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Domingo 27 de noviembre de 2011

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Cultural El Duende

Desde mi rincón:

Defensa antipolítica (e impolítica) de Marcela Inch

27 nov 2011

Fuente: LA PATRIA

TAMBOR VARGAS

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Empiezo preguntándome quién hay detrás de estas líneas: ¿el ciudadano boliviano (como si pudieras tocar ciertos temas ¡no habiendo nacido en el país!)?, ¿el historiador?, ¿el ex-director del ABNB?, ¿el investigador asiduo del Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia (ABNB)?, ¿el amigo y colega de Marcela Inch? Para no complicar las cosas, digamos que un poco de todos ellos… Y si nada de ello bastara, ¡alegaré que al Tambor Vargas sí le interesa lo que aquí anda en juego!

Resulta que el pasado lunes 14 de noviembre la directora del ABNB, Lic. Marcela Inch, ha sido destituida de sus funciones. Si desde unos días antes el rumor de lo que algunos decían se venía provocó en el gremio de historiadores una inusual mezcla de preocupación y rabia, ahora es el momento de denunciar impolíticamente lo que con este último episodio estaba, está y seguirá estando verdaderamente en juego.

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En el reciente vocerío desatado uno no puede dejar de percibir cierta ‘sintonía’ de sexo con la Lic. Inch. No era, claro, puramente solidaridad de sexo; pero se olía que esto jugaba su papel. ¿Es esto malo? Lo malo me parece ser que las aludidas se crean obligadas a negarlo. Y mientras las cosas sigan así, seguiremos caminando en la niebla. Además, pienso que se equivocan de causa; es decir, que lo que andaba en juego no era (ni es, ni debería ser nunca) salvar el puesto en peligro porque lo ocupa una mujer.

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También se ha podido percibir una sintonía localista, es decir: paceñista. No porque Marcela Inch sea propiamente paceña (que es cinteña y potosina); pero es verdad que ha vivido en La Paz buena parte de su vida; y que profesionalmente se ha formado en la UMSA. Pero si saco a relucir lo del ‘paceñismo’ es para referirme más bien a otro problema, verdaderamente candente (aunque no origine titulares) y, además, tabú: más de una vez se puede comprobar que muy respetables historiadores paceños no ven mal que un día el ABNB pase a funcionar en la ‘sede de gobierno’. Triste apasionamiento, que les impide ver con la claridad necesaria muchas otras cuestiones nacionales; y encima les quita alguna autoridad moral para pronunciarse sobre ciertos temitas (por lo menos mientras no se hayan desligado de aquellos ‘mitos de la tribu’). Y esto también ha andado en juego, ahora que el tema de la dirección del ABNB ha vuelto a adquirir valor de actualidad (aunque efímera).

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También se han oído voces pidiendo o recomendando no ‘politizar’ las protestas: deben ser las de quienes quieren protestar, pero también guardar la ropa, es decir: el charque; y otras instruyendo mover cielo y tierra para torcer el brazo al gobierno; y otras que hay que ‘internacionalizar’ el caso, recurriendo a los bolivianistas solidarios (aunque pertenezcan al ‘imperio’). Etcétera.

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No hace todavía ni 20 años que murió el director el ABNB Gunnar Mendoza (quien había sabido durar ¡medio siglo en el cargo!) y hasta ahora ya han desfilado cuatro sucesores: Josep M. Barnadas Andiñach, René Danilo Arze Aguirre, Hugo Poppe Entrambasaguas y, ahora, Marcela Inch Calvimonte. Me parece interesante recordar que, fuera de uno que dejó pacíficamente sus funciones poco antes de fallecer (Poppe), los tres restantes fueron echados del cargo. Por vías y motivos sólo aparentemente diversos (quienes deciden en el Banco Central son o tienen por asesores a buenos leguleyos) y de las que –en su caso– Barnadas ha dejado ácida memoria en Una vida entrevista (Cochabamba, 2005, pp. 125-140); todas estas expulsiones vienen a demostrar que quienes ‘aportan’ la plata (que no es, por cierto, de sus bolsillos) creen poder ‘disponer’ de cómo debe ejercerse el cargo y, por ello, quiénes deben hacerlo.

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Situaciones como la que ahora ocupa los medios me parece que, si algo ponen de manifiesto, es la insignificancia de nuestro gremio historiográfico: ¿qué peso podemos demostrar frente a los gremiales, a los cocaleros, a los universitarios, a la COB, a los contrabandistas y, sobre todo, a unos dóciles ‘movimientos sociales’? ¿O estamos en condiciones de organizar y aguantar una marcha de casi un mes a La Paz, con nuestras familias, hijos y nietos para que nos reciba el Presidente de la República? No hagamos reír… ¿Es que somos otra cosa? Entonces, el sentido común recomendaría ‘despertar de nuestro sueño ingenuo’, asimilar nuestra insignificancia (verdadera causa de la impotencia) y esperar que el país, de pies a cabeza, llegue a ser también, algún día, ‘otra cosa’.

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Otra faceta que hace visible la efímera burbuja protestataria e indignada es que una parte apreciable de los actuales protestantes e indignados, no sólo no parecían tener ninguna objeción cuando se trató de aprobar la Constitución vigente, sino que incluso demostraron adherir a la ‘cara simpática’ del programa masista y su bella terminología… Y si alguien propuso algún ‘manifiesto’ al respecto, el hecho es que prevaleció la prudente tesis de la ‘neutralidad’ política de las instancias gremiales; y en último término, la independencia individual. Como gremio callamos; quién sabe si contradiciendo alguna de las más altas funciones ‘sociales’ que a veces algunos nos atribuyen.

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Seamos honestos: ¿de qué resorte del Estado o de la sociedad podríamos echar mano para oponernos a una decisión política que nos parece arbitraria, injusta, discriminatoria, humillante, ideologizada, etc.? ¿Del Parlamento? ¿Del Defensor del Pueblo? ¿De la Asamblea Permanente de Derechos Humanos? ¿De los Comités Cívicos? ¿De los empresarios privados? Por otro lado, ¿nos hemos preguntado si la destitución de Marcela Inch como directora del ABNB entra en contradicción con la línea maestra del partido en el poder desde enero de 2006? Si no la contradice ni choca ni desmiente, es patear oxígeno rasgarse ahora las vestiduras por este episodio: simplemente era previsible. Y si contradice la forma como algunos –incautos– entendieron e interpretaron aquella linda palabrería, habría que demostrar dónde está la contradicción (pero no con la bella palabrería, sino con su aplicación política). Y en este caso todavía quedaría por fundamentar por qué nos irrita. Y entonces probablemente habría que llegar mucho más hondo, a las raíces del todo. Es decir, tendríamos que dedicarnos a combatir al gobierno en su propio terreno: el de la política (¿o el de la demagogia?).

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De repente sería mejor que reconociéramos que la institucionalidad cultural del país ha tendido a moverse entre la más vergonzosa marginalidad (léase: desinterés público) y la no menos vergonzosa instrumentalización política (léase: arribismo o improvisación o ineptitud o fugacidad, o todo junto). Y esto jamás se remediará con pataleos. Es una cuestión pendiente; más bien codependiente de algunas docenas de otras cuestiones pendientes. Entre tanto, el desempeño de la dirección de una institución tan emblemática como el ABNB seguirá pareciéndose bastante a los sudores de un equilibrista en la cuerda floja, ejercicio sólo recomendable para ‘flemáticos’ o masoquistas: si puede ser, ‘ilustrados’, pero por sobre de todas las cosas, ‘flemáticos’ o masoquistas; y mejor todavía: ‘flemáticos’ y ‘masoquistas’.

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Con esa serie de premisas, no es tan sorprendente que cada vez que hay ‘cambio de guardia’ en el frente, en las filas del gremio se oigan cautas voces de quienes promueven cierta democracia directa; en este caso: la aspiración a que el gremio ‘ponga’ su ficha en el cargo; o por lo menos, a que pueda manifestar sus preferencias. Y en caso de tener éxito, sometiendo al pobre candidato a una especie de ‘control social’ de acuerdo a una supuesta agenda preestablecida; cuyo incumplimiento comportaría su automático derrocamiento. Y volvería a empezar el sainete con otro… Como quien dice, la sindicalización del frente cultural de la administración pública. Entonces los disidentes del gremio podrían escoger entre la espada del burócrata, la espada del comité político o la espada asamblearia. ¡La mesa está servida!

Fuente: LA PATRIA
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