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Domingo 25 de diciembre de 2011

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Revista Dominical

Historias de la calle

Navidad entre polleritas, ch’ulitos y k’alampeadas

25 dic 2011

Fuente: LA PATRIA

Por. Mónica V. Aramayo Quinteros - Periodista • Fidel Escalera Vargas - Reportero Gráfico LA PATRIA

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Mientras el parpadeo de las luces de colores en el centro de la ciudad, capta la atención de los presurosos transeúntes que caminan hacia los centros comerciales para encontrar los regalos más adecuados para sus seres queridos y así celebrar la Navidad; existen otros bolivianos que sumidos en el anonimato y deslumbrados por el chispeo de las lucecitas, también están en las calles, aquellos campesinos migrantes que tienen otra misión, como es reunir juguetes, ropa, alimentos y también dinero para llevar a sus comunidades.

Son decenas de mujeres y niños que como cada año, se podría decir forman parte del ambiente navideño, ellos están ahí con un sinfín de historias por detrás, que obviamente las cuentan a medias o prefieren no contarlas, pues su primera reacción ante el intento de conocer algo más de su vida es el silencio, la desconfianza que se advierte en su mirada e incluso huyen del lugar.

Pero a pesar del cierto temor que demuestran hacia la vida citadina, están ahí, esperando la caridad humana. Son familias organizadas con el objetivo de sacar el mayor provecho a ésta su visita en la ciudad y para este fin en la mayor parte de los casos los niños y niñas juegan un papel importante, a quienes hasta se les instruye no hablar con nadie o también si hablan sacarle un provecho económico a la conversación. “Ya te he contado, ahora pagame”, dice uno de ellos luego de acceder a una breve conversación.

Ancianas, madres, niños y niñas, provenientes del área rural, en su mayoría desde comunidades del Norte Potosí, comienzan a llegar a la ciudad faltando entre 5 a 7 días para la noche del 24 de diciembre, aquella conocida como la Noche Buena. Claro que para los campesinos migrantes será una noche más cuando, con suerte, dormirán acurrucados en un rincón de algún albergue habilitado para éste fin y en ésta temporada; de lo contrario serán testigos del amanecer navideño cuando despierten luego de dormir en el kiosco de alguna plaza o al cobijo de algún espacio como es el caso de la galería de la Gobernación.

A todo esto uno se pregunta y ¿dónde están los hombres?, de tantas familias. Ellos son personajes ausentes de estas historias de Navidad, pues aquí también se aprecia el ingenio de los emprendedores rurales, pues aunque no lo planifican es una buena estrategia que los “jefes de familia” no aparezcan en escena, pues así ancianas, mujeres adultas niños y niños motivan mayor solidaridad y consiguen mayores beneficios. Eso sí, los varones salen masivamente en la época de Todos Santos, a reunir masitas y ofrendas a cambio de oraciones para los difuntos.

POLLERITAS, CH’ULITOS

Y K’ALAMPEADAS

Pero con todo, estos niños parecen estar felices durante su permanencia en la ciudad, muestra de ello es que se los ve como polluelos en torno a su madre, compartiendo alimentos y en más de los casos manipulando algún juguetito que producto de las campañas institucionales llega a sus manos.

Así los niños hacen un alto en su jornada de trabajo, pues luego por horas y horas tendrán que mantenerse de pie, bailando k’alampeadas o tonadas andinas, con la esperanza de reunir monedas como “pago” por el espectáculo que ofrece.

Rigo, de 8 años, es el nombre ficticio de nuestro protagonista, quien junto a su hermanita de 5, bailan incansables en una de las céntricas calles de la ciudad, bajo la atenta mirada de una mujer campesina que asegura es su tía, quien en la acera de enfrente con un bebé en manos pide limosna, sin perder la mirada a los niños.

Rigo, que a momentos parece no conocer el valor del dinero, no puede cuantificar el dinero que recauda en un día de k’alampeada y afirma que es su tía la encargada de contar la plata.”Pay yachan (Ella sabe)”, dice sin perder el paso al ritmo de la música que emana de una pequeña radiograbadora instalada muy cerca de él, acompañando además su espectáculo rasgueando un pequeño charango, mientras la pequeña niña con una aguda vocecita también canta en un fluido quechua.

La gracia e inocencia con que estos niños se desenvuelven, no sólo Rigo y su hermanita, para pocos pasa desapercibida, pues lucen pequeñas polleritas, simpáticos aj’sus (especie de vestidos por lo general negros), ch’ulitos, sombreros, chalecos y chalinas con preciosos adornos de colores, que son la vestimenta de gala que adultos y niños utilizan en las fiestas de sus pueblos, pero ahora se convierten en ropa de trabajo.

Entretanto las campesinas ancianas, que también forman parte de las familias migrantes, con ingenio se acomodan a la salida de los templos católicos, a la espera de una limosna de los fieles. En horarios o lugares no favorables para la k’alampeada, las mujeres y sus niños venden golosinas o papel higiénico, pero en más de un caso se pudo comprobar que los niños no tienen noción del precio y tras convencer al comprador convocan a las mujeres adultas para cobrar por la venta.

Concluida la jornada, o al mediodía, Rigo, su hermanita y un par de niños más que al parecer no son sus hermanos, su tía y su abuela, al igual que las otras familias campesinas se reúnen en torno a una diminuta olla y comparten alimentos, en medio de risas e ilusiones.

PARADÓJICO

Estas son las paradojas de la Navidad, mientras otros niños sueñan con el juguete anhelado, los protagonistas de éste tipo de historias están “trabajando” aún sin ellos saberlo, pendientes de la solidaridad citadina pues ésta es la época del año en que se regalan juguetes y se dan ciertos alimentos, pero aunque para ellos no parezca, deben realizar humillantes filas y hasta dormir una noche antes en los lugares aledaños a los medios de comunicación u otras instituciones para recibir la dádiva.

En la descripción de éste panorama navideño, no se puede dejar de mencionar a las personas indiferentes, que ya sea por el ritmo del trabajo citadino prefieren obviarlos, algunos protestan contra los progenitores de éstos niños y otros contra las autoridades que priorizan otras acciones, objetos de lujo para uso personal y proyectos, dejando de lado la lucha contra la pobreza, que debía ser la prioridad de todos aquellos que detentan el poder y la responsabilidad de conducir los destinos de una Bolivia que en ésta época del año saca a relucir las diferencias entre los bolivianos de primera, de segunda y hasta de categorías más humildes, cuando ya son años de años que hablamos de cambios para “vivir bien”.

Fuente: LA PATRIA
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