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Domingo 04 de diciembre de 2011

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Revista Dominical

Paralelismos históricos Moctezuma-Atahualpa

04 dic 2011

Fuente: LA PATRIA

Por: Vicente González Aramayo Zuleta

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En la Historia se han presentado hechos similares, atribuidos a las circunstancias, a la conducta y características de los hombres. A fenómenos históricos semejantes también se refirió el historiador Plutarco, sobre Roma y Grecia.

En el caso que expongo es interesante comprobar la similitud de hechos y personajes en la conquista española a los imperios de México y Perú, gobernados por Moctezuma y Atahualpa, respectivamente,

Aconteció que en México, donde se había constituido un gran imperio, sobre los remanentes de culturas anteriores como los toltecas y los teotihuacanos, se levantaron las columnas de una gran ciudad: Tenochtitlán. La cultura del imperio había tenido gran desarrollo en todos los campos, como la agricultura, la metalurgia, no conocieron el hierro sino otros metales; conocieron la rueda pero sólo en juguetería, y es motivo de curiosidad de los historiadores el hecho de no haber empleado la rueda como instrumento de tracción. Desarrollaron también las artes, la literatura y, la arquitectura, y el derecho. Militarmente también se hallaban desarrollados y por esta razón sometieron a muchos pueblos a vasallaje, para sostener, mediante fuertes gabelas el poder del imperio.

Varios historiadores cuentan que llegó hasta el pueblo azteca un hombre de tez más clara que la de ellos, ojos un poco claros y barba. Este hombre al que llamaron Quetzalcóatl caló hondo en el pueblo; enseñóles a trabajar con honradez y esfuerzo, buenas costumbres, amor entre ellos y lo que ahora mismo la civilización nuestra, condena: practicar consciente o inconscientemente los pecados capitales pero, habían otros dioses, entre ellos Huitzilopochtli y Tezcatlipoca; Quetzalcóatl condenaba los sacrificios humanos, que habían sido parte de la tradición y la cultura del pueblo azteca y tolteca, en los sacerdotes en nombre de los dioses sostenían que los sacrificios eran necesarios para calmar la sed de los dioses y éstos recíprocamente conceder al pueblo la abundancia que pedían. Quetzalcóatl fue rechazado y en las luchas internas se impuso Tezcatlipoca, de modo que, según la tradición aquel jefe espiritual de buenas intenciones se marchó el imperio bajo la amenaza de que volvería a vengarse. Entonces, en las postrimerías del siglo XV, y cuando Colón puso pie en tierra, nueva para los españoles, los nativos oyeron apenas rumores lejos de la presencia de seres extraños, pero esto no les inquietó aún, pero Moctezuma, vivía y gobernaba siempre tenso; sus noches no eran tranquilas, más aún cuando el pueblo le contaba que oía y veía señales, como la aparición repentina de un ave blanca parecida a la garza; que tenía un penacho blanco por encima de la cabeza y relucía como un espejo. Ahí pudieron ver Moctezuma, su corte de chamanes y su propio gabinete extrañas figuras, donde, según la tradición aparecieron ya figuras de hombres extraños cabalgado también extraños animales -Otros signos fueron, la vertiginosa aparición y deslizamiento de cinco cometas por el cielo en las noches, y el lamento de una mujer que repetía: “¡Qué será de mis hijos!…”

En 1518 desembarcó en Tabasco la expedición española de Juan de Grijalva y penetró a la ribera del río que lleva su nombre. Esto ya alarmó a Moctezuma. Con esto confirmaba que Quetzalcóatl no tardaría en llegar hasta el imperio y vengarse y así fue cuando Cortés desembarcó en San Juan de Ulúa y sus hombres y caballos se abrieron paso en tierra ajena. Entonces resulta explicable la actitud contemplativa y contemporizadora de Moctezuma frente al conquistador. Creyó absolutamente que era Quetzalcóatl que había cumplido su promesa. La gente se rindió ante el conquistador, incluyendo una mujer que se hizo su amante. Moctezuma le recibió como a un huésped. No resistió pudiendo hacerlo con cincuenta mil hombres que tenía listos sobre las armas. Sólo un hombre, de comportamiento más racional, inteligente y valeroso que no creyó en las lucubraciones de Moctezuma, levantó al pueblo. Éste era Cuauhtémoc. Los españoles huyeron desesperadamente en una noche fatídica que Cortés llamó “la Noche Triste”, y dicen que lloró junto a una encina, que aún existe. Moctezuma murió, pero la conquista se consolidó. Dialécticamente ya era un hecho cierto. Querer detenerla habría sido como querer detener un río.

En el Perú sucedió lo mismo. El mismo jefe espiritual vivió entre los incas con el nombre de Viracocha, quien también se había alejado del imperio, aunque no dicen que fue para vengarse, porque además entre los incas no tenía por qué vengarse, pero dijo que regresaría y, como describían físicamente cómo era Viracocha, Atahualpa también esperaba ese retorno y cuando en 1828, entraron cerca ya de Cajamarca, Pizarro y sus hombres, no le cupo duda que se trataba de aquel jefe espiritual. Tomó contacto con él, igualmente en actitud pasiva a través de sus embajadas y, finalmente, recibió a los extraños blancos barbudos. Ése momento es crucial en la historia. Atahualpa, entró a la plaza de Cajamarca, con cincuenta mil hombres sin armas. Según lo convenido lo cual fue un ardid mañoso y criminal de los conquistadores, de modo que al aviso del capellán de ridícula figura, de nombre Vicente. Atahualpa pudo pulverizar al grupo de licenciosos españoles en un santiamén, pero él creyó también en el regreso de Viracocha. De otro modo no se explica semejante muestra de ingenuidad Entre los conquistadores estuvo convenido que a una señal de Valverde el fanático y mentecato capellán abrirían fuego, así aconteció: gustoso el cura ordenó abrir fuego y se produjo la más espantosa matanza de indios, dejando una enorme alfombra de cadáveres en la plaza de Cajamarca. Murieron diez mil incas y ni un solo español. Claro, los pobres indios no estaban armados debido al convenio.

Atahualpa pudo también haber puesto en pie de guerra a cincuenta mil hombres, pero su convención y pacifismo lo perdieron. Allí fue hecho prisionero empero, aún siendo prisionero y encadenado, siguió siendo anfitrión de los españoles. Atahualpa, último emperador del gran imperio fue ejecutado en la pena de garrote en 1533. Almagro fue ejecutado por los hermanos Pizarro. Francisco fue asesinado en Lima, en 1541, y siguió la sangrienta guerra civil de españoles, como lo predijera el Inca cuando le colocaban la soga del garrote en el cuello. “…sangre vuestra correrá como corren los ríos…”

Según la tradición fueron: Quetzalcóatl, entre los aztecas; Viracocha, entre los incas; Kukulkán entre los mayas, Bochica entre los chibchas y Tunupa entre los aimaras, era el mismo personaje, e incluso existen algunas especulaciones sobre la identidad de aquel jefe espiritual con diferentes nombres y en diferentes pueblos. Sostienen que era Jesucristo, y que este tópico se halla en la maraña de misterios que siempre han rodeado la propia vida de Jesucristo.

Los incas no conocieron la rueda, no desarrollaron la metalurgia del hierro y se supone que no tuvieron escritura, lo cual no está comprobado, pero tuvieron derecho y desarrollaron las artes y la ingeniería.

Este gran aluvión de fuego que se cernió sobre los imperios azteca e inca, no es para olvidarse nunca.

(*) Abogado, escritor e historiador. Miembro de Número de la Academia de Ciencias Jurídicas: miembro de Sobode, miembro de UNPE: socio de la Sociedad Geográfica y de Historia de Oruro; ex catedrático de la UTO y cineasta

Fuente: LA PATRIA
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