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Warning: session_start(): Cannot start session when headers already sent in /home/lapatri2/public_html/impresa/index.php on line 8 Leyes inicuas: profanación de la familia - Periódico La Patria (Oruro - Bolivia)
Juan Pablo Magno, “el Papa de la familia”, desde el inicio de su ministerio petrino, dedicó una especial atención al matrimonio y a la familia, proclamando sin desmayo el evangelio de la familia y de la vida, frente a legislaciones e ideologías contrarias que atentan a la dignidad humana y favorecen la degradación moral de la sociedad, especialmente de la juventud, ante la tendencia creciente de una “profanación” de la familia, a partir de una negación del orden natural y de la erección del hombre como legislador absoluto de la realidad familiar, que eclipsan “la familia santuario de la vida humana”, no únicamente por una insuficiente concepción cultural, sino por leyes que vienen a constituirse en verdaderas estructuras de pecado.
La institución del matrimonio, fue defendida por el Papa Magno Juan Pablo II, que afirmó: “El futuro del mundo y de la Iglesia pasa a través de la familia”.
La arquitectura levantada para destruir el matrimonio se sustenta en la difusión masiva de la anticoncepción, el feminismo radical proyectado para convencer a la mujer de la “esclavitud” y la “trampa” del matrimonio, “empujando a los varones a aprovechar la liberación sexual de la mujer convertida así en promiscuidad”.
Con la puesta en marcha de la revolución sexual y el aborto a la carta, llegó el desplome del matrimonio y la familia. “La televisión se convirtió en niñera, en educador moral, enseñando a las nuevas generaciones que la avaricia es buena, el sexo un deporte de contacto y el matrimonio un compromiso contingente que no tiene ninguna relación con la procreación”.
“El Papa advertía estos hechos como amenazas a los fundamentos de la Iglesia y la civilización occidental cristiana”.
A los legisladores cristianos les dijo: “Las leyes, sean cuales fueren los campos en que interviene o se ve obligado a intervenir el legislador, tienen que respetar y promover siempre a las personas humanas en sus diversas exigencias espirituales y materiales, individuales, familiares y sociales. Por tanto, una ley que no respete el derecho a la vida del ser humano -desde la concepción a la muerte natural, sea cual fuere la condición en que se encuentra, sano o enfermo, todavía en estado embrionario, anciano o en estadio terminal- no es una ley conforme al designio divino.
“Lo mismo puede decirse de toda ley que perjudique a la familia y atente contra su unidad e indisolubilidad, o bien otorgue validez legal a uniones entre personas, incluso del mismo sexo, que pretendan suplantar, con los mismos derechos, a la familia basada en el matrimonio entre un hombre y una mujer”. Así, las leyes que vienen promoviendo diversos “lobbies” son francamente inicuas, porque es ilógico suponer que una mujer podrá ser padre de sus hijos, o un hombre madre.
Hoy en día prácticamente no existe país alguno que no haya legalizado el divorcio. Los estados, en vez de dificultar la destrucción y desintegración familiar, impedirlas o cuando menos no aprobarlas, las han legalizado, y cada vez se dan más facilidades para el divorcio, hasta llegar al llamado “divorcio express”.
El divorcio es un acto que trae grandes sufrimientos. Si el matrimonio es el don divino más grande, el de hacernos partícipes de la creación de la vida y de su fruto, los hijos, el divorcio hace trizas los sagrados lazos que mantienen unidos a los miembros de una familia en el Plan de Dios.
El bien común, es la función más alta de un estado. Contrariamente, hoy en día, los estados se han convertido en servidores del mal, abriendo las puertas de par en par a todas las consecuencias para sí mismos y al final de cuentas, para la sociedad humana.
El egoísmo es la causa principal de la destrucción de las familias, provocando en la prole insoportables tensiones y conflictos. ¡Cuántas miserias espirituales y cuántos daños personales y materiales están vinculados a la desintegración familiar!
“El bien de los hijos se ve sacrificado a las ambiciones o gustos de los padres. Y cuántas veces éstos se interesan mucho más por el dinero o por la salud física que por la modelación espiritual de los niños, como si en vez de cultivar personas, criaran animales” (J. M. Iraburu, El matrimonio en Cristo).
Ciertamente hay ausencias inevitables, como la muerte o la separación obligada, así y todo, la madre y el padre son insustituibles, la ausencia o la falta de uno de ellos conlleva en los hijos consecuencias negativas diversas, por eso en todo divorcio, los más afectados son siempre los hijos, sin importar la edad que tengan, porque para todo hijo es vital la unidad entre sus padres. El padre es la cabeza de la familia y la madre su corazón. ¿Cómo podrá la familia subsistir sin el uno o sin el otro?
Los especialistas en problemática familiar señalan que los hijos de padres divorciados o ausentes presentan mayores dificultades en sus relaciones paterno-filiales y sociales, así como más problemas psicológicos y de aprendizaje y menor rendimiento escolar.
Las consecuencias son nefastas, ya que existe una relación directa entre hogares rotos y conductas antisociales de los hijos, como delincuencia juvenil, alcoholismo y drogadicción. Se observan altas tasas de precocidad sexual y embarazos, e hijos extramatrimoniales entre los descendientes de padres separados, así como más dificultades en sus relaciones de pareja.
(*) Director Nacional Pioneros de Abstinencia Total
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