Desde enero de 2006, hasta el 31 de diciembre próximo, se cumplirán seis años de gobierno del presidente Evo Morales y su partido; un tiempo que era más que suficiente para aprender y madurar experiencias para los “cambios” tan ambicionados; sin embargo, poco o nada se hizo porque ni en economía, ni en lo social ni en política hubo cambios, modificación de conductas, ampliación de sistemas y medios para mejorar la producción y, menos, para unificar a la familia boliviana y adquirir éxitos que, en seis años, muchos países del entorno han conseguido hasta lograr colocarse entre los llamados “países emergentes”.
El Presidente, su Vicepresidente, sus ministros, su entorno y su partido, aunque no lo entiendan así, deben darse cuenta de cuán poco han hecho en pro del país; deben tomar conciencia de los malos pasos dados y de los yerros cometidos y que han redundado en mayor pobreza de la nación. No es posible que crean, hasta ingenuamente, que lo hicieron maravillosamente porque no fue así, empezando por el 1º de mayo de 2006 en que se anunció “nacionalizar” las petroleras capitalizadoras y que trabajaban con alguna normalidad y de golpe se vieron con que no se las nacionalizaba pero sí se les impondría nuevos contratos. Enfrentaron dos cambios: incremento de impuestos y aumento de regalías; lo demás, quedó incólume.
Sin embargo, el mismo proceso paralizó las inversiones y no hubo aumento en la producción de petróleo y gas; tampoco se estableció a cuánto ascienden las reservas de gas y se jugó con muchos millones de metros cúbicos que, en poco tiempo, se comprobó que se trataba de cifras erradas. Hasta ahora, nadie sabe a cuánto llegan esas reservas y, por supuesto, las empresas “nacionalizadas” tampoco dicen algo porque pretenden no saber nada.
Se paralizó la economía prohibiendo algunas exportaciones y dejando de producir lo que el país lograba hasta conseguir vivir de lo que hacía y producía; en cambio, se empezó a importar gastando divisas que costó mucho al Estado. Se hizo mucho aspaviento con el logro de reservas hasta llegar a casi los once mil millones de dólares; pero, no mediante la producción sino debido a los precios internacionales vigentes para el petróleo, el gas, los minerales y algunas materias primas que exportamos. ¿Cuál hubiese sido la realidad si incrementábamos la producción, aumentábamos nuestras exportaciones y crecíamos en riquezas y generación de empelo?
Mucho se analizó lo malo hecho y ello pesa en el propio gobierno; todo implica que es preciso cambiar políticas y actuar con responsabilidad, partiendo del principio de que el país no es propiedad de ningún partido ni persona sino de todos los bolivianos con muchas generaciones del pasado y, sobre todo, del futuro. Actuar con responsabilidad, para empezar, consistiría en parar la serie de errores, corregir en todo lo que se pueda los yerros cometidos y mejorar todo aquello que se cree haber acertado; en otras palabras, administrar el país con eficiencia, eficacia, honestidad y alto sentido de responsabilidad; de otro modo, el precipicio del atraso y la pobreza se ahondarán hasta extremos difíciles de remediar. El Gobierno, consciente de lo que es y de lo que debe hacer, seguramente adoptará las mejores medidas para cambiar lo malo hecho, sabiendo que de ello dependen sus éxitos que con seguridad buscará que se produzcan en el futuro.
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