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Warning: session_start(): Cannot start session when headers already sent in /home/lapatri2/public_html/impresa/index.php on line 8 Un dulce oficio: pastillas a la orden del día acompañadas de una sonrisa - Periódico La Patria (Oruro - Bolivia)
Un dulce oficio: pastillas a la orden del día acompañadas de una sonrisa
27 nov 2011
Fuente: LA PATRIA
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Ver a una persona cargando una caja llena de golosinas, que a la vez se ubica en una especie de base plegable, a algunas personas nos permite remontarnos a la época cuando éramos niños y asistíamos al cine, puesto que era la forma de disfrutar una película, acompañada de una pastilla, una tablita de crocante o los deliciosos “coquitos”.
Esa sensación sentimos algunas personas al ver a don Mario Quispe, quizá la única persona que continúa cargando la cajita llena de dulces y galletas, para brindar comodidad a algunas personas que necesitan endulzar su vida sin la necesidad de trasladarse hasta algún kiosco, que abundan en la ciudad.
Don Mario, que nació el 15 de abril de 1932, a pesar de sus 79 años continúa con el oficio de endulzar la vida de muchos orureños, situación que no pasa desapercibida puesto que muchas personas le conocen, ya que él se encuentra en el momento preciso en algunas oficinas y en inmediaciones del Mercado Campero, para evitar la fatiga de muchas personas.
Con este oficio de llevar un kiosco ambulante de dulces no sólo al cine, hace años, supo mantenerse gracias a esta labor, puesto que no cuenta con una familia, pero ahora es parte de su vida, la cual continúa a través de este oficio que no es común ver en la ciudad.
Al conversar con don Mario, hasta es grato recordar el sabor de algunos caramelos, puesto que como todo cambia, también cambiaron estos manjares y aparecieron otros como las galletas, que antes no existían.
Recuerda que cuando era joven los dulces y pastillas eran muy diferentes, los cuales eran la delicia de los niños, quienes solicitaban crocantes elaborados en base a maní y miel, que para su venta debían ser cortadas en tajaditas.
Otra de las golosinas que le solicitaban los niños eran las pastillas “Mu-mú” las cuales eran rosadas envueltas en un papel verde, la mayor delicia en el momento del recreo.
Las misquibolas, dulces artesanales de diferentes colores, eran otras exquisiteces requeridas por niños y adultos, puesto que en los años 60 y 70 no existían la diversidad de golosinas que se encuentran hoy en el mercado o en los kioscos que hay actualmente en todo el centro de la ciudad.
Los infaltables cigarros eran del gusto de los caballeros, quienes tenían la costumbre de adquirir su infaltable “pitillo” en las oficinas o al paso por la calle cuando se encontraban a don Mario.
En cuestión de chicles recuerda que siempre había los “Ploc”, además de dulces llamados “cremalines”, coquitos con leche, que desaparecieron en el tiempo y que no se consiguen en la actualidad, siendo quizá el único chicle que a pesar del tiempo es requerido actualmente, es el denominado “Bazooka”.
Lamentablemente este oficio ya no es tolerado en las oficinas pero la presencia de don Mario no pasa desapercibida en inmediaciones del mercado Campero y Bolívar, donde se encuentra en horas de la mañana.
Toda su vida transcurrió de esta forma, llevando caramelos a niños, jóvenes y adultos que se encontraban por las calles, en los colegios y en oficinas donde era requerido, labor que continúa a pesar de haber atravesado en algún momento de su vida, el robo de sus productos por brindar una variedad de golosinas en un puesto de venta que tenía en la calle Junín y La Plata, frente al edificio donde funcionaba la Empresa de Luz y Fuerza Eléctrica de Oruro (Elfeo).
Este hecho provocó que continúe con la venta de dulces en su cajita y llegue a las personas en todo lugar, lo que le permitió recobrar su capital perdido por el robo de su puesto de venta.
Cuenta que donde vive es muy querido y atendido por los mismos propietarios de la casa donde habita desde hace muchos años.
Desde muy temprano inicia su trabajo al llegar a las 07:30 horas al mercado Bolívar, en el interior, las comerciantes le agradecen su presencia para comprarle chicles, chocolates, dulces o galletas, porque de esa forma evitan tener que dejar sus puestos de venta.
A las 11:00 horas, para reponer las fuerzas acostumbra a servirse su “sajra hora” (merienda) como el th’impu u otro alimento, a partir de las 12:00 a 13:00 horas sube la calle Bolívar, rumbo a su domicilio, donde también logra vender algunos de los productos que ofrece.
Este es el ejemplo de un orureño trabajador que debe ser imitado por jóvenes que no encuentran trabajo y evitan el cansancio dedicándose a otro tipo de actividades poco productivas.
Fuente: LA PATRIA
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