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Complementaciones y rectificaciones a una semblanza del Gral. Pedro Álvarez Condarco de Díaz Arguedas (1812?-1882)
11 dic 2011
Fuente: LA PATRIA
Por: Raúl Condarco Morales - Médico - Cirujano
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El general Pedro Álvarez Condarco nació en la ciudad de Tucumán, fue su padre al prócer argentino ingeniero militar José Antonio Álvarez de Condarco (1780 – 1855) actor y ejecutor de misiones en notables acontecimientos de los periodos de la Independencia en las repúblicas de Argentina y Chile, como la expedición a los Andes para levantar los planos topográficos de los caminos de los Patos y el de Uspallata que sirvieron al ejército de San Martín para cruzar la Cordillera, y, la formación de la Marina de Guerra, en la segunda (1).
No contamos con el dato exacto del día y año de su nacimiento, pero, es probable que este se haya producido en 1811 ó 1812, pues, sabemos que abandonó Argentina durante los últimos años de sus estudios de Derecho, a raíz de que se vio comprometido como dirigente universitario, en actividades anti-rosistas en graves choques con las fuerzas represivas de Juan Manuel Ortiz de Rosas (1793 – 1877) a la edad de 21 a 22 años (2). Formó parte del numeroso grupo de refugiados del que habla el general Andrés de Santa Cruz (1792 – 1865) en su mensaje presidencial del 6 de agosto de 1832, en el que expresa refiriéndose a la república Argentina: “... que se había recibido en territorio boliviano a muchos emigrados que huían del gobierno tiránico de Rosas, entre ellos a varios generales, muchos jefes y oficiales y otros ciudadanos dignos de toda consideración” (3)
Se alistó en el ejército boliviano durante el gobierno del mandatario nombrado, asistiendo con el grado de subteniente a las primeras acciones bélicas de la Confederación. Estuvo presente en las batallas de Yanacocha (13 de agosto de 1835) y Socabaya (7 de febrero de 1836) en las que ganó los grados de teniente segundo y teniente primero respectivamente. También fue uno de los actores en los combates de Yungay (20 de enero de 1839) a los que concurrió con el grado de capitán.
En agosto de 1840 lo encontramos como sargento mayor graduado asistiendo a la batalla de Ingavi (18 de octubre de 1841) en la que fue herido. En marzo de 1842 ganó el grado de comandante y el de teniente coronel en julio de 1846. Ese año fue destinado a la Fortaleza de Oruro como primer jefe de regimiento hasta mediados de 1847(4).
Con el grado de coronel en el comando del “Omasuyos” en Huarina en 1848, se pronunció contra el gobierno de Miguel de Velasco que ejercía su cuarto interinato, y junto con el coronel Celedonio Ávila jefe del regimiento de “Coraceros” de Pucarani, descendieron a la ciudad de La Paz el día 12 de octubre, y proclamaron al general Manuel Isidoro Belzu presidente de la república después de un encuentro y desenlace bélico favorable, contra las fuerzas del coronel Sebastián Ágreda prefecto de La Paz (5)
Desempeñó las funciones públicas de prefecto de La Paz, en 1848 – 1849 (6) y la de prefecto de Cochabamba en 1850 (7), año que fue ascendido a general de brigada. Pidió su retiro del ejército boliviano (letras de cuartel, jubilación) en enero de 1851, “después de haber prestado positivos servicios al país”, asevera Díaz Arguedas (8).
Es inexacta la referencia que da el historiador Nicanor Aranzaes cuando afirma que “siguió en servicio durante el gobierno del general Jorge Córdova” (9), contraria a la anterior, que es, inequívocamente la correcta, porque no pudo estar en “servicio” después de la solicitud de jubilación que hizo cuatro años antes de la finalización del gobierno del general Isidoro Belzu. Los motivos probables de su retiro voluntario los veremos posteriormente.
Fue, según afirmación del historiador Julio Díaz Arguedas “uno de los jefes más preparados y cultos del ejército” de entonces, de aquel ejército “glorioso” de Ingavi (10).
Sostiene por otra parte este historiador en su obra Los Generales en Bolivia (1825 - 1925), que “Condarco militó en el ejército con honradez y que fue leal para el Gobierno que había sabido estimular su conducta elevándolo en la carrera. Pero una vez llegado a la alta posición de jefe de cuerpo se vio irremisiblemente envuelto en las luchas políticas y se tornó más tarde en el más acérrimo enemigo de Ballivián, solicitado por caudillos que invocando patriotismo, principios de libertad y otras cosas por el estilo se ocupaban en ese entonces de corromper a los elementos del ejército”. Esta afirmación no está exenta de veracidad en cuanto a la mención de su enemistad contra Ballivián, pero, no es evidente que el origen de la misma tuvo como fondo lo que supone el historiador, fue por el contrario otra la causa, de índole muy personal que nada tuvo que ver con deslealtad por intereses políticos; concretamente, susceptibilidades de Ballivián por cuestión de faldas, e injurias derivadas de tal presunción contra Álvarez Condarco, hecho que dio lugar en este último a su “acérrima enemistad”. Este suceso, origen del rompimiento de las relaciones con Ballivián, está referido por el escritor y publicista chileno José Victoriano Lastarria (1817-1889) en Antaño y Ogaño (páginas de la Historia de Bolivia), publicado en la “Revista Chilena” el año 1875, y, posteriormente en folleto en 1908 (11), relato que exime al general Pedro Álvarez Condarco del concepto vertido por el historiador de que su enemistad obedecía a intereses políticos subalternos por influjo de caudillos del momento.
Díaz Arguedas parece desconocer el motivo que llevó a Pedro Álvarez Condarco a dejar su nación de origen cuando escribe: “Condarco lejos de retirarse a la patria de su nacimiento después de haber salvado la vida en la batalla de Yungay (contienda sangrienta, carnicería brutal en la persecución a los vencidos, puede asegurarse que la mitad de los muertos(2.400), fueron sacrificados lejos del campo de batalla)(12) prefirió volver a Bolivia a seguir prestando sus servicios en el pequeño ejército que aun quedaba organizado en el país”.
Pedro Álvarez Condarco estuvo entre los primeros jóvenes universitarios perseguidos por el gobierno dictatorial de Juan Manuel Ortiz de Rosas en su primer periodo de gobierno (1829 - 1833) y, no podía volver a su suelo nativo sin correr riesgo su vida cuando el tirano detentaba la suma del poder desde 1835 hasta su caída en febrero de 1852. En igual situación de emigrados, perseguidos por el déspota estuvieron radicados en Valparaíso a partir del año 1839 su señor padre como sus hermanos, entre ellos, la que fue destacada periodista y escritora Clara Álvarez Condarco (13).
¿Por qué el año 1851 a la edad de 38 a 39 años tramita su jubilación o letras de cuartel? Probablemente estuvo informado del debilitado gobierno de veinte años de Juan Manuel Ortiz de Rosas y de su próxima caída, requería por tanto encontrarse libre de compromisos para regresar a su país, fue, presuntamente, uno de los motivos de su retiro voluntario del ejército, pero, el otro, de mayor peso en esos momentos en su conciencia y recta conducta, tuvo que ser la imperiosa necesidad de alejarse de las intrigas políticas que trataban de comprometer su lealtad y su compromiso de servir al gobierno del que formaba parte, y, cuya primera autoridad recibió en cierta medida su apoyo y colaboración en la búsqueda de la Jefatura del Estado.
Cumpliéndose sólo un año del ascenso de Belzu al poder “... en noviembre de 1849, el coronel Juan José Pérez se introduce desde Puno hasta Achacachi, juntamente con otros emigrados, revolucionando las provincias del norte de La Paz a favor de Ballivián, el coronel Condarco en su calidad de Prefecto, salió a la cabeza del batallón ‘Illimani’ para batir a los insurrectos, derrotándolos en el pueblo de Italaque donde fue apresado Pérez, que logró fugar después” (14), así escribe Díaz Arguedas en su libro Los Generales en Bolivia.
De este frustráneo intento del coronel Juan José Pérez por derrocar a Belzu, dirá el doctor Casimiro Olañeta tiempo después en carta dirigida a Jorge Córdova: “... soy autor de la revolución que debió encabezar Rada y también la de Pérez y Condarco. Prefiero a usted ahora como caudillo porque es hijo de Belzu...”; carta que fue expuesta en la vitrina de un local comercial de la ciudad de Sucre y “se la hacía leer a voces” (15). ¿Causal? ¿Provocar dudas y confusión sobre la conducta de Pedro Álvarez Condarco respecto a su lealtad a Belzu? Sólo a una persona como Casimiro Olañeta podía ocurrírsele querer inducir al coronel Álvarez Condarco llevar a cabo este acto de felonía, y, aun peor, al propio hijo político de Belzu. No en balde es conocido por sus biógrafos como intrigante y desleal. El gran tribuno estaba desposeído de principios morales, y, hasta de un mínimo de respeto por sí mismo, no otra cosa significa el hecho, que durante una acalorada discusión saturada de mutuas acusaciones con el presidente José Ballivián, reciba, al final de la disputa “un puntapié en las posaderas” (16) y, posteriormente acepte continuar al lado del mandatario “en calidad de Consejero de Estado” (17) como si nada habría sucedido.
Como lo esperaba, al año de su solicitud de jubilación Rosas es derrotado en Caseros por Justo José de Urquiza (1800 – 1870) en febrero de 1852. Regresa entonces a Tucumán, cuna suya y de sus mayores. Reorganiza la extensa propiedad (agrícola – ganadera) de la familia por mucho tiempo en manos de administradores, y, en pocos años de labor tenaz y porfiada en sus propósitos, comienza a rendir la hacienda sus frutos, que le permiten posteriormente entablar un comercio floreciente con la nación, (“en la que puso su espada al servicio de ella” (18)) en actividades comerciales, entre estas, la provisión de ganado equino y mular del vasto fundo y provincias del norte Argentino (“con las que el intercambio comercial era intenso”) (19) a los prósperos empresarios mineros -son los años del nuevo repunte de la producción de la plata-, a los múltiples hacendados del altiplano y los valles, más, al ejército boliviano (20). Este ganado en esos tiempos constituye el medio cardinal en el tráfico de la época: de hombres, de productos agrícolas, de minerales, de equipos para las industrias, motor de las diligencias para el transporte de viajeros, del servicio postal y mercancías.
Desde la fecha de su retiro como miembro de las fuerzas armadas bolivianas hasta su fallecimiento en 1882 (21), transcurrieron treinta años, que los vivió en Argentina como en Bolivia. La muerte lo sorprendió durante un viaje que hacía de La Paz hacia Oruro con destino a Tucumán, en la posta de Panduro, lugar situado entre Sicasica y Caracollo. Por los síntomas que presentó de acuerdo con los que lo socorrieron, pudo ser la afección que terminó con su vida, una difteria laríngea.
Su descendencia no fue numerosa: su primogénito el médico filántropo Osvaldo Álvarez Condarco Huerta que nació en la ciudad de Sucre y radicó posteriormente en Oruro; su otro hijo, Ricardo, nació en la ciudad de La Paz, fue un destacado periodista y literato (22), una calle de su ciudad natal lleva su nombre; vivió los últimos años de su vida junto a su esposa señora Felipa Illanes en la ciudad de Sucre donde falleció a edad avanzada, no dejó descendientes; y, dos hijas mujeres que se establecieron junto con sus esposos una en Cochabamba y la otra en Tarija.
NOTAS
1) Diccionario Histórico y Biográfico de Chile. Págs. 421-22-23.
2) Remembranzas de la señorita Ulda Condarco Sierra (1870 – 1950), nieta del Gral., trasmitidas al autor de este artículo.
3) Joaquín Gantier. CASIMIRO OLAÑETA. Empresa Editora “UNIVERSO”. 1965. LA PAZ – BOLIVIA. Pág. 231.
4) Impresiones de su visita a la Fortaleza de su hijo Osvaldo a sus 11 años de edad, relatadas a sus vástagos.
5) BOLIVIA EN EL PRIMER CENTENARIO DE SU INDEPENDENCIA. Págs., 250 – 251 - 713.
6) Julio Díaz Arguedas. LOS GENERALES EN BOLIVIA (Rasgos Biográficos) 1825 – 1925. Editorial Intendencia General de Guerra 1929. La Paz. Pág. 538.
7) BOLIVIA EN EL PRIMER CENTENARIO DE SU INDEPENDENCIA. Pág., 967.
8) Julio Díaz Arguedas. LOS GENERALES EN BOLIVIA (Rasgos Biográficos) 1825 – 1925. Editorial Intendencia General de Guerra 1929. La Paz. Pág. 539.
9) Nicanor Aranzaes. LAS REVOLUCIONES DE BOLIVIA. Casa Editora TALLERES GRÁFICOS “LA PRENSA”. BOLIVIA - LA PAZ. AÑO 1918. Pág., 98.
10) Julio Díaz Arguedas LOS GENERALES EN BOLIVIA (Rasgos Biográficos) 1825 – 1925. Editorial Intendencia General de Guerra 1929. La Paz. Págs. 537.
11) José Victoriano Lastarria ANTAÑO Y AGAÑO (Páginas de la Historia de Bolivia). Imprenta y Litografía “UNIVERSO”, VALPARAÍSO – 1908. Pág. 50.
12) Alfonso Crespo, SANTA CRUZ. EL CÓNDOR INDIO. 3ra. Edición, Presidencia de la República, 2005. Pág. 307.
13) Diccionario Histórico y Biográfico de Chile. Pág. 421.
14) Julio Díaz Arguedas LOS GENERALES EN BOLIVIA (Rasgos Biográficos) 1825 – 1925. Editorial Intendencia General de Guerra 1929. La Paz. Págs. 538 - 539.
15) Joaquín Gantier. CASIMIRO OLAÑETA. Empresa Editora “UNIVERSO”. 1965 LA PAZ – BOLIVIA. Pág. 420.
16) Ib. Pág. 421
17) Ib. Pág. 420. “Indudablemente que la violenta escena no es rigurosamente histórica” -dice Joaquín Gantier- “pero hablaron de ella los amigos y enemigos de los dos actuantes quedando hoy como propia de la tradición de esos tiempos”.
18) Julio Díaz Arguedas LOS GENERALES EN BOLIVIA (Rasgos Biográficos) 1825 – 1925. Editorial Intendencia General de Guerra 1929. La Paz. Pág. 536.
19) Alfonso Crespo SANTA CRUZ EL CÓNDOR INDIO. 3ra. Edición Presidencia de la República, 2005 pág. 256.
20) Evocaciones de la Srta. Ulda Condarco Sierra sobre las actividades de su abuelo Pedro. (LILIANA LEWINSKY joven historiadora y autora de una monografía sobre “La Economía Tucumana del Siglo XVIII”, nombra a la familia Álvarez de Condarco como propietaria de grandes haciendas de crianza caballar y mular como también de extensas plantaciones de caña, y, trapiches para la elaboración de azúcar) Información proporcionada gentilmente por el escritor Carlos Condarco Santillán. Testimonio que confirma los datos obtenidos de las remembranzas de la señorita Ulda Condarco Sierra (1870 – 1950) en los años de mi juventud.
21) Decía la Srta. Ulda Condarco Sierra (1870 – 1950) que tenía 12 años cuando falleció su abuelo Pedro.
22) Alfredo Jáuregui Rosquellas, LA CIUDAD DE LOS CUATRO NOMBRES. Sucre 1924. Pág. 418. Incluye a Ricardo Condarco entre los “escritores de talla” y “verdaderos enciclopedistas” que dieron excepcional lustre a las letras bolivianas desde 1825.
Fuente: LA PATRIA
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