fuera tan responsable como lo ‘nacionalista’ de las barbaridades nazis. ¿Podemos llamar ‘honestidad’ a esto? ¿Es creíble? Peor todavía. ¿merece respeto? ¿O sus partidarios no fueron más que unos (malos) aprendices de brujos?

Vae victis (¡ay de los vencidos!) ya descubrieron los romanos en la Realpolitik; y la historia sigue enseñándolo. También, que al final todos acabamos siendo ‘vencidos’ y ‘víctimas’, enredadas nuestras piernas con nuestras propias trampas y chapuzas. Y es que la política debería aprender de la Historia que su primera tarea no es mejorar el género humano, sino ‘administrar’ la realidad procurando evitar los males mayores; es decir, empezando por atenerse al bien ‘posible’. Aunque esto, de momento, siga pudiendo pasar por ‘anti-progresista’ y ‘anti-equitativo’ y todos los ‘antis’ que se han inventado. Que, bien mirado, no parecen ser los grises políticos ‘conservadores’ quienes han causado más dolor a la Humanidad, sino todos los exaltantes ‘mesías’ que han pretendido dejarnos instalados en el ‘tierra sin mal’. Entonces, ¿por qué programar el olvido y la deformación de la memoria de la Historia?.

Fuente: LA PATRIA
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