Sábado 29 de octubre de 2011
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Editorial y opiniones
Populismo judicial
29 oct 2011
Dimitto iracundiam suam patriae (Julius Caesar) • Por: Henry Ríos Alborta
Desde Aristóteles, no se puede negar que la degeneración de la democracia tiene un nombre: Demagogia. Así, con precisión matemática, cualquiera de estos sistemas, compuesto en las ciudades-estado de la cultura antigua, harto perfeccionado en la Inglaterra parlamentarista, es susceptible degenerar en aquel vicio de las sociedades con tendencia populista.
Vicio es, en efecto, aún cuando el vulgo se regocije en su proliferación, la manera de llevar a cabo la cosa pública sublimando, lisonjeando las costumbres muelles y sensuales del populacho. Todo ello con un fin por demás sabido: la reelección.
Ante esa manera irresponsable de manejar los negocios públicos, irrumpe, tácitamente, dignamente, la soberanía delegada: el parlamentarismo. Soberanía absoluta es desgobierno, no siquiera quimera, sino, cosa inexistente, nociva para la humanidad, para la coexistencia de naciones e individuos. Es, para decirlo con un término popular: el caos.
Desde que el Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre, el “soldado filósofo” como lo denomina Arguedas, convocara mediante decreto expedido febrero 9 de 1825, en su calidad de General en Jefe del Ejército Unido Libertador, a la Asamblea de Diputados para definir la suerte de las provincias del Alto Perú, hoy Bolivia, establecíase precisamente, con visión, en verdad, del filósofo, visión que menester es analizar en el compacto texto del referido decreto, el sistema de la soberanía delegada para la nación boliviana, todavía en germen. Mediante este sistema, también la judicatura debía ser y fue, elegida por los representantes nacionales. Tal es lo correcto.