Martes 25 de octubre de 2011
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La cercanía de la festividad de los Fieles Difuntos llena la actualidad de la existencia y de la calidad del Purgatorio. ¿Existe?, ¿por qué motivos?, ¿cuál es su identidad?
Lo ha estudiado profundamente, uno de mis santos favoritos, Tomás de Aquino con argumentos sólidos que reduce a cuatro fundamentales:
El Purgatorio es una “exigencia”:
1.- De la santidad de Dios. La comunión entre Dios y el alma exige una pureza plena, una limpieza total, porque Dios aborrece espontáneamente toda suciedad. Si bien han podido existir santos que hayan sufrido cruces muy superiores a sus faltas, por lo que el dolor les purificaría ya en esta vida, eso no es lo común, ya que es difícil que persona alguna pase por este mundo sin imperfecciones ni pecados leves, que requieren una purificación antes de ingresar en el Reino de la santidad. Se impone entonces la necesidad de la purificación, según la cantidad y la calidad de las faltas.
2.- De la Divina Providencia. Sólo a Dios le corresponde ofrecer a los bienaventurados la oportunidad de su purificación.
