Lunes 14 de noviembre de 2011
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Cada vez se oyen mas a menudo voces que hablan sobre el aumento de la pobreza mientras que los ricos se vuelven cada vez más ricos. La violencia aumenta y alcanza también a los jóvenes; en general la criminalidad aumenta desmesuradamente: guerras, asesinatos, muerte y violaciones de una brutalidad que llega a dimensiones inimaginables. Por otra parte aparecen enfermedades que son enigmas para los médicos, en una época en donde las catástrofes naturales se suceden con cada vez más rapidez y dramatismo.
Las voces de los políticos son igual de confusas que las de los hombres de Iglesia. Se buscan soluciones pero del actual estancamiento de la economía sólo obtienen beneficios los bancos y los grandes capitales, sus insaciables fauces tienen que ser atiborradas con cada vez más dinero. Sin embargo la clase media se mantiene a duras penas a flote, agarrándose a su llamita en extinción.
Contradictoriamente la Iglesia sentada sobre sus miles de millones, apela hipócritamente a que se hagan acciones benéficas para paliar la gran pobreza. Muchos predicadores predican donar amor al prójimo, pero su amor por el capital personal es tan grande que anhelan seguir aumentándolo, atrapando a sus ovejas perdidas en el redil. Para ellos las enseñanzas del Nazareno hace tiempo que han quedado por el camino, en su lugar se han puesto dogmas, ritos, sacramentos, cultos y bulas. Pero esto no impide que muchas personas levanten la voz con cada vez más fuerza y reconozcan: "¡Así no se puede seguir!”. Y efectivamente así no puede seguir, ya que la Tierra no da más acogida al pueblo saqueador que agota la tierra y tortura a los animales de la forma más cruel.
