La larga, penosa e infructuosa lucha en defensa de nuestro territorio no es reciente, se arrastra desde que llegaron los Urus a nuestro continente posicionándose en el Altiplano Central, al ser integrantes de la primera etnia que pobló nuestras tierras, quienes además sufrieron una serie de vejámenes al extremo de tener que “refugiarse” en medio del agua, para evitar su esclavitud y pagar contribuciones o tributos por la caza y pesca de subsistencia que realizaban.
Para quienes no conocen nuestra historia, los Urus son los legítimos propietarios de nuestro territorio, cultura que hasta ahora perdura con el paso del tiempo, porque sólo ellos lograron vencer al incario y la colonia, dejándonos el legado del nombre de Oruro que deriva de la monosílaba Uru-Uru que significa de dónde nace la luz. Los Urus viven y están presentes en Oruro.
La Nación Originaria Uru es la única reconocida oficialmente y su existencia data de mucho antes de la fundación de la República de Bolivia, por lo que bien pueden considerarse los primeros pobladores del Altiplano Central, pese a ser marginados y confrontar permanentes luchas con sus vecinos que les obligaron a migrar y conformar tres grupos, los Uru-Chipayas que viven a las márgenes del Salar de Coipasa; los Uru-Muratos que radican a las márgenes del rio Desaguadero y los Uru-Iruhito, que se asentaron a las márgenes del río Desaguadero en la jurisdicción paceña, colindante con el Lago Titicaca. La mayoría de los Urus ahora viven en el Norte de Chile, porque el Estado Boliviano no les otorga medios de subsistencia viéndose obligados a trabajar como expertos agricultores en el vecino país, donde además son muy valorados.
Así figura en los antecedentes históricos que ponen de manifiesto que “aunque la individualización de los distritos de Oruro, Paria y Carangas se registra en la Geografía del Perú Virreial del siglo XVIII de Cosme Bueno y en el Diccionario Geográfico de las Indias Occidentales de Antonio de Alcedo, publicado en 1735, Oruro adquirió la condición de departamento mediante una ley promulgada el 5 de Septiembre de 1826, por el entonces Presidente de la República, mariscal José Antonio de Sucre. Nació a la vida independiente con tres provincias y luego por “políticas de desarrollo” mal aplicadas llegó a tener 16 provincias.
Desde entonces y hasta nuestros días, esa larga lucha por la defensa de nuestro territorio no termina, más aún ahora que está manifiesta la actitud negligente de las autoridades del Ministerio de Autonomías y de anteriores representantes del Poder Central en la Prefectura que contrariamente a buscar solución a estos problemas generaron un “tremendo hueco financiero” en el presupuesto de la actual Gobernación, sin que el Ministerio de Transparencia ni las autoridades anticorrupción hagan nada por sancionar esos hechos.
A eso se suma la actitud pasiva, nada eficiente y hasta conformista de los funcionarios responsables de la Unidad de Límites y Territorio de la Prefectura y actual Gobernación que prefirieron ignorar el conflicto que se advertía con Potosí, por el problema del avasallamiento del territorio orureño, así como otros asuntos pendientes de solución en los límites interdepartamentales con La Paz y Cochabamba.
El conflicto que se suscita es fruto de esa dejadez, porque ni siquiera los parlamentarios que pasaron por la Brigada Orureña y los que todavía cumplen esa misión de representarnos a los orureños, asumieron con responsabilidad este tema y la búsqueda de soluciones, limitándose a aprobar leyes declarativas para nuevas capitales de provincia, que al final resultaron ser un saludo a la bandera, porque al margen de tener el rótulo de capital tal o cual, de nada sirve ese reconocimiento, si no hay una política de incentivo al desarrollo productivo de las 16 provincias.
A todo esto se suman las voces agoreras que piden que el paro sea por un día y simplemente que reclaman que se elija otra directiva cívica, siendo así que cuando tuvieron la oportunidad y fueron integrantes de la entidad localista, nunca dijeron nada ni trabajaron en la defensa del interés regional, cuando estos criticones deberían más bien preocuparse por saber que ocurre atrás del conflicto y que intereses motivan en los políticos de turno postergar indefinidamente la atención o solución de este problema.
Por todo ello insto a los orureños y a todos los que radican en esta alta tierra de los Urus a ponernos de pie para asumir la defensa activa del territorio para poder tener una región productiva y pensar en su desarrollo, temas que son ignorados por las autoridades y hasta el propio Presidente del Estado Plurinacional que se reclama orureño, pero actúa siempre dejando de lado nuestras demandas y postergando la atención de nuestros pedidos, como el actual que “en la lógica del gobierno” (por versión de la ministra Claudia Peña), sería mejor que los presidentes cívicos de Potosí y Oruro lleguen a un acuerdo y debatan el problema de límites, seguramente, por la negligencia y falta de responsabilidad que tiene la autoridad encargada de buscar una solución al problema que podría derivar en un conflicto mayor. Ojala no lleguemos a ese extremo y algún día tengamos autoridades que trabajen por las regiones lejos de usufructuar el voto ciudadano para encumbrarse en el poder y luego embriagarse hasta perder la razón por la cual ocupan esa función.
(*) Periodista
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