Es medio día, horario de alto tráfico vehicular, pero, con la mirada serena y atenta está Miriam Mamani, una mujer que decidió dejar los quehaceres domésticos para ponerse al volante y prestar sus servicios como chofer en un minibús rojo. La encontramos en la línea 105.
Para los pasajeros que abordan su motorizado es novedoso ver que ella al igual que otras 20 mujeres, hayan decidido incursionar en este oficio que hasta hace poco era sólo de práctica masculina.
Ella es orgullosa de lucir su pollera como parte de su indumentaria y narra que algunas de sus compañeras a las que denomina “de vestido”, pero que en realidad visten pantalón, para parecer varones se hicieron cortar el pelo y así trabajar como choferes.
Miriam es madre de cuatro hijos, de 13, 10, 7 y 3 años, ellos están al cuidado de su madre que le ayuda en la casa, mientras la chofer junto a su esposo del mismo oficio, a diario salen de su hogar al promediar las siete de la mañana, para retornar a casa al concluir su jornada laboral, por lo general entre las 21 a 22 horas. “Más no. También tengo que estar con mis hijos”, narra sin perder la mirada en la ruta del viaje.
Cuenta que cuando está en la parada esperando su turno para emprender un nuevo viaje, pocas veces conversa con otros choferes, casi siempre prefiere pasar el tiempo limpiando el minibús que es de su propiedad.
Ella decidió incursionar en este oficio hace aproximadamente un año, luego de suspender a un chofer. “Mucho hacía renegar, me lo ha chocado, eso no me ha gustado”, dice y asegura que ella conduce con más cuidado.
“Mi esposo me ha enseñado a manejar, casi durante seis meses. Cuando había tiempo salía a manejar, luego con la práctica ya todo mejora”, explica, Miriam, que antes de obtener su licencia de conducir categoría “A”, tuvo que pasar clases para luego ser evaluada como la ley manda.
A diario genera ingresos que fluctúan entre 100 a 130 bolivianos, cifras que superan considerablemente a los 70 u 80 bolivianos que le entregaba su chofer.
Con pericia, mientras conversa no descuida el detalle de la conducción. “Tengo que tener cuidado, estoy manejando personas, además es mi minibús y si algo pasa yo también tengo que pagar, entonces es mejor estar atenta”, expresa, mientras cobra los pasajes, tarea que a ratos le genera algún conflicto con los pasajeros que reclaman la devolución de 10 centavos, cuando entregan dinero por encima del 1.20 bolivianos que es la tarifa establecida y no hay dinero fraccionado para devolver un cambio exacto.
Con algo de timidez se ríe cuando se le hace notar que ella junto a las otras pocas mujeres que son choferes de minibús, son las pioneras en incursionar en esta actividad donde la mayoría son varones.
Fuente: LA PATRIA
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