El estallido de los conflictos en la República Árabe de Egipto en los meses pasados ha sorprendido a los paí-ses que apoyaron al régimen de Hosni Mubarak y a toda la camarilla gobernante.
El ascenso de Mubarak a la presidencia se produjo en Octubre de 1981, después del asesinato de Anwar el-Sadat a manos de radicales islamistas durante el desarrollo de una parada militar, quienes consideraban que Sadat había cometido una traición al haber firmado un Tratado de Paz con Israel en Camp David en 1979.
La primavera árabe alcanzó a Egipto y el dictador tuvo que renunciar a regañadientes luego de ostentar el poder con mano de hierro durante treinta años. Durante ese tiempo Egipto se convirtió en un estado de corte policial donde no estaba permitido la más mínima oposición, administrado por una Constitución política discriminatoria, anacrónica y cavernaria que vetaba la participación de las grandes mayorías en la vida política del país. Todo ello financiado con los 1.300 millones de dólares anuales que Estados Unidos entregaba como apoyo militar.
El mariscal Mohamed Tantaui, estrecho colaborador de Mubarak durante décadas, actualmente preside La Junta Militar responsable de la transición que mas que avanza parece que se arrastra. Desde febrero, el pueblo egipcio viene exigiendo su alejamiento por las maniobras que Tantaui está llevando a cabo con el fin de perpetuarse en el poder y preservar los privilegios e intereses del conglomerado militar industrial existente en Egipto que solo beneficia a una pequeña élite.
Por todo ello, la primavera árabe en Egipto no termina de escampar; mientras, los militares siguen cometiendo toda clase de arbitrariedades igual o incluso peor que en la época de Mubarak, masacrando al pueblo que protesta y enjuiciando a activistas (12000 hasta ahora) que participaron en las protestas históricas de meses anteriores.
En este contexto que Estados Unidos y sus aliados europeos pretendan continuar con el ajedrez geopolítico en Oriente Medio utilizando al ejército, para mantener el andamiaje político y económico constituye una provocación y una afrenta al pueblo egipcio, cansado de permanecer en la oscuridad y en la pobreza, además que conlleva serios riesgos y amenazas para la paz de la región.
En Medio Oriente hace bastante tiempo ya existe un profundo malestar y resentimiento por la intromisión en los asuntos internos de los países árabes de parte de las potencias occidentales, mediación que ha frenado sistemáticamente el surgimiento de genuinas democracias y que tanto necesitan estos países.
¿Cómo es posible que se siga manteniendo a estos pueblos en una estructura social aún casi feudal y al mismo tiempo se extraigan sus recursos naturales especialmente el petróleo sin la más mínima consideración?
(*) Ex corresponsal de prensa en Estocolmo
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