Sin ser norteamericano ni “yanqui-llokalla”, celebro con mi familia el Día de Acción de Gracias pues soy un convencido de que todos deberíamos agradecer a Dios por lo menos una vez al año por los favores que le debemos, aún en situaciones de pobreza.
Es por ello que el jueves llamé a mi Asesora Espiritual y Financiera para decirle: “Cochalita de mi vida, chuncuy, chunquituy, hoy es el thanks given day y esta noche vendrán mis parientes a celebrarlo, motivo por el cual le ruego prestarme unos pesos para poder invitarles un pavo al horno, como manda mi tradición familiar…”
Macacha me preguntó qué quería decir eso de thanks given day y cuando lo supo, mi proposición le pareció magnífica aunque no tanto mi solicitud de préstamo pues en su pueblo el que invita, paga.
Mientras adquiríamos el pavo y sus aderezos para la gran cena familiar expliqué a mi comadre la historia de esta fiesta norteamericana que se remonta al tiempo de los primeros peregrinos ingleses que llegaron a tierras norteamericanas, los famosos “pilgrims”.
Encantada por absorber Historia, ella repuso que la idea de agradecer a Dios por lo mucho que nos da a todos los humanos le pareció siempre muy buena aunque ella siempre lamentó que la palabra “gracias” no existía en el idioma de los quechuas, lo que me obligó a informarle que tampoco existía en la lengua de los aymaras la palabra “gracias”.
Para no entrar en disquisiciones idiomáticas y sociológicas, al ver que ella pagó con su plata todas las comidas y bebidas que ingeriríamos esa noche con mis parientes, le dije: “Dios se lo pague, comadritay…” y así arreglamos nuestras cuentas.
Más o menos puntuales, llegaron todos mis parientes, comenzando por mi tía Encarna que vino desde Cochabamba, mis tías Piedades y Purita que vinieron de Santa Cruz, mi tía Tipnis que llegó desde Isiboro Sécure.
Entre mis tíos debo mencionar a mi tío Pelópidas, mi tío Huebastián, tío Poxipol, y algunos “coladores”, elementos que nunca faltan en cualquier reunión social por muy familiar que ésta fuera.
Felizmente, mi imilla, perdón, mi empleada del hogar, conocida como la Winonna había repuesto la fotografía del presidente Evo que cayó de la pared de mi living y al producirse el sismo, quebrándose el cristal que la protegía; la nueva fotografía mostraba al mandatario con expresión más preocupada. Al admirar la fotografía, mi tío Huebastián la saludó levantando el puño izquierdo y protegiendo su billetera con la mano derecha porque el número de “choros” ha aumentado hasta en las buenas familias.
La reunión familiar fue todo un éxito. Todos mis parientes agradecieron a mi comadre Macacha y ésta agradeció a Dios en nombre de todos.
Al finalizar la fiesta familiar, apareció mi tía Semáforo quien explicó su tardanza diciendo: “Cómo me llamo Semáforo, nadie me respeta a partir de las diez de la noche, y por eso llegué tan tarde”.
PAULOVICH
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