Domingo 13 de noviembre de 2011
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El altiplano se parece a un sombrero volando por el altiplano. Pero no hay que atribuir esta semejanza sólo a que un sombrero tenga también algunas superficies planas y luego otras elevadas como un lejano cerro, hechas ellas del mismo fieltro perdido con que se encuentra todo. El parecido, más bien, se debe a que el sombrero que vuela por el altiplano o el altiplano que vuela por el sombrero se encuentran ambos a medio camino del viento y de la tierra y del horizonte y de Dios y de la flota. Entonces se divisan los primeros espejismos.
Pero esos espejismos son el horizonte más interior del altiplano.
Es así:
Una vez de niño, viajando por el altiplano, por medio del altiplano inundado, en tren, como atravesando un espejismo, en el tren Cochabamba La Paz, con camarotes que parecían un mobiliario más del altiplano, me quedé dormido y soñé.
Soñé que veía pasar por el cielo del altiplano varios, varios chullpares altos y de colores –suspendidos, volando lentos, inmóviles por el cielo azul del altiplano– o quizá sólo estaban flotando por los cielos y era sólo el tren el que pasaba. Como les ocurre a los niños en estas circunstancias, me desperté llorando por los muertos. Pero ahí estaba mi tía, que me acarició, me arropó mejor y me hizo sentar a su lado, y me dijo que ahora mire por la ventana del tren.
Fuente: LA PATRIA