“Pero ya lo sabemos, el bovarysmo pedagógico jamás crea nada. Habla con una asombrosa gravedad de alcoholismo, de fanatismo, de egoísmo, etc., todos lugares comunes y «clichés» que están en boca de todos los filisteos del pensamiento boliviano, desde hace cincuenta años. Pero lo que los beocios de todos los tiempos no han soñado siquiera, ni nuestros actuales pedagogos, es el descubrimiento, el estudio de todas las virtudes y fuerzas de la raza, la investigación de todos sus elementos de vida psicológica, la misteriosa y divina trama de esfuerzos y actividades, de acciones y reacciones interiores que constituye la vida misma de la nación. Esto no lo han visto nunca. De esto no hablan jamás. Revolved las bibliotecas y archivos, oficiales y particulares: No encontrareis una sola línea sobre el mecanismo íntimo de nuestra vida de bolivianos”, escribía en “El Diario”, 1910, don Franz Tamayo.
De esa fecha a hoy, la situación sí ha cambiado, “revolviendo”, buscando en las bibliotecas y archivos que decía el pensador de los Andes, encuéntrase para el investigador perspicaz, aquello que reclamaba el bardo. Pues bien, desde el propio Tamayo, pasando por Gustavo Adolfo Otero, Carlos Medinaceli, Roberto Prudencio o Fernando Diez de Medina, se ha penetrado en la forma del espíritu, de la cultura nacional. El problema ancho no es, entonces ya, la falta de esos elementos, sino, algo igual de perjudicial: su desconocimiento. Inícuo desconocimiento es, en verdad, para los ambientes profesorales y escolares de Bolivia. Se abunda en la fraseología vana y repetitiva de siempre, trátase de una pedagogía tendiente al “parasitismo”, cuando no al “doctorismo” que Mariano Baptista Gumucio, ministro de Educación de fuste en años pretéritos, había diagnosticado como uno de los males más nocivos para la bienaventuranza nacional y que Arguedas ya había intuido en su “Pueblo Enfermo”. Cosa que por lo demás, consiste en formar a los escolares para saltar desesperadamente del banco o pupitre colegial al banco de la universidad y luego al Banco del Estado en feroz lucha intestina de empleomanía, engrosando cada vez más la legión de burócratas y desocupados así como debilitando cada vez más el pingüe Erario.
Se continúa, en materia pedagógica, con el “macaquismo” imitativo consuetudinario ya en nuestra Escuela, cuando lo verdaderamente trascendental debe ser la constitución de una pedagogía propia, hecha a la medida de nuestra realidad, interpretando y comprendiendo la forma de nuestra cultura, antigua de las más, y pedagógicamente en germen.
Si la política educativa de la República ha sido en veces pobre, en veces digna; hoy es confusa, insidiosa, acaso traicionera. Inédita es, según mi entendimiento, la entrega de billetes a los niños escolares, a los “educandos” como a más de un profesor gusta decir. Pero en cualquier caso, esa no es pedagogía, extender efectivo no es enseñar, no educar, disciplinar ni formar. Es, creo, un error muy grave del que se van a notar, eventualmente, las consecuencias cuando ya no se entregue el dinero y el “educando” quédese descontento, como también cuando lo reciba, en tan temprana edad, casi como requisito para estudiar. Socávase, pues, la integridad moral del niño. ¡Homo, homini lupus! No se ha comprendido aún la nocividad que esa manera de manejar la cosa pública, el sistema educativo nacional, implica. El niño, centro de toda pedagogía, como quería Tamayo, es fértil receptor de costumbres, y la costumbre de esperar el dinero por el dinero y por él hacer cualquier cosa, cualquier abyección, es la que ha destruido las naciones, porque se han corrompido los individuos. Probado está.
En otro tiempo teníase por política educativa la edición de las mejores obras que bolivianos insignes habían forjado. Lucía promisoria la “Biblioteca Boliviana” con publicaciones numeradas, realizadas, naturalmente, por el Ministerio de Educación. A través de distintos gobiernos. En 1944 mandóse editar en la Argentina y con fino material, la “Creación de la Pedagogía Nacional”. En 1956, don Fernando Diez de Medina era nombrado ministro de Educación por el gobierno de la revolución boliviana y el “Jefe” Víctor Paz Estenssoro, ratificado por su sucesor Siles Zuazo, gestión en que se editó con alta calidad, los “clásicos” nacionales y se impulsó los valores jóvenes. El humanismo tenía altura. Similares gestiones se hicieron en otros gobiernos que no es posible referir aquí.
Hoy, a más de entregar rentas estimulando el ya mencionado parasitismo, se entregan, nos dicen, computadoras portátiles, “laptops”. ¿Para qué?, ¿En qué beneficia eso a los “educandos”? Quizá contribuya a proliferar el materialismo atroz muy propio de este siglo. Hubiera preferido, mil veces y más, dotar a nuestros profesores de buenas ediciones de la “Creación de la Pedagogía Nacional”, tan famosa en ellos como desconocida en verdad e incomprendida; de “Nayjama” o “Thunupa”, forjadas por el autor del Código de la Educación Boliviana de 1954, el más grande humanista de Bolivia: Fernando Diez de Medina; y de tantas otras hazañas trabajadas por nobles hombres de letras.
Quede testimonio, por ahora, del error malsano que desde el Gobierno se está infestando a la colectividad.
Para tus amigos:
¡Oferta!
Solicita tu membresía Premium y disfruta estos beneficios adicionales:
- Edición diaria disponible desde las 5:00 am.
- Periódico del día en PDF descargable.
- Fotografías en alta resolución.
- Acceso a ediciones pasadas digitales desde 2010.