El año que avanza en su último mes ha sido uno de los que registró la mayor cantidad de delitos en el plano general, aunque algunas ciudades se mostraron con el mayor índice de hechos violentos que han puesto en alerta a miles de ciudadanos por las connotaciones de tales acciones que en muchos casos dejaron víctimas fatales u otra secuela de perjuicios por las condiciones en que se han producido.
Desde los delitos mayores como el narcotráfico y producto de esto los ajustes de cuentas, hay que mencionar los secuestros, los asaltos a mano armada contra instituciones o personas, los ataques de “cogoteros”, a taxistas para el robo de automóviles, el robo de útiles y enseres a estudiantes en plena vía pública y muy cerca de establecimientos educativos, proliferación en la venta de bebidas alcohólicas a jóvenes son sólo parte de una cadena de hechos que con mayor o menor frecuencia se han producido en muchas ciudades especialmente en La Paz, Santa Cruz, Cochabamba, el eje central, y también en otras próximas como El Alto, Oruro y Potosí, Tarija y Sucre es decir la mayoría de nuestro territorio.
La delincuencia ha subido en cantidad, pero también en ciertas modalidades que ponen en riesgo la seguridad ciudadana en cualquier parte y a cualquier hora rebasando el escaso e inoperante control policial que casi siempre se ocupa de tratar los casos después de cometido el delito, por carecer de planes preventivos y peor aún de la suficiente capacidad de control efectivo con el uso de adecuado equipo, material rodante suficiente y en perfectas condiciones de funcionamiento para movilizar la apropiada dotación humana de efectivos en condiciones de enfrentar a las hordas delincuenciales antes que cometan los delitos que afectan la propiedad privada y hasta pública.
Ciudades que antes de ahora se consignaban como las más seguras y tranquilas están en la nómina de las “más o menos peligrosas”, el caso de Oruro y Potosí por ejemplo, tanto así que en la Villa Imperial se analiza la posibilidad de aplicar un toque de queda desde las 21:00 horas que impida el tránsito de jóvenes y niños por las calles convertidas en escenarios de alta violencia.
En el caso de nuestra ciudad, las cosas también han cambiado y el orden de los factores se está invirtiendo, pues los orureños nos preciábamos de vivir en la ciudad más tranquila, segura y apacible, donde ahora los delincuentes se dan modos para rebasar el control policial y cometer fechorías grandes o pequeñas pero cotidianamente, lo que demuestra que fallan las estrategias del organismo policial que carente de suficiente personal y equipo rodante por lo que no puede ejercer el control que sería deseable para desarticular más de una veintena de pandillas y controlar la ciudad allí donde se aprecia el crecimiento de las actividades delincuenciales.
En las juntas vecinales se exige mayor control por parte de las unidades policiales, se advierte inclusive que ante la ausencia oportuna de guardias, los vecinos asumirán su propia defensa ante el crecimiento de robos en domicilios y asaltos en la vía pública, además de proliferar la presencia de jovenzuelos ebrios en parques de algunas zona de la ciudad, en tanto los guardianes del orden pasean muy orondos en motocicletas por las calles más céntricas, donde también hay delincuencia pero no en la proporción de los hechos que se reportan en los barrios marginales.
Se mencionó una reciente dotación de equipo rodante, por lo menos de 10 vehículos y unas 30 motocicletas que deberían utilizarse para redoblar los planes de seguridad ciudadana en nuestra afectada ciudad.
Fuente: LA PATRIA
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