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Domingo 27 de noviembre de 2011

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Cultural El Duende

Juan Capriles

27 nov 2011

Fuente: LA PATRIA

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Saquemos del olvido en el que está cayendo a la obra de Juan Capriles, pues es uno de los sonetistas más importantes de nuestra literatura. Poeta totalmente abierto a la vida y sus llamados, tanto sentimentales como intelectuales, porque el ser humano siente tanto el dolor como el placer de la existencia, cuanto se formula la pregunta acerca de su presencia en el tiempo en irremediable camino hacia la muerte. Los versos de Capriles son elegantes, transparentes y llenos de emoción porque llevan en sí la vibración interna del poeta al chocar con el misterio de la existencia, con el cual se estremece. De ahí que Capriles acuñara un lema: El alma al viento y el corazón al fuego, que es la base, si no de su poética, sí de su vida de bohemio volandero en alas del destino, que, al desplazarse por las circunstancias siente hervir su corazón con el fuego del dolor y del desencanto.

Como sabemos, el soneto es un desafío al talento del poeta para que sintetice su mensaje en catorce versos llenos de vida. Es una armazón geométrica que permite construir el templo de la belleza para que allí resida la emoción y el pensamiento de un ser sensible; y, como toda edificación bien hecha no debe mostrar el andamiaje que ha permitido construirla. De ahí que ante el lector común desaparezca el verso endecasílabo y las especiales consonancias de las cuartetas, que deben rimar el primero con el cuarto versos, como lo hacen el segundo con el tercero; y las especiales normas de los tercetos. Esos detalles quedan para los especialistas, mientras la emoción y el mensaje se levantan esplendorosos ante los maravillados ojos y oídos del lector corriente. La dificultad del soneto ha hecho que muchos autores hayan fracasado en este difícil arte poético, quedando, cuanto más, como versificadores de mediana categoría. En cambio Juan Capriles navega con maestría en el peligroso mar de este género, sorteando hábilmente los escollos de la navegación emprendida. Oigamos uno de sus sonetos:

Son las sirenas, sirtes mitad aves;

quienquiera que tú seas las conoces.

Se tornan altaneras y feroces

después de modular cantos suaves

Al ver que nunca viran esas naves,

que van con sus velámenes, veloces

Has de escuchar mejor las hondas voces

de las sirenas lúgubres y graves

Si llegas a sus playas… entre rocas

te ofrecerán las mieles de sus bocas.

Es tiempo; y pon tu barca a la deriva,

porque sus garras abrirán tu pecho;

y ellas querrán en vano que reviva

tu callado corazón deshecho

Ahí está la sonoridad de la palabra en la cadencia del verso; ahí, también, están las imágenes que pueblan el poema, junto con el poeta que dialoga con el lector; y, lo más importante, el mensaje aletea con suaves alas en el ámbito del poema, llevando un pensamiento al nido de la compresión del hombre inquieto. ¿Qué nos dice este soneto? Como en toda poesía, la interpretación es subjetiva, es una comunión de corazón a corazón, de intuición a intuición.

El poeta utiliza la comunicación indirecta, tan propia de la poesía, poblada de símbolos para expresar una idea profunda, como lo hace todo verdadero creador. ¿Cuáles son los símbolos? Sirena, sirte, ave, canto suave, naves. La sirena fue concebida por los antiguos griegos como un monstruo mitad pez, mitad mujer de gran belleza, cuya misión es la de embrujar a los navegantes con sus cantos y su bella figura para destruirlos y devorárselos, tal como lo muestra el conocido episodio de la Odisea. Sirte es el banco de arena escondido donde encallan las embarcaciones. Ahora podemos adentrarnos en el fondo del poema. Las mujeres suelen juguetear con los hombres en las artes amatorias enredándolos con sus sortilegios y falsas promesas. De ahí que la sirena escondida a medias en la arena para encubrir su cola de pez y convertirse en ave, es decir, en lo contrario del pez, cuya naturaleza le hace permanecer sumergido en el agua; mientras que el ave se desplaza por el firmamento y, además, esa figura lleva en sí la idea de poder llegar a lo infinito de la felicidad. Todos los seres humanos sabemos de los engaños del amor, por eso, el poeta dice: quienquiera que tú seas las conoces. La tentación del amor, especialmente el del prohibido, Te ofrecerán las mieles de sus bocas, y casi siempre lo hace entre rocas, por los peligros que entraña; entonces, la sabiduría aconseja alejarse de esas circunstancias. Por eso, el poeta aconseja: es tiempo; y pon tu barca a la deriva porque sus garras abrirán tu pecho.

Ésa, una interpretación superficial del soneto; pero, parece que esconde un mensaje más profundo. Por su propia naturaleza, el ser humano tiene hambre de infinito, y, al recorrer el camino de la vida lo hace buscando a esa presa esquiva que es la verdad y la felicidad. Al iniciar su búsqueda oye el canto de la sirena: Yo tengo la verdad total. Yo soy la felicidad. Por eso, Juan Capriles nos muestra la voz de una bella mujer, cuyo fondo es monstruoso, y siempre está dispuesta a desgarrar la carne del espíritu produciendo heridas existenciales. A la verdad con la felicidad la vemos escondida en las cosas que nos rodean y que parecen dispuestas a hacernos emprender el vuelo del perfecto conocimiento, o del pleno goce de las mieles de la felicidad; y, en medio vuelo, cuando el peligro de caer es más letal, esa verdad o ese gozo se muestra altanero y muestra las garras de quien nos dice: Yo no guardo en mí lo que buscas. Y nos estrellamos en la roca produciéndonos heridas que nos dejan maltrechos; pero, al recuperarnos tercamente volvemos a emprender la búsqueda. Sabedor de esas caídas y levantadas, Capriles aconseja: es tiempo, pon tu barca a la deriva pues ni la verdad ni la felicidad se logran en este mundo; sin embargo, no puedes dejar de navegar en el tiempo, y, a ver, si con el barco al garete logras una porción de verdad y felicidad. Como se ve, se trata de un poema bellamente pesimista y lleno de escepticismo, propio de un ser sensible y taciturno.

Juan Capriles, en la misma línea tiene otro soneto, alejandrino esta vez, y, por eso, menos cultivado, especialmente en Bolivia. Oigámosle:

Las naves que mirasteis partir hacia el oriente

seguidas por las blancas gaviotas marineras

han tornado de gala y con albas banderas

Anclaron en las playas de un puerto sonriente

Alejad la tristeza que anubla vuestra frente

y llenad vuestros cantos con amables quimeras;

las alas de las blancas palomas mensajeras,

de su sueño despierten a la Bella Durmiente.

Yo he de seguir, hermanos, ese buque fantasma

que su trágica sombra entre la bruma plasma

y da al abismo el ronco vibrar de su sirena;

o entre Scila y Caribdis, en la mar tormentosa,

escucharé, doliente, un canto de Sirena

o del viejo vigía la angustia que solloza.

Como se puede apreciar, Juan Capriles es un poeta de altos quilates, que hoy en día está cayendo en el olvido, del que debemos rescatarlo para gloria de nuestras letras.

Jaime Martínez- Salguero. Académico de la Lengua.

Fuente: LA PATRIA
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