Loading...
Invitado


Domingo 25 de diciembre de 2011

Portada Principal
Revista Dominical

El milagro de Navidad

25 dic 2011

Fuente: LA PATRIA

Por: Dehymar Antezana - Periodista

¿Fotos en alta resolución?, cámbiate a Premium...

La noche del 24 de diciembre, una señora quien había dado todo por sus hijos, le tocó pasar una de las navidades más tristes de su vida, porque se encontraba sola. Su marido la había abandonado hace un par de décadas, mientras que sus dos hijos crecieron y por razones de trabajo, partieron por rumbos diferentes.

Pese al destino que le deparaba la vida, recordaba con nostalgia, cientos de momentos felices que pasó esa fecha en compañía de las personas que tanto amaba. Vio en su imaginación a sus hijos muy chiquitos y rememoraba cada episodio navideño como si fuese ayer, las sorpresas que les preparaba haciéndoles creer un mundo de fantasía, con la llegada de Santa Claus.

Junto a ellos se ponía a armar el pesebre y todo el nacimiento del Niño Dios, escuchando en su viejo tocadiscos, música alusiva a la temporada, villancicos de todos los estilos, desde nacionales hasta aquellos muy conocidos a nivel mundial.

Sonreía por la alegría que demostraban sus retoños, cuando estos con toda la espontaneidad del mundo, brincaban y se daban modos para armar el árbol de Navidad. Todos unidos colocaban uno a uno los adornos sobre una mesa exclusivamente preparada para la ocasión.

Con una ternura que solo se puede observar en una madre, pedía a sus pequeños que escriban, sin importar el tipo de letra que tenían, una carta para enviarla por correo al Polo Norte, donde dicen está la casa del viejito pascuero.

“Si se portaron bien, les traerá todos los obsequios que pidan”, les decía entusiasmada por la fantasía de la Navidad que vivían.

Muy preocupada ella, salía afanada con las cartas en busca de los regalos solicitados, obviamente se lograba adquirir aquellos que estaban al alcance del bolsillo y alguno que otro año, daba más de lo que se pedía, todo por el amor a sus hijos.

Pero, así también algunas temporadas cuando la situación era difícil sólo había un regalo que era recibido con mucho agrado por los infantes, que aún pensaban en el milagro de la Navidad, con el nacimiento del Niño Jesús y la visita de Papá Noel.

La misma noche del 24 de diciembre se convertía en mágica, no solamente por el ambiente de la casa y de la época, sino también porque sucedían cosas inexplicables. Los niños que esperaban con ansias las doce de la medianoche, observaban situaciones que solo en ese día se lo puede hacer.

Por ejemplo, veían bajo el árbol algunos obsequios muy bien envueltos que tenían apariencias extrañas ó simplemente divisaban en el firmamento algún objeto volador que les hacía pensar profundamente sobre la verdadera existencia de Santa Claus, y que a través de sus renos voladores se daban modos para repartir regalos a todos los niños del mundo.

Pasajes mágicos, mientras la medianoche se aproximaba. Las luces de color en el árbol con música navideña, y las melodías que también eran transmitidas por las radios, eran el complemento perfecto para esperar una velada que sin duda alguna, sería inolvidable.

Los nervios de los niños se ponían de manifiesto, porque en sus mentes estaba la interrogante de su comportamiento, ya que si lo hicieron bien, recibirían los regalos esperados. La impaciencia los invadía minuto a minuto, hasta que por fin llegó el momento culminante.

Llegó las doce de la medianoche, se escuchaba el repique de las campanas de las iglesias, los locutores en las radios anunciaban que el Niño Dios había nacido y una música muy profunda hacía retumbar el corazón de los mortales. “Noche de paz, noche de amor…”

Inmediatamente la madre con júbilo y mucha felicidad en el corazón abrazaba a sus pequeños hijos deseándoles bendiciones, porque una vez más Dios les permitía estar juntos, unidos y en paz.

No faltaba una que otra lágrima que salía de la emoción de la abnegada mujer que hacía realidad el sueño de los pequeños que lograron tener lo solicitado en su carta. Luego, un episodio siempre inolvidable, no había mejor regalo para la madre, que ver la sonrisa en el rostro de sus hijos, quienes con emoción desbordante destrozaban el papel regalo que envolvían los obsequios. Qué momento tan maravilloso, inolvidable y guardado para siempre en la retina de la noble mujer.

De repente, esos pensamientos que la trasladaron al pasado, cambiaron en lágrimas imposibles de contener, porque ahora su realidad era otra. Estaba sola, sin ánimos de celebrar la Navidad. Tenía dos mascotas, un perro y un gato que le hacían compañía y que entendían el padecimiento que pasaba su ama. Estas mascotas trataban de consolar a la mujer acercándose a ella, con ronroneos y cariños.

Ella respondía pese a su dolor con mimos y caricias a sus mascotas. En su interior, pensó que lo mejor de esa noche era dormir temprano y despertar al día siguiente, como si fuese solo un día más del año, una fecha no especial. Pero, por otro lado, creyó que debía armar un pequeño pesebre para recibir el nacimiento del Niño Jesús, demostrando que siempre primó en su ser el sentimiento de madre.

Con los pocos ánimos que tenía en el cuerpo y en vista de sus mascotas, sacó un cajón que estaba empolvado, recordó que ahí había guardado el Nacimiento y el árbol de Navidad.

Faltaban un par de horas para la medianoche y comenzó a armar el pesebre, muy sencillo y pese a sus años, no había perdido la destreza para colocar pieza a pieza el árbol navideño.

También creyó que era oportuno preparar un poco de chocolate para tomarlo después de la medianoche, ya que antes cuando sus hijos la acompañaban, con esmero se dedicaba a preparar la tan deliciosa picana, cuyo aroma trascendía hasta las casas vecinas.

Encendió el radio para saber la hora que era anunciada con más interés que en otras jornadas y de a poco se acercaba la medianoche, minutos antes, se sentó en su viejo sofá y junto a ella sus mascotas, el gato se echó encima de sus rodillas y el can le dio calor a sus frígidos pies.

Su mente era invadida por los recuerdos de las tantas navidades que pasó junto a sus hijos, y que como ocurrió hace cinco años, quizás esta nueva Noche Buena sería igual que el lustro pasado, sin ver a sus seres queridos.

Sus ojos se llenaban de lágrimas, llanto silencioso que amargaba más su corazón, mientras escuchaba la voz de niños alegres en casas contiguas.

Resignada a tener una noche solitaria, se levantó bruscamente, haciendo asustar a sus mascotas. Se acercó al pesebre y preparó dos pequeños candelabros y encendió un par de velas para iluminar el nacimiento del Salvador.

Mientras que por el radio, el locutor anunciaba que había llegado las doce de la medianoche y deseaba la paz a todos sus radioescuchas. La mujer al escuchar las campanadas de las iglesias, lloró imparablemente, pero le pedía a Dios que haga un milagro, sólo un milagro.

Ni bien terminaba de pensar en esa petición, uno de sus hijos golpeó con desesperación la puerta de calle, se atrasó por un minuto para compartir el abrazo de paz junto a su madre. Ella adormecida por el momento de la oración que lo hacía con mucha fe, escuchó los golpes y por un momento pensó que era Santa Claus que se equivocó de casa.

Pero, no fue así, temerosa salió a abrir la puerta y se llevó la gran sorpresa de ver a uno de sus hijos que llegó para ver a su mamá. El encuentro fue indescriptible, ya que la madre había logrado obtener el regalo más importante, quizás de todas las navidades que pasó en sus largos años, estar reunida con uno de sus hijos, aunque ella quería estar con sus dos retoños.

Un par de minutos después, llegó el otro hijo. Al fin, el sueño de la vieja mujer se había cumplido, compartir la Navidad y tener el regalo más importante que esperaba en lo más profundo de su ser.

Sin embargo, el deseo de tener el mejor regalo de la Navidad no solo era de la madre, sino también de los hijos, ya que en su mente primaron que el mejor regalo de la Noche Buena, era estar junto a su madre. Y realmente fue un milagro de Navidad, porque los tres se habían conectado con el pensamiento para encontrarse y pasar uno de los momentos más inolvidables de su vida. Fue un milagro de Navidad.

Fuente: LA PATRIA
Para tus amigos: