Viernes 11 de noviembre de 2011
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Recordando los grandes avances de la minería nacional, pese a contratiempos de épocas circunstancialmente diferentes, hay que convenir que actualmente sigue siendo parte importante de la generación de recursos para el país, aún trabajando –desde la Comibol– con minas cuya riqueza alimentaron las arcas nacionales en un largo periodo desde que se cambió el destino del sector con una acción revolucionaria allá en el año de 1952.
Se menciona el cambio trascendental porque entonces se impuso la nacionalización de las minas, liquidando una primera fase de la historia minera en manos de los poderosos industriales mineros, Patiño, Hochschild y Aramayo que implantaron un imperio que, quiérase o no, aún pervive en las grandes relaciones internacionales y a través de la sucesión de empresas de lo que fue esa organización que relacionó a Bolivia con los mercados internacionales.
El tiempo ha pasado inexorable marcando huella profunda en la actividad minera, las otrora poderosas empresas que horadaban las entrañas de las montañas de Siglo XX, las profundidades de Catavi, el caso de Colquiri u otras como Pulacayo siguen mostrando después de medio siglo que sus vetas y sus reservas aún comprometen a las actuales autoridades de la minería para readecuar esos centros y recuperar lo que aún se guarda como riqueza un suelo extremadamente rico, que fue aprovechado en los buenos años , talvez más de tres décadas de la administración estatal, los siguientes años de los intentos empresariales del sector privado y las condiciones que se abren en la actualidad para seguir justamente con la Comibol trabajando esas minas que según muchos entendidos siguen siendo productivas, pero cuya explotación se hace muy costosa por las condiciones técnicas y las limitaciones propias de algunos emprendedores, generalmente los cooperativistas.
Fuente: LA PATRIA