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Domingo 11 de diciembre de 2011

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Revista Dominical

Cuestiones filosóficas de la medicina

11 dic 2011

Fuente: LA PATRIA

Por: Alfonso Gamarra Durana - Médico especialista, historiador y ensayista orureño

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LAS FACULTADES DE MEDICINA

El estudio de una disciplina profesional se ordena por grados, que parten desde las nociones más elementales hasta llegar a las más complejas o escabrosas. Especialmente en el aprendizaje de la Medicina, que es práctico y teórico, no se encasillan completamente los tiempos que se emplean en lo uno o en lo otro, porque tienen que vencerse una serie de representaciones, que al estudiante se le van presentando en forma sucesiva y condicionadas por los exámenes de los saberes anteriores. Contrariamente a otras disciplinas, en la Medicina se cuenta desde el comienzo con el objeto de estudio, en el que se va conociendo progresivamente los espacios y los meridianos del saber específico.

En los primeros años de la facultad -y no nos referimos a alguna en particular-, el hábito impuesto y las tareas que debe efectuar, no dejan pensar al alumno en otra cosa que no sean sus obligaciones. Tiene mucho que aprender, y ni siquiera puede criticar el sustrato de la formación académica. No hay materias para reflexionar sobre el propio espíritu de la Medicina, y tampoco sopesa una historia de la Medicina, que orientarían sus conocimientos, en una visión totalizadora de los fundamentos; lo que impide la evocación de factores añadidos, creencias, teorías y axiomas que se imponen en la estructura de la enseñanza, y la probable aceptación posterior de las percepciones, como hipótesis e interpretaciones de los fenómenos, que es el quehacer continuo de esta ciencia.

La ilusión de una ganancia económica rápida no tiene asidero, porque, desde el comienzo, la realidad es obstaculizante, y el anhelo de conseguir méritos de posgrado o una especialidad completa, se asoma como valladar para una posible obtención monetaria.

FUNDAMENTACIONES Y CONCIENCIA

Un lineamiento tajante en las condicionantes de una disciplina puede determinar descripciones de la realidad humana, hacer unas definiciones de todos los niveles del cuerpo humano. Se usa la falta de discusión sobre los temas para no aceptar la subordinación hacia o con otras disciplinas, y acatando definitivamente las conclusiones anteriores.

La práctica profesional, instalada desde el pasado, dentro de los límites de una ciencia estatuida, concede la objetividad y la legitimación de carácter científico. Instalado el concepto, se evita que la crítica intervenga para soslayar especialmente las perspectivas que hayan podido aparecer. Con esta disposición, la necesidad de una lógica enteramente científica, escapa de los nuevos análisis. No puede haber una metodología para la generación de otros pasos disímiles que puedan originar conocimientos. Se autolimita y no permite penetración en el tiempo.

Las explicaciones actuales y las prácticas analíticas obligan a nuevas etapas de verificación de los fenómenos. Vuelven a ser objetos de estudio con el fin de evidenciar todos los referenciales ganados anteriormente. El estudio en el interior de su propio dispositivo permite adaptar los conocimientos a la repetición de las evaluaciones que están dentro de sus dominios.

La lógica implica una independencia respecto de otros dominios del saber. Es una autonomía que no debería existir. Este universo impelido por la autosuficiencia condena a la represión de toda intención heterodoxa y a la imposibilidad de reconocer su propia doxosofía como base ineludible de su funcionamiento.

La autonomía del propio espacio le está privando de formar sus fronteras fijadas sin atenuantes, configurando esquemas definidos de percepción y generando la observación que no sólo se adecua a estos lineamientos sino que obtiene una coincidencia singular con la realidad. Esta aproximación competente no involucra las disciplinas, y obturan la posibilidad del intercambio transdisciplinario.

La Medicina se configuró con una metodología científica, siguiendo la objetividad del cuerpo biológico, normándose su acceso solamente en cuanto al permiso histórico, tradicional o religioso. Por estos factores, no se ha captado definitivamente la definición de salud y enfermedad. En la actualidad se quiere modificar ideas por los matices que esos factores proporcionan, y por la experiencia que se va ganando con las terapéuticas.

Se confía en las denominaciones hasta cuando lo permiten las conclusiones históricas, sociales y subjetivas, porque se sigue pensando que los conocimientos humanos continúan evolucionando y el saber se ampliará indefinidamente. Sin embargo, la ambigüedad de la semántica aparece cuando se la utiliza en trabajos técnicos o científicos. Los límites de la tecnociencia se van difuminando por la presencia de las vecindades éticas, de tal manera que sus perspectivas se deforman con la autonomía de sus representaciones.

Un tipo generalizado de modelo médico, que se sigue en la práctica, es adoptado de manera acrítica por los estudiantes, y se sostiene por el quehacer cotidiano de los catedráticos que se han estereotipado en su comportamiento.

Más que elegir los procedimientos a seguir, los reciben como inevitables y sin atreverse a eludir las contingencias pretéritas, no llega la intención de interpretarlas. En los foros no se plantea la disquisición, de tal manera que el desenvolvimiento cunde por inercia, ocurre imperceptiblemente, y crea un hábito gradual, que acompaña como costumbre la práctica profesional. Esta dinámica se aprehende casual o deliberadamente y se mantiene como comensal oculto en el organismo, fundada en “razones que la razón desconoce” (Blas Pascal).

Ese estilo de trabajo persiste grabado profundamente, apuntalado por los esquemas prácticos que no se revisan y por los roles de relación y dependencia temática. Aparentan estar inaccesibles a la reflexión y al discernimiento colectivo, cuyas representaciones forman parte de la creencia de la comunidad. No les queda a los estudiantes y recién egresados otra cosa que acomodarse a la práctica cercana de seguir el cumplimiento del año de provincia, de adscribirse a una posta u hospital pequeño, en que la modalidad del conocimiento sigue invariable porque está ajustada a las demandas de la sociedad. Estas “oportunidades” iniciales son iguales para todos los miembros participantes. De tal manera que su horizonte es escaso. Las expectativas mínimas.

Las concepciones elementales de su carrera, que debían haberse ido modificando con el tiempo, aparecen como “fijas” y “naturales” a los egresados. El modelo en vigencia no da lugar a controversias. Una impericia, no abiertamente aceptada, impide el ejercicio de la autocrítica y la desnaturalización sobre aquellos supuestos, no obstante que el egresado lleva la racionalidad de sus aportes científicos, teóricos y procedimentales, Puede existir también, paralelamente, y con propuestas disminuidas, la posibilidad de adquirir mayores conocimientos y en tiempos prolongados; en otros centros médicos, lo cual significa erogaciones no siempre al alcance del común.

UN PORVENIR DEPENDIENTE

Así que para el médico joven todo su porvenir depende de coyunturas. Desde que, inicialmente, se asegura un puesto que le da posibilidad de aplicar sus conocimientos, duramente adquiridos en la facultad, se transforma en un individuo objeto de análisis o de cuestionamiento, porque tiene que sortear las convocatorias a cargos; o porque le falta preparación en la conducta sicológica para desenvolverse no sólo frente al enfermo sino ante la comunidad.

Esto convocaría también a examinar que durante la carrera falta una materia -quizá adjuntada a la deontología- que enseñe a demostrar fiabilidad y prestancia ante los encargados de contratar servicios para empresas. Los signos evidentes, el extenso campo de lo real, objetivable con el auxilio de estudios complementarios, son los que hacen la medicina actual, para superar la posmodernidad de los procedimientos, y en la variación correctora de los conceptos. Ya no es suficiente la maleabilidad de las definiciones, porque después de la confirmación de los conocimientos, el médico ahonda sus capacidades con un sentido práctico, para resolver la trivialización de la enfermedad, producida por la gente ignara que siempre molesta con falsos comentarios o urticantes, y los familiares que interponen sus costumbres.

Son estas herramientas metodológicas las que establecen la evidencia en la medicina, las que determinan las relaciones con todos los niveles, sistemas y órganos del cuerpo, hallar la materia de lo real y las acciones del espíritu para enlazarlas con las particularidades del mundo externo e interno, para desnudar algún artificio y rescatar al médico de un dogmatismo que viene desde el pasado.

Se vislumbra el camino del médico sobre un camino de permanente estudio. Pero es también una serie de prácticas en su oficio que lo llevan a la mejor habilidad, y al mismo tiempo, adopta posiciones del científico social y gana perspectivas antropológicas. El balance epistémico en su carrera crece necesariamente con los años, porque estos le proporcionan mayor frecuencia de casos observados, manejados y curados. Aprehende mayor cantidad de datos en su afán de ampliar con su trabajo los contenidos biológicos, en una tarea indeclinable en la que ha estado autopreparándose, desde las aulas, y durante su entrega a los hallazgos.

EXPERIENCIA

El mayor o menor uso de las prácticas y conductas llevan a una racionalidad especial que es registrar sucesos calificados, o sea el atesorar un sistema de pensamiento que puede aparecer en el preciso instante de necesidad y con la majestuosidad de verdades útiles para solucionar los problemas mayores que aparecen en el curso de los procesos de salud o enfermedad. Es la experiencia que muchos médicos privilegiados alcanzan. Esto les da los méritos mayores porque su desempeño está por encima del término medio del accionar médico, su opinión es indiscutible, su posición firme, las propuestas en perspectiva son realizables, sus terapias, indubitables. Es el mentor; y si está relacionado con la universidad, es el catedrático emérito, el maestro. Es que aquéllos han tenido la firme aspiración de conseguir los méritos, que han utilizado sus instrumentos teóricos con destreza, desgarraron prejuicios y orientaron con firmeza el norte de sus logros. El campo científico está dispuesto para la competencia, y se va desarrollando en el intento de conjuncionar la autoridad del conocimiento, porque la lid está reservada para el que se entrena toda su vida en mantener triunfante su disciplina.

La Medicina no puede colmarse con contenidos biológicos estrictos, por lo que se asomaría a la vecindad exclusiva de otras ciencias, aun cuando hoy día aparecen nuevas herramientas electrónicas, que abren sus horizontes ilimitadamente, las fórmulas químicas, siempre imprescindibles, que se multiplican y mejoran por la aparición de laboratorios sofisticados, que trabajan en cadena en todo el orbe; lo que significa que para tratar la enfermedad y aliviar el padecimiento, no podría privarse de los aportes de la tecnología como instrumento de su accionar.

Las estrategias deben expandirse en sentidos no conjeturados todavía de utilizar inteligentemente los numerosos recursos que dispone. Es indispensable tratar de pensar en el sentido anterior de que la medicina es un arte y una práctica que debe trabajar como un todo unido, consolidando el concepto de que se hallan firmemente adheridos lo biológico a lo humano; sin olvidar que hay especialidades cuyo accionar es independiente cuando se enfrenta a procesos graves, escondidos o de difícil manejo; rescatarla de la minimización, es decir, de la concentración de especialidades en regiones mínimas o indispensables -cuando la anatomía, la fisiología indican que hay vastas regiones del cuerpo que trabajan en consuno-. De esa manera, poder pensar que quizá el tratamiento de los padecimientos se aparte de las subordinaciones orgánicas, y que, en modo mayor, la Medicina no funcione como una tecnociencia impersonal.

Como conclusión anotamos que la facultad de Medicina no puede ser solamente la explicación de un profesor, que emplea láminas proyectadas, o que transmite anécdotas de los métodos que él ha seguido. No aparecerán nuevos aspectos en la enseñanza si no intervienen los estamentos profesionales, y no se avizoran las acciones creativas de las denominadas especialidades que consignen nuevas cualidades.

La enfermedad no puede ser pensada como una serie de acciones biológicas, que determinan características subjetivas en el sufriente, y más allá aún, de efectos sociales, culturales, y altamente económicos, al resultar el grifo que deja correr los torrentes de medicamentos usables por los pacientes.

La filosofía que se debe operar en la facultad no debe ser fragmentaria, sus parágrafos no deben ser cortos en el momento constituyente de sus normas doctrinarias, sino que deben ensancharse para construir un sistema múltiple de saberes. Debe buscar su progresión en la transformación íntima hacia una epistemología compleja donde los conocimientos más específicos faciliten el cambio cualitativo, hagan posible la ampliación esperada. No se puede reducir el ámbito que de por sí gana la Medicina, cercándola en las prácticas de clínicas y hospitales cuando la realidad muestra que puede actuar con la Salud Pública en muchos puntos de la geografía.

Es una certeza que el núcleo epistémico de la Medicina ha ido haciéndose más complejo y parece que está escapando de sus conceptualidades primarias desde el punto de sus aprendizajes, de la política incorporada a su accionar, de la bioética ─que abre también nuevos horizontes─ y sobre todo de un hiperdesarrollo íntimo de doctrinas poco subordinadas, como la biología molecular, la genética, la robótica, etc. también funcionan en disciplinas más propicias hacia el cuestionamiento y la amplitud de perspectiva, aun cuando las prácticas descontroladas de ellas pueden llevar a una hipótesis de ciencia absoluta. Pero la intervención de los factores señalados, como condiciones sociales, aparición nueva de mecánicas de producción del conocimiento, del enjuiciamiento de los itinerarios históricos, con la adhesión a las evidencias ─que aparecen en el presente─ se convierten en un atributo de la medicina.

Fuente: LA PATRIA
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