Cumplida nuestra misión de proteger la orureñidad del Señor de Quillacas, mi Comandante Macacha me ordenó colocar un letrero en la puerta del santuario, que dice: “El Señor de Quillacas es orureño y sólo obrará milagros recomendados por el Comité Cívico de Oruro y potosinos abstenerse de solicitar milagros”.
La valerosa cochabambina y su fiel escudero decidimos internarnos en el altiplano rumbo al Sur para impedir nuevos avasallamientos por parte de campesinos potosinos.
Montamos en el jeep que conducía Macacha antes de partir me preguntó si yo portaba mi pistolita para usarla en casos de emergencia pues alguna vez había oído hablar de las feroces luchas que libraban periódicamente los famosos Laimes, Jucumanis y Kakachacas por cuestión de linderos.
Perdidos en la altipampa preguntamos a unos aborígenes si estábamos en suelo orureño o potosino, respondiéndonos en español que no lo sabían y que así vivían felices desde tiempos inmemorables.
De pronto aparecimos en Potosí y no nos dejaron seguir porque la potosinidad había ordenado 24 horas de paro general con bloqueo de caminos en respuesta a la orureñidad que había parado durante 72 horas en forma contundente.
La valiente Macacha dijo a los bloqueadores potosinos que ella hablaba en nombre de la cochabambinidad y exigía que nos dejaran pasar porque la Constitución Política del Estado (aprobada por el MAS) reconocía el derecho que tenemos los bolivianos a la libre circulación, persistiendo los bloqueadores en su acción, en nombre de la potosinidad.
Fastidiada mi comadre y comandante, recurrió al varón que la acompañaba y me dijo: “Ya que los bloqueadores en nombre de la potosinidad no hacen a caso a mis reclamaciones hechas en nombre de la cochabambinidad, háblales tú en nombre de la paceñidad. Orgulloso quise reclamar en nombre de la paceñidad, pero ese momento sonó mi móvil y tuve que atender la llamada telefónica. Era mi amigo yatiri quien me llamaba desde el Palacio de Gobierno para decirme: “Te cuento, hermanito que la brújula que me prestaste y que se la di al señor Presidente Evo no sirve para nada pues él y sus ministros siguen perdidos en el laberinto palaciego donde unos y otros entran y salen de las oficinas, gritan a las secretarias, dictan órdenes a los gobernadores de Oruro y Potosí, llaman a los tarijeños para resolver el asunto del campo Margarita, los chuquisaqueños llaman a Sucre y al presidente de YPFB, el Ministro de Disparates Plurinacionales ha quedado encerrado en un “water” de la planta baja y nadie puede socorrerlo y el Presidente Evo entra y sale de su despacho para que alguien le ayude a responder a la SIDOP que lo ha declarado Enemigo de los Indígnenas. El Palacio de Gobierno es una pena porque se ha tramado en un Laberinto…”
PAULOVICH
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