No pasan muchos días de haber leído en un matutino de circulación nacional que la ciudad de La Paz confronta tres serios problemas, la delincuencia, la convulsión social y el problema de las drogas, tres aspectos que de acuerdo al análisis de especialistas se convierten en una constante de pocas variables en otras grandes ciudades, como Santa Cruz o Cochabamba, las variantes en el caso de la convulsión social, que tiene mayor arraigo en la sede de gobierno.
Pero también las noticias que se publican en el matutino local y en algunos otros medios audiovisuales, reflejan que Oruro está entrando en esa grave selección de “ciudad – problema” y lamentablemente con los tres problemas que afectan a las otras, quizás uno que otro en menor proporción pero de igual preocupación, pues hay delincuencia marcada, se detecta la venta de drogas especialmente en el círculo de estudiantes y casi diariamente hay algún sector que gana las calles protestando porque no se le atiende.
En éste mismo espacio hemos señalado recientemente que nuestra ciudad es caótica, debido a la indisciplina ciudadana, se ha reconocido que nos falta “cultura urbana” y que es necesario emprender programas masivos para educar a la población en el buen desempeño de hábitos, en el respeto a las normas vigentes y en la transmisión colectiva de los buenos modales, empezando por los estudiantes y llegando a los adultos. Esto puede y debe funcionar para mejorar nuestro modo de vida con más comodidad y seguridad.
El problema se plantea ahora desde el punto crítico que nos muestra serias falencias en los planes de “seguridad ciudadana” que tan frecuentemente se repite como una “tarea de todos”, pero principalmente del organismo policial, cuya responsabilidad directa es cuidar el bienestar de la población… y esto es justamente lo que está faltando.
Están proliferando las pandillas juveniles, los jóvenes ahora consiguen bebidas alcohólicas como si fueran gaseosas, y beben en la vía pública, en plazas y parques, mostrando escenas realmente preocupantes, hasta indecorosas por la pérdida de conciencia de estos menores, hombres y mujeres, cuyos padres parecería que han descuidado sus deberes.
Lo más grave es que hasta se descubrió una “casa de jolgorio” donde se reunía a jóvenes estudiantes que eran reclutados en las puertas de establecimientos educativos, particulares y fiscales. En ese antro se encontraron muchas bebidas alcohólicas, rastros de drogas, prendas de vestir desde íntimas hasta uniformes. La casa funcionaba desde hace tiempo y fue ubicada gracias a la acción de un padre de familia desesperado por el paradero de su hijo. Comercializadores de drogas “al raleo” ya fueron detectados y se busca a los distribuidores mayoristas.
Estos son temas que no deberían pasar desapercibidos por la Policía, que por supuesto conoce de sobra estos hechos pero lamentablemente no procede en consecuencia, por lo menos hasta que por otros medios salta el delito.
En cuanto a la convulsión social es también parte de la cotidianidad, pues los diferentes sectores sociales están en las calles, bloquean, interfieren la libre circulación de personas y vehículos, causan serios deterioros y nadie puede frenar “esa protesta popular”.
Los hechos que se presentan diariamente son preocupantes, la ciudadanía exige mayor control policial y decisión de las autoridades para evitar más daños a la colectividad, especialmente a la juventud. Oruro debe salir del círculo de las ciudades fuera de control, la seguridad ciudadana debe ampliarse bajo liderato policial y apoyo general.
Fuente: LA PATRIA
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