Martes 01 de noviembre de 2011

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Cuando llega el primer día de cada mes, un rayo de esperanza ilumina mi pobre vida y me pongo al lado del teléfono para responder inmediatamente a una dulce voz española que me dirá invariablemente: “Hola, cholito mío, acabo de ordenar a mi Banco tu remesa correspondiente al mes que comienza porque no quiero que te prives de nada mientras yo viva…” Remesa viene y besos van, mientras mentalmente me burlo de los apuros que pasa el ministro de Economía y Finanzas Luis Arce Catacora para solucionar la crisis de este sexenio del siglo 21.
Después de bailar solo un pasodoble y de agradecer a Dios y a mi españolita llegó a mi casa mi comadre cochabambina, y antes de que ella abriera la boca, le dije: “Hoy le pagaré los intereses mensuales que le debo por los préstamos que me concedió estos dos últimos años”, anuncio que la hizo feliz y la obligó a poner ante mis ojos incrédulos un lote inmenso de masitas que los panaderos artesanos hornean para la festividad de Todos Santos y que anualmente saboreo con deleite porque me recuerdan a mi lejana niñez. Al contemplar sobre mi mesa tal cantidad de deliciosas masitas obsequiadas por mi comadre Macacha quise abrazarla y besarla (en la mejilla) pero la ágil quillacolleña me burló con un juego de cintura y no legré mi agradecido propósito, diciéndome sentenciosamente: “Usted es solamente mi ‘guagua-bizcocho’ y respetos guardan dentaduras”.