De pequeña estatura, rostro sufrido, un raído khadi de algodón blanco y un puntiagudo gorro de igual material y color, está lejos de parecer un jugador de cricket o una estrella de Hollywood, los personajes más famosos en la India.
Pero a sus 74 años, Anna Hazare está convirtiéndose en un ídolo de las multitudes y ni uno solo de sus compatriotas permanece ajeno a las actividades que le han granjeado la gratitud de la mitad de la ciudadanía y el odio de la otra.
Hazare ya era conocido en su país y hasta había recibido un prestigioso premio, el Magsaysay, en reconocimiento a su liderazgo en el servicio público. Pero fue el pasado 16 de agosto cuando en verdad saltó a la fama al iniciar una huelga de hambre en demanda de leyes más severas contra la corrupción.
En algo contribuyó la policía a su singular estrellato, pues ese día lo detuvo con la intención de impedirle iniciar el ayuno en una plaza de Nueva Delhi. En cuestión de horas, alrededor de un millón de focos de protesta se encendieron en toda la India y las autoridades se vieron forzadas a liberarlo.
El luchador gandhiano, empero, inició en la propia prisión su planificada huelga de hambre y allí se mantuvo de forma voluntaria hasta el viernes 19, cuando el gobierno accedió a facilitarle al menos por 15 días el espacioso y céntrico Ramlila Ground para que realizara su protesta.
DE SOLDADO A LIDER CIVICO
Kisan Baburao Hazare nació el 15 de junio de 1937 en Ralegaon Siddhi, un pequeño poblado del occidental estado de Maharashtra. Al contrario de Mohandas Gandhi, con quien suele comparársele, procede de un hogar pobre: su padre, farmacéutico, apenas podía alimentar a una familia de nueve miembros.
Cuando aún era muy pequeño, se fue a vivir con una tía residente en la ciudad de Mumbai y allí cursó hasta el séptimo grado. Vuelto a su pueblito, comenzó a trabajar como vendedor de flores para ayudar a la familia hasta que pudo crear su propio negocio.
En 1962 ingresó en el Ejército y tres años después tuvo una experiencia que cambió para siempre el curso de su vida: destacado en Cachemira, fue uno de los pocos sobrevivientes de un ataque de las fuerzas paquistaníes. El hecho lo conmovió de tal modo, que estuvo a punto de suicidarse.
De la fatal decisión vino a salvarlo un libro de un monje hindú del siglo XIV, Swami Vivekanda, cuya filosofía establece que la mejor forma de reverenciar a Dios es servir a los hombres. Hazare convirtió ese principio en su brújula y decidió consagrar su vida a la defensa de las causas sociales.
Vuelto a su terruño natal, y viendo que las crónicas sequías plagaban a la zona de pobreza, enfermedades y crímenes, emprendió una campaña en pro de la conservación del agua y la reforestación. Todavía era joven, pero ya la comunidad comenzó a llamarlo "Anna" (hermano mayor en hindi).
Otra de sus cruzadas locales apuntó contra el consumo de bebidas alcohólicas en Ralegaon Siddhi por considerarlo la causa de muchos de los males del poblado. Las mujeres estuvieron entre sus más fervientes defensoras.
Desde entonces, no han sido pocas sus batallas. Una de ellas culminó hace seis años con la aprobación de una ley sobre el derecho a la información, aunque la historia oficial atribuya ese éxito a la administración del primer ministro Manmohan Singh.
Pero ha sido la lucha contra la corrupción el eje del quehacer de Hazare. Con el apoyo de la ciudadanía, sus denuncias han obligado a dimitir a varias importantes figuras del Partido del Congreso y del Bharatiya Janata Party cuando éste detentó el poder.
PERFIL GANDHIANO
Hazare se comporta en la vida diaria con la misma sencillez que distinguió a Mohandas Gandhi. Cuando no anda de campaña por toda la India, habita un cuarto de nueve metros cuadrados anexo al templo de Yadavbaba en su poblado natal.
Según lo que declaró públicamente en junio último, vive de la modesta pensión que le pasa el Ejército y solo tiene en su cuenta bancaria 67 mil 500 rupias, el equivalente a unos mil 500 dólares. Parte de sus exiguos recursos los destina al financiamiento de obras de caridad.
Pero no solo son sus sencillas vestimentas blancas, su ascetismo y la defensa de los valores tradicionales los que lo asemejan a Gandhi.
Hazare debe no pocas de sus victorias al ayuno y al "satyagraha" o precepto de la desobediencia civil no violenta, prácticas a las que recurrió con conocido éxito el Mahatma durante los episodios que culminaron con la independencia de la India en 1947.
Con o sin intención, él mismo ha remarcado las similitudes al calificar su cruzada contra la corrupción como "la segunda batalla por la libertad de la nación".
Y como Gandhi, Hazare ha movilizado a millones de ciudadanos y proclamado estar dispuesto a llevar su huelga de hambre "hasta las últimas consecuencias".
"Pido a la gente de mi país continuar esta "kranti" (revolución) incluso si yo no estuviera. La erradicación de la corrupción es fundamental para el desarrollo de nuestro país", señaló a los miles que lo acompañan en el Ramlila Ground.
"Sería afortunado si muero por mi sociedad y mi pueblo -dijo, tal vez recordando su viejo libro del monje Vivekanda-. Los que solo viven para sí mismos, mueren; los que mueren por la sociedad, viven".
VISTO DESDE OTRO ANGULO
Más que un activista social inspirado en nobles ideales o un "hermano mayor" al que debe escucharse, no pocos en la India consideran a Hazare "un revoltoso mayor" interesado en hacer carrera política o cuando menos en ganar notoriedad.
Algunos politólogos lo consideran al servicio (voluntario o involuntario) del derechista Bharatiya Janata Party y de una pujante burguesía media deseosa de participar en los beneficios generados por la emergente economía nacional, patrimonio casi exclusivo de la alta clase gobernante.
Su movimiento también ha sido comparado con los de la llamada "primavera árabe", a despecho de las notables diferencias entre los procesos ocurridos en aquellos países y la situación particular de la India.
(*)Corresponsal de Prensa Latina en India
Pero algo es cierto: en la autodenominada "mayor democracia del mundo", uno de cada tres ciudadanos vive por debajo del umbral de la pobreza y las desigualdades sociales se amplían por día, la inflación aumenta a ritmo galopante y la corrupción ha pasado a ser un mal endémico.
El creciente desencanto popular en la política y la palmaria desconexión entre gobernantes y gobernados tornan más inflamatorio el tema de la corrupción y lo convierten -Hazare aparte- en un capital político con el que los partidos de oposición quieren hacer su agosto, justo en este mes de lluvias monzónica y ánimos exaltados.
Lo cierto es que, con una intención u otra, Anna Hazare ha venido a ponerle nombre y rostro al descontento de una parte de la sociedad india, hasta ahora anónima pese a su inmensidad, y a sacar el tema de la corrupción de los círculos académicos para plantarlos en las calles sin aceras de este gigantesco país.
Los diablos andan sueltos y ni el gobierno ni el "hermano mayor" saben cómo terminará la historia.
Fuente: Nueva Delhi (PL).
Para tus amigos:
¡Oferta!
Solicita tu membresía Premium y disfruta estos beneficios adicionales:
- Edición diaria disponible desde las 5:00 am.
- Periódico del día en PDF descargable.
- Fotografías en alta resolución.
- Acceso a ediciones pasadas digitales desde 2010.