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Domingo 13 de noviembre de 2011

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Cultural El Duende

El altiplano

13 nov 2011

Fuente: LA PATRIA

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El altiplano se parece a un sombrero volando por el altiplano. Pero no hay que atribuir esta semejanza sólo a que un sombrero tenga también algunas superficies planas y luego otras elevadas como un lejano cerro, hechas ellas del mismo fieltro perdido con que se encuentra todo. El parecido, más bien, se debe a que el sombrero que vuela por el altiplano o el altiplano que vuela por el sombrero se encuentran ambos a medio camino del viento y de la tierra y del horizonte y de Dios y de la flota. Entonces se divisan los primeros espejismos.

Pero esos espejismos son el horizonte más interior del altiplano.

Es así:

Una vez de niño, viajando por el altiplano, por medio del altiplano inundado, en tren, como atravesando un espejismo, en el tren Cochabamba La Paz, con camarotes que parecían un mobiliario más del altiplano, me quedé dormido y soñé.

Soñé que veía pasar por el cielo del altiplano varios, varios chullpares altos y de colores –suspendidos, volando lentos, inmóviles por el cielo azul del altiplano– o quizá sólo estaban flotando por los cielos y era sólo el tren el que pasaba. Como les ocurre a los niños en estas circunstancias, me desperté llorando por los muertos. Pero ahí estaba mi tía, que me acarició, me arropó mejor y me hizo sentar a su lado, y me dijo que ahora mire por la ventana del tren.

Para calmarle al verme despertar tan azorado, le dije que acababa de soñar en que varios San Martín de Porres, como estampitas grandes, iban por los cielos. Y le dije: sus sotanas eran de colores, sus escobas de aleluyas.

Los santos son traviesos, me repuso, y volvió a insistirme en que mire afuera.

Miré por la ventana del tren. Por lo visto ya habíamos atravesado los grandes, inconmensurables lagos por los que pasábamos para siempre cuando caí dormido y además ahora, aquí y allá, y más allá, había salido el sol y allá y más allá seguía lloviendo y era todo verde, como si el altiplano mismo fuera el altiplano de los cielos. Columnas de sol y luz amarilla sobre aquella colina, o una columna de sombra y de nube sobre capilla blanca –amparada.

Que vea, me repitió mi tía santiguándose.

Entonces los vi, empecé a vedas: toda la tierra estaba llena de arcoiris. O todo el cielo, según qué iris mire. Estaba todito el mundo lleno de arcoiris. Ese grande y de arco completo contra el final del mundo, esos dos pequeños y superpuestos aquí cerca, aquéllos a medias, profundos, ese otro que allá se deshacía como un sueño que despierta llorando lluvias ... Mi tía los contó: eran dieciocho. Me dijo que yo también me persigne y lo hice.

¿Los chullpares de colores que uno ve dormido, entonces, se convierten en arcoiris cuando uno se despierta?, me pregunté. ¿Eso será la muerte?, me pregunté antes de otra vez dormirme, en el tren verde y largo que atravesaba el altiplano.

Juan Cristóbal Mac Lean.

La Paz. Escritor y poeta

Fuente: LA PATRIA
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