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Domingo 13 de noviembre de 2011

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Cultural El Duende

EL MUSICO QUE LLEVAMOS DENTRO

13 nov 2011

Fuente: LA PATRIA

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LA ÓPERA - Giacomo Meyerbeer

Giacomo Meyerbeer (Yaakov Liebmann Beer). Vogelsdorf-Tarsdorf, Berlín, 5 de septiembre de 1791 – París, 2 de mayo de 1864. Compositor favorito del público parisino por su singular estilo en la Gran Opéra. Hijo de un acaudalado comerciante de azúcar, fue niño prodigio con el piano pero pronto manifestó su atracción hacia el teatro. Es considerado creador del melodrama musical romántico, basado en temas históricos y montados de forma grandilocuente.

Durante el fin de siglo, Meyerbeer fue una potencia mundial en música con cifras astronómicas en representaciones. Sus mayores triunfos titulan Robert le diable, Les Huguenots y Le Prophète. En 1842 se convirtió en Director General de Música en Berlín. Murió mientras componía La Africana.

Durante su estadía en Alemania fue influenciado por su amigo Weber, autor de Invitación a la danza y Freischütz, la primera ópera singspiel. Este principio le valió para hallar su lenguaje personal.

Luego de tomar contacto con Antonio Salieri, el compositor se trasladó a Italia, cuya pasión creadora fue cuantitativa y cualitativamente más rica que en Alemania, aunque mimética todavía con los modelos Rossini y Bellini. Así aparecieron las óperas Semiramide riconosciuta, Emma di Resburgo y L´esule di Granata. Los aires convencionales lo convirtieron en un profesional diestro en la mímesis pero ante todo en su conocimiento de la voz humana.

En 1824 apareció El cruzado en Egipto, cuyo éxito le permitió trasladarse a París para comenzar su etapa francesa. Permanecería en la capital de la música entre 1831 y 1864. Llegó en el momento preciso, con ideas bien dispuestas e innovación en el espectáculo de la ópera. Cuando el público deliraba aún con Guillermo Tell de Rossini, las óperas de Aubery y La Judía de Halévy, el compositor configuró sus creaciones aunando los estilos alemán, italiano y francés. Esta mezcla explosiva lo convirtió en el transcriptor perfecto; sus hibridaciones generaron una síntesis estilística sin precedentes en el cosmopolitismo de la época.

En 1831 apareció Roberto el Diablo que incluía ballet, recitativo, coros y fastuosos decorados con incendios, inundaciones y fuegos de artificio. Cabe resaltar que el impacto de sus audacias musicales las debe a Eugène Scribe, dramaturgo de resonancia europea y el más característico libretista de la gran ópera tales como: La muda de Portici, de Auber; La Judía, de Halévy; La Favorita, de Donizetti o; Las Vísperas sicilianas, de Verdi.

En 1936 apareció Los Hugonotes (argumentada en la masacre de San Bartolomé de 1572). Es la ópera más representada de la historia, un espectáculo que encandiló hasta el paroxismo. Para 1900 había alcanzado las mil representaciones. Las elipsis aparecidas en Los Hugonotes influenciaron en los Diálogos de carmelitas de Francias Polec.

En 1849 apareció El Profeta; más tarde, la Marcha de la coronación tuvo tal trascendencia que llegó a comercializarse de forma independiente, visualizando al autor como músico de factura militar. Le siguieron La Estrella del Norte (1854), Dinorah (1859) y La Africana (1865) un adiós póstumo al mundo de la ópera al que tanto contribuyó. Esta última es equivalente a Otello de Verdi o al Parsifal de Wagner.

El seudónimo en la música

Casi desconocidas, omitidas en libros, la historia las silencia. Investigaciones recientes registran más de 5 mil compositoras desde tiempos remotos hasta nuestros días. La primera fue Iti, cantante egipcia que vivió 2450 años antes de Cristo. Alrededor del año 720, la árabe Jamila condujo una orquesta formada por 50 mujeres. Ellas alegraban con su música los caminos entre Medina y La Meca. Durante el Medioevo, trovadores y juglares también fueron mujeres. Durante el siglo XII aparece en Italia Isabella; en Francia, Lorraine e Isabelet la Ruselle en el siglo XIV.

La primera mujer que compuso ópera fue la Francesca Caccini (La Cecchina). Llegó a ser tan famosa que todos sabían que Monteverdi estaba en Venecia, Rossi en Roma y la Cechina en Florencia. En la composición de sinfonías para órgano fue pionera la sueca Elfrida Andrée.

Por razones políticas, tres creadoras fueron decapitadas: la inglesa Ana Bolena, esposa de Enrique VIII; la escocesa María Estuardo y la francesa Maria Antonieta. Otras damas de la realeza que incursionaron en el pentagrama fueron Eugenia Chalotte Augusta Amalia Albertina, princesa de Suecia; Mary Victoria Feodore Beatrice, princesa de Battenberg; Margarita de Austria y María Antonia Walpurgis, princesa de Bavaria.

Dirigieron orquesta la brasilera Chiquinha Gonzaga y la checoslovaca Vitezslava Kaprlova con sólo 19 años de edad. Nadia Boulanger (profesora de Gershwin y Piazzola), estuvo a cargo de la Sociedad Filarmónica de Londres; Joanidia Sodré (sudamericana) dirigió la Orquesta Filarmónica de Bonn. Se suman a esta hazaña Emma Steiner, Mrs. H. A. Beacha y Mary Carr Moorrey. La monja Rosalina Abejo fue la primera directora de orquesta sinfónica.

Durante el siglo XIX aparecieron la francesa Augusta Mary Holmes y la norteamericana Carrie William Krogmann, a quien se le atribuye más de mil obras bajo distintos seudónimos. La francesa Jeanine Baganier recibió el Primer Premio de Piano del Conservatorio de París, pero sus obras aparecen con el seudónimo Freddy Anoka. En 1893, la Universidad de Oxford aprobó los exámenes de la pianista Louise Thomas para obtener su título de Bachiller en Música, pero no lo pudo recibir por ser mujer.

En la actualidad, su música resuena con ímpetu y aunque ya no es imprescindible el seudónimo, la sociedad –integrada también por mujeres– todavía limita la calidad sonora a la creatividad masculina.

Fuente: LA PATRIA
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