Debido a las políticas restrictivas impuestas por el Gobierno para el campo económico, prácticamente existe una especie de parálisis en los cambios que deberían producirse en el país. Las inversiones planificadas antes del actual gobierno y aquellas anunciadas en sus primeros años de gestión, no son realidad; al contrario, parecen totalmente paralizadas.
Las autoridades, especialmente el Presidente, anunciaron que “el Gobierno garantiza la inversión de capitales”; sin embargo, no existen las precisas no sólo para la inversión financiera sino también para la tecnológica y humana que requiere el país. Lo foráneo espera que el país cambie políticas al respecto y se produzca una apertura a objeto de considerar el problema y proceder en consecuencia. Según el régimen, “el país garantiza toda inversión y lo demás son susceptibilidades”.
La verdad es que el país, especialmente el sector privado, vive pendiente de lo que pudiesen decidir las autoridades que si bien anuncian garantías no las disponen mediante las normas que deben aprobarse casi perentoriamente porque, de seguir como estamos, sólo prepararemos el colapso de nuestra economía hasta llegar a situaciones en que no será posible esperar ninguna reacción favorable ni del capital extranjero, ni del privado.
Al contrario de lo que ocurre en nuestro país, los vecinos han recibido importantes aportes de compañías que han decidido fortalecer sus economías mediante las inversiones en otros países; han trasladado tecnología y capacidad humana a objeto de que los nuevos socios o países se conviertan en proveedores de todo lo que el mundo precisa para seguir con políticas de desarrollo. Por supuesto, estas políticas han determinado que cada país se convierta en competidor de otros porque busca no sólo producir más, sino hacerlo con calidad.
Cuando se reconoce que nuestras exportaciones no tradicionales han bajado sustancialmente, las preocupaciones por el futuro se hacen mayores, especialmente si se tiene en cuenta que no se puede esperar mucho tiempo para crear riqueza y generar empleo en lo inmediato, sabiendo que todo ese proceso requiere de mucho tiempo que es aprovechado por otros países que ya tienen en explotación todo lo instalado en sus territorios debido a las garantías recibidas y las condiciones ventajosas que tienen para trabajar y producir.
Encarar este problema debería ser preocupación del gobierno y no atenerse sólo a anuncios que no se cumplen y que, además, sólo crean falsas expectativas y crean más desconfianza en la comunidad sobre los pasos que vayan a darse en cuestión tan importante. Hemos perdido mucho tiempo desde que se adoptaron disposiciones negativas; reponerlas y darles el sitio que correspondería al país en el concierto internacional, requerirá de mucho tiempo.
El Gobierno está obligado, pues, a corregir políticas que, nadie sabe con qué criterio, adoptó hace años. Garantizar las inversiones nacionales y extranjeras debe ser labor prioritaria de todo lo que debe hacerse; de otro modo, pese a los optimismos de las autoridades económicas del régimen, corremos el riesgo de perder más de lo absurdamente negado al país desde hace mucho tiempo: un desarrollo armónico y sostenido.
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