La violencia no discrimina y sólo genera más violencia
26 nov 2011
Por: Ximena Miralles Iporre
Alguna vez escuché decir que la violencia por lo general se da en los estratos de la sociedad en los que hay pobreza moderada o extrema, pero lo cierto es que la violencia no discrimina, es decir puede afectar tanto a un hogar humilde como a uno de gente de dinero o pudiente.
Otra afirmación que está comprobada es que la violencia solamente genera más violencia, pues cuando reaccionamos de mala manera a una provocación violenta no solucionaremos nada, al contrario, agrandaremos el problema y por eso es que los pueblos inclusive llegan a la guerra.
Este mal es muy destructivo, pues destroza vidas y hogares, además que se arrastra por generaciones, causando dolor, angustia, resentimiento, enojo y se convierte en un círculo vicioso que no termina nunca si una persona no está dispuesta a cortar por lo sano y de raíz este flagelo.
Ayer se conmemoró el Día Internacional de la Lucha contra la Violencia hacia la Mujer, pero algunas entidades que trabajan apoyando a las víctimas de este mal se enfocaron en la lucha contra la violencia intrafamiliar, es decir marcharon para concienciar a la población sobre el daño que ésta le hace a los niños, jóvenes, mujeres y por qué no, también a los hombres de las diferentes sociedades.
Arriba decíamos que la violencia no discrimina. Muchas veces pensamos que la ignorancia, que el bajo nivel educativo o la escasez de dinero provoca que en las familias exista violencia, pero lo cierto es que ésta se da en todos los niveles sociales y culturales, nada más que las personas de estratos sociales más altos muchas veces sienten vergüenza y se callan, no la denuncian cuando la sufren.
En otros casos, las mujeres consideran que un insulto, un desprecio, un reclamo por el gasto “excesivo” de dinero, un golpe “que no deja marcas” no es violencia o por lo menos no merece ser denunciada, porque su agresor la convence de eso.
También, existen personas que no denuncian por temor a que su agresor reaccione de la peor manera y la ataque con mayor saña, o que lo haga con individuos más vulnerables como son los niños.
Lo cierto es que en lugar de optar por la ira debiéramos escoger el camino del diálogo, aprender a escuchar y a expresarse, sin herir, sin atacar, sin insultar, porque esto sólo lleva al resentimiento y al odio, siendo un paso para que se desate la violencia.
Hace poco, los canales de televisión se vieron inundados con la triste noticia de que a un padre se le fue la mano con el castigo corporal hacia su pequeña hijita, primero la niña se mantuvo en coma hasta que finalmente falleció, si ese padre hubiese controlado su ira, su rabia o frustraciones, este ser humano estaría aún con vida, alegrando los corazones de sus familiares.
En estos casos, habría que recordar que nadie tiene derecho a segar la vida de otro ser humano, por mucha rabia o frustración que sienta, menos aún cuando la víctima es un ser indefenso, débil o vulnerable.
Lo que debemos recordar es que hay que ensañar a nuestros niños a ser felices, a amar, pero debemos guiarlos con el ejemplo, es decir, siendo felices nosotros y amándonos a nosotros mismos como a nuestros semejantes. También debemos aprender a perdonar de verdad y a pedir perdón, sólo así cortaremos de raíz este terrible mal que es la violencia.
(*) Periodista
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