Existen iniciativas que bien merecen ser atendidas porque constituyen, ante todo, parte de un sentimiento común que los bolivianos han demostrado antes, durante y a la llegada de los marchistas del Tipnis a la sede de gobierno.
El compositor, cantautor y coplero chapaco, Paulino Figueroa solicitó al Comité Cívico de Tarija que comande la postulación de los marchistas en defensa del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure, al “Premio Nobel de la Paz”; especialmente, dice Figueroa, porque “hoy que los ojos del mundo están volcados hacia nuestros compatriotas que después de una larga caminata, soportando calor, frío, lluvia, picaduras, hambre y sed y, por si fuera poco la bestialidad de los vejámenes cometidos contra ellos”.
Sería muy bien visto, creo yo, que la iniciativa del señor Figueroa, consiga el apoyo necesario y efectivo para la postulación que pretende. Existen ejemplos por lo mismo que los indígenas del Tipnis luchan: Rigoberta Menchu, logró el Premio Nobel de la Paz “por su trabajo en pro de la justicia social y de la reconciliación etno-cultural basado en el respeto de los derechos de las personas indígenas”; lo mismo que el ex vicepresidente de los Estados Unidos, Al Gore, a quien se le otorgó la distinción “por sus esfuerzos para construir y difundir un mayor conocimiento sobre el cambio climático provocado por el hombre, y para sentar las bases de las medidas que son necesarias para contrarrestar ese cambio”.
Los originarios del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure, han mostrado voluntad traducida en una sacrificada marcha de más de seiscientos kilómetros con niños en brazos y personas de la tercera edad acompañando a sus hijos y sus nietos; todo, en defensa de su hábitat, de la naturaleza, de la fauna y la flora de un parque nacional que se constituye en una reserva ecológica, pulmón de nuestra patria y el mundo.
Los marchistas del Tipnis, mostraron, en todo momento, tranquilidad ante la prepotencia; acción pacifista ante la violencia y brutalidad desencadenada contra ellos. Ante la resignación antepusieron la firme decisión de proseguir con su valiente acción, hasta llegar a La Paz para hacer oír sus voces de reclamo, frente a poses de prepotencia de sus interlocutores.
Los marchistas del Tipnis, no actuaron con violencia, ni con actos beligerantes, desarmaron un inconsulto proyecto de destrucción de su hábitat, con voz calmada y palabras sencillas, pero suficientemente firmes para mostrar su razones, a todas luces valederas.
Los marchistas del Tipnis, mostraron al mundo que ni los palos, ni el maskin en las manos y en la boca, pueden acallar la justicia, la democracia y los valores superiores del ser humano como son la verdad y la justicia.
Por eso, la idea del poeta y coplero tarijeño, Paulino Figueroa, de proponer a los marchistas del Tipnis al Premio Nobel de la Paz, viene a ser un deseo legítimo, que merece el apoyo de instituciones ciudadanas representativas, tal como solicitó al Comité Cívico Tarijeño; libre de posiciones políticas, con la misma humildad y decisión que mostraron los indígenas en su larga caminata. Como los versos de Paulino, escritos con sencilla belleza:
“Vengo de lejos señores/ vengo desde Trinidad/ por Moxos, por San Ignacio/ por San Borja y Totaizal/ desafiando los calores/ el frío y la inmensidad/…Voy a seguir con mi marcha/ voy a seguir con mi afán/ así me quede sin alma/ sin techo, vida ni pan/ porque al perder nuestra casa/ quedamos sin dignidad…”
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