Una reciente promoción desde uno de los ministerios del Poder Ejecutivo nos muestra un interesante cambio que se pretende imponer para erradicar la muy pesada y perjudicial burocracia en la administración pública, una suerte de limpieza de viejas y arraigadas actitudes entre los funcionarios públicos.
Se dice que ya se han producido varios talleres y seminarios, intercambio de opiniones y una serie de conferencias para cambiar la mentalidad de quienes trabajan en las muchas dependencias de la “cosa pública”, a la que casi generalmente se accede gracias a una “ayudita partidaria”.
El hecho es que precisamente por esa condición de ingreso a la administración pública que se basa más en la factura de servicios a la campaña y la causa que en los méritos profesionales se ha desvirtuado el sentido de servicio a la comunidad y el desempeño laboral se convierte en una obligación rutinaria que debe cumplirse para llegar a fin de mes y cobrarle al Erario Nacional.
Mucho se habla de la necesidad de “desburocratizar” la administración pública y se le añade actualmente un cambio interesante sugiriendo que los actuales funcionarios dejen de ser tales y se conviertan en “servidores públicos”, estos últimos conscientes de su misión de servicio, respetando factores de ética e impregnados de una dosis suficiente de conciencia de servicio que podría traducirse en dinamismo, responsabilidad, sensibilidad y sobre todo una gran voluntad para solucionar los problemas diarios de la comunidad que por diferentes causas acude a las reparticiones públicas.
Suena bonito eso de efectuar un cambio en el pesado esquema vigente de la administración pública, con la esperanza de que en un tiempo breve los ciudadanos comunes que a través de sus impuestos y otras obligaciones hacen posible el pago de centenares de empleados, puedan recibir por lo menos en retribución a ese aporte una deferente atención a tiempo de cumplir cualquier gestión, en cualquier parte de la enorme administración pública.
Es importante entonces que quienes están en el empeño de efectuar ese cambio tomen para sí la responsabilidad de encarar tan difícil tarea, pero no imposible, de aplicar no sólo un conjunto de normas, sino fundamentalmente de actitudes basadas éstas últimas en ejemplos contundentes que deberían partir de la cúspide del sistema, donde están los gobernantes y descender con el proceso hasta las bases mismas de esa maltrecha cosa pública.
Si hablamos de ejemplo lo más natural sería que la concienciación para el cambio comience en el equipo de Gobierno, donde también algunos fatuos ministros se olvidan que son funcionarios públicos, que ganan sus sueldos gracias a los aportes de una comunidad sacrificada, que con el derecho que tiene puede y debe exigir mejor trabajo de los que tendrían que asumir de una vez la responsabilidad de ser efectivos y atentos servidores públicos y no más empleados públicos de simple reacción partidaria.
Si se logra el cambio pueden anotarse un punto positivo de administración pública y tal parece que la mejor manera sería dando ejemplo de esa intención, eliminando la burocracia gubernamental para resolver con la mayor prontitud los problemas departamentales que son parte de la intranquilidad y de la incertidumbre ciudadana.
Todos los funcionarios públicos en absoluto deben cumplir sus labores con idoneidad y entereza, con responsabilidad, pero sobre todo deben hacerlo con voluntad y suficiente capacidad que permita al ciudadano sentir que sus empleados lo atienden con calidez y con probidad.
Fuente: LA PATRIA
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