En los últimos meses y debido a la serie de acontecimientos producidos en el país, se han presentado situaciones en que, extrañamente, “se busca responsables” de extremos consumados. Por principio, en todo y para todo hay responsables; quienes son autores materiales o intelectuales de todo ello, saben a qué atenerse y cuánto deben abandonar sus posiciones de soberbia y petulancia para reconocer, honesta, libre y responsablemente, de cuánto y desde cuándo se es responsable de lo malo hecho, teniendo en cuenta que, de lo bueno, es consciente la colectividad que, de una manera u otra, se beneficia de lo bueno ocurrido.
Hay muchos hechos producidos en el país en los últimos años. Los atentados a los derechos humanos, el imperio de la corrupción, la apertura de causas acusatorias contra todo y contra todos, la imputación por lo que sea a diferentes ciudadanos, es común y corriente; el incremento de los cultivos de coca es notable y jamás presentado en la historia del país; la inefectividad funcionaria está en crecimiento continuo porque quienes ocupan muchos cargos públicos no cuentan con la educación y preparación necesarias; en fin, hay muchos hechos para los que se busca responsables. ¿Hasta cuándo?
El Gobierno, su partido y su entorno, saben quienes son culpables del mucho daño que se hizo al país. Hay muchos casos que el propio Presidente tuvo que intervenir y “cortar alas” a hechos dolosos que se han producido y no falta quien esté en la cárcel purgando sus faltas cometidas durante este gobierno; hay muchos inculpados por diversas faltas; otros que han sido separados del caso con “anuncios simples de que serán sometidos a investigación para luego ser juzgados” pero que siguen esperando hasta las “calendas griegas” que ello se cumpla.
Hay un hecho que lamenta todo el país: el encarcelamiento del ex–prefecto de Pando que lleva más de tres años en la cárcel y que no consigue que se ventile su caso. Se dice que todo “está en manos del tribunal respectivo” pero ningún tribunal sabe nada de nada y no hay responsables; entretanto, sigue la cárcel para quien no ha merecido ni un juicio, ni la presentación de una prueba y, por supuesto, ni una sentencia mínima por “faltas” que habría cometido y que vanamente se le endilgan.
La búsqueda de culpables debe concluir de las mejores maneras posibles: reconocimiento de que no hay materia para juzgamientos; hay injusticias o exageraciones de los cuadros policiales; hay reconocimiento tácito de autoridades que determinaron apresamientos de presuntos culpables sin haberse aportado pruebas ni iniciado proceso alguno; finalmente, sentir la necesidad de borrar la propia conciencia, expresando la inocencia de quienes no tienen culpas y, por otro lado, demostrar la culpabilidad de los presuntos implicados pero conforme a las leyes.
Buscar culpables sabiendo dónde están, qué hacen, qué funciones cumplen y cuánto mal harán todavía; buscar culpables que “esperan” nuevas funciones o cargos o designaciones diplomáticas o consulares o cualquier destino que le permita “demostrar” inocencias no habidas, hay que hacerlo. No es justo dejar “en vilo” a las personas: Los inocentes deben retomar su libertad y los realmente culpables ser juzgados y sancionados conforme a las leyes. Se dice que los nuevos jueces “juzgarán muchos casos”; pero, si igual que lo ocurrido en tanto tiempo transcurrido de los últimos cinco años, demuestran la misma lenidad, descuido y nomeimportismo, ¿qué se puede esperar? El Gobierno y el “poder judicial renovado mediante elecciones de magistrados que muy pocos creen”, tendrán que decir su palabra sobre quiénes son culpables de tanto que se endilga como cierto o falso.
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