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Domingo 30 de octubre de 2011

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Cultural El Duende

EL MUSICO QUE LLEVAMOS DENTRO

30 oct 2011

Fuente: LA PATRIA

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La ópera

La música escénica hace su aparición en la primera mitad del siglo XIX con Rossini y Mayerbeer; en la segunda se muestran Verdi y Wagner. Entre ellos no hay puntos de contacto; cada uno con su singularidad, tallan la historia de la ópera en occidente.

GIACOMO ROSSINI. Pesaro-Italia, febrero 29 de 1792 – París, junio 13 de 1868. Sobresalió como autor de óperas bufas desde 1810. Mostró su genio a los seis años tocando en la banda municipal y, sin siquiera haber cumplido los 25 años, alcanzó tal éxito que su influencia fue absoluta en compositores posteriores y aun contemporáneos.

En 1816 estrenó su obra maestra El barbero de Sevilla y concluyó su triunfal carrera en 1829 con el grandioso Guillermo Tell, sin que durante los cuarenta años siguientes, volviese a componer más.

Rossini poseía gran imaginación; sus melodías sedujeron y sus oberturas maravillaron. Su mentalidad no se inclinaba a la reflexión, baste decir que el Barbero fue escrito en trece días. Escribió La cambiale en cuatro días. ¿Quién podía ganar cuarenta dólares en tan poco tiempo? Al cumplir el servicio militar, un oficial conoció su ópera La piedra de toque y decidió eximirlo. A los 21 años logró escribir el aria Di tanti palpiti, tan hermosa que un tribunal de Venecia tuvo que prohibirla porque la tarareaban por la calle.

Con El barbero de Sevilla borró del cartel obras de compositores como Nicola Antonio Zingarelli, Antonio Zingarelli, Saverio Mercandante, Simon Mayr, Ferdinando Paer, Mosca, Carlo Coccia y Paisiello. La historia ha colocado a este italiano entre Mozart, Beethoven, Bellini, Donizetti y Verdi. Tuvo suerte: algunos mecenas lo protegieron y él se especializó en el arte de complacer, no con temas legendarios, poéticos o simbólicos, sino con intrigas divertidas y enredos sentimentales (tenor o barítono junto a soprano y algún bajo cómico).

Su primer matrimonio fue con la cantante española Isabella Colbran en 1822, de quien se separó 15 años más tarde. Luego contrajo nupcias con Olympe Pélissier en 1846. Rossini recibió las condecoraciones más importantes de Francia e Italia. Falleció en 1868. Mientras miles de voces entonaban la plegaria de su Moisés, fue enterrado en el cementerio parisino del Pére-Lachais, pero desde 1887, sus restos descansan en Florencia, Basílica de la Santa Croce, junto a Galileo Galieli, Dante y Miguel Ángel.

El compositor dejó un legado monetario considerable del que destinó fondos para el asilo de músicos retirados (aún hoy vigente) además de otras obras de beneficencia. Sobrevivió a Vincenzo Bellini, Gaetano Donizetti, Giacomo Meterbeer y coincidió con la aparición de Giuseppe Verdi y Richard Wagner. Grandes compositores siguieron su obra mediante los afamados tournedós Rossini. De igual manera, muchos platos de cocina son designados en honor al creador que era un consumado gastrónomo.

Rossini o el arte de complacer

Mozart fue la alegría de mi juventud, la desesperación de mi edad madura y el consuelo de mi vejez, expresó Rossini en sus últimos años. ¿A qué se debió esta desesperación? Es que en medio de sus triunfos no podía alcanzar el modelo y se sentía desanimado por la lejanía de una perfección casi inhumana.

Se dice que la Revolución francesa la inició Beaumarchais al escribir tres piezas ligadas por los mismos personajes: La precaución inútil (El barbero de Sevilla), La loca jornada (Las bodas de Fígaro) y La madre culpable. En ellas los de abajo –Fígaro y Susana (sirvientes)– cobran mayor estatura moral que los de arriba –Almaviva, Rosina, Bartolo.

De esa trilogía, Rossini elige la más liviana: Almaviva y Rosina, dos jóvenes que se burlan de Bartolo para vivir su amor. Si bien Mozart había manifestado el derrumbe del erotismo, del pesar melancólico y la lucha del criado contra su señor, la música de Rossini no busca expresar tales emociones. Se concentra en agradar al público. Mozart comprende y ama a sus criaturas; Rossini se ensaña provocando risotadas. Mozart se contenta con suscitar una sonrisa llena de tolerante humanidad. Rossini usa y abusa de los defectos humanos.

Cuando Mozart debe poner música a una historia como La flauta mágica, le adosa una fábula moral para resaltar el triunfo de los buenos y acercarnos al ideal ético y fraternal. A Rossini eso lo tiene sin cuidado: Eso que no se puede leer en un libro ni soportar en el teatro, eso se canta en la ópera, explica sin rubor.

Sus procedimientos musicales son infalibles. Inventa procedimientos orquestales de efecto aplastante, con instrumentos de metal, batería y percusión. A sus 24 años, no sólo es el mejor operista italiano, es el único, pues Paisiello ya no escribe, Fioravanti es director de orquesta, Spontini y Cherubini se dedican a la ópera francesa. En el orbe germano son aún desconocidos Schubert y Weber, y muy jóvenes Schumann y Wagner. Un aura de complacencia, gran atractivo escénico y buen humor rodean sus obras.

Entonces, ¿por qué, teniendo tal éxito, se retira a los 37 años?

Él mismo lo confiesa: Un éxito más añadirá poco a mi fama, y un fracaso me perjudicaría mucho… Hedonista, sensual, nada romántico, siente que pertenece a otra época. Después de él, la ópera no alcanza la majestad de otros tiempos. Sus composiciones son el alimento preferido del público. La crónica es benevolente con su humor, y quien se desliga de esta posición es visto como sospechoso y hasta excéntrico.

Fuente: LA PATRIA
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