Es una práctica que, al parecer, se volvió habitual, esa de crear incentivos económicos justo antes que los ciudadanos acudan a las urnas, para cualquier tipo de comicios electorales; de manera que, los ciudadanos vayan a emitir su voto con el recuerdo de un último bono que, supuestamente, lo mantiene alejado de la realidad que se vive en lo cotidiano. Es decir, estaría predispuesto a agradecer y retribuir lo recibido, con el voto de acuerdo a las expectativas del oficialismo.
El Decreto Supremo que creó un bono de mil bolivianos para todo los empleados públicos, que, además, lo pagamos todos los bolivianos porque es dinero del TGN, no fue sino una salida para contrarrestar la creciente caída de popularidad de la imagen del Presidente y su gobierno, y organizar la “marcha de los obligados” de supuesto apoyo popular; el que, sin embargo, no se reflejó en las urnas.
Lo malo es que esa medida, que tiene una fuerte carga demagógica, le cuesta al Estado Plurinacional de Bolivia, alrededor de 290 millones de bolivianos, según datos del 2009. Con seguridad, esa cantidad se ha incrementado considerablemente en estos casi dos años, por la necesidad que tiene el Gobierno de dar a sus correligionarios puestos de trabajo. No otra cosa significa que el 2004 el país tenía 255.928 servidores públicos; en tanto, según el Viceministerio de Presupuesto y Contabilidad Fiscal a enero 2010, ya se tenía una cifra estimada de 287.963 empleados.
Pero esa erogación del TGN de 290 millones de bolivianos, o más, que es el costo de popularidad del Gobierno, para el empleado público, es nada más que una ilusión, porque todos los del sector público estuvieron obligados a soportar un descuento “voluntario” de sus salarios para las campañas emprendidas por el Gobierno, como la que realizó para incentivar la asistencia a las urnas el domingo pasado, como han denunciado funcionarios de varios ministerios; Sin embargo, esos gastos prebendalistas, de nada sirvieron. Igual, la población voto nulo, blanco o no asistió a las urnas asestándole un duro golpe a la supuesta popularidad del Gobierno, que apostó a tener el 70% de votos válidos; sin embargo, ese porcentaje fue para los nulos y blancos que se convirtieron en un claro mensaje de rechazo a la amañada selección de candidatos. Los que perdieron toda legitimidad para ejercer la labor de magistrados o jueces.
El espectacular y apoteósico recibimiento de los marchistas del Tipnis, fue otro golpe a la popularidad del señor presidente Morales, que en menos de una semana recibió dos muestras del descontento popular por la forma de gobernar, por más que sus ministros quieran explicar en mil formas, sin resultado algunos, que todo lo que sucedió, no sucedió. Por otro lado, algunos de sus ministros aparte de perder credibilidad, sufrieron en carne propia la pérdida de respeto a sus investiduras cuando tuvieron que soportar silbatinas, insultos, y hasta ser obligados a esperar su turno en la fila en las mesas de sufragio, como cualquier ciudadano. Es que a la hora de acudir a votar todos los ciudadanos son iguales, con los mismos derechos y obligaciones. Y ahí no valen diputados, senadores o ministros.
Por otro lado, eludir enfrentar los problemas, de hecho, no los soluciona. No hace sino postergarlos; pero, sobre todo, agrandarlos haciendo cada vez más difícil la tarea de encontrar una solución. El viaje del señor Presidente a la ciudad de Cochabamba, en lugar de esperar a los marchistas, no hizo sino aderezar el problema con un poco más de pimienta de resentimiento de quienes caminaron seiscientos kilómetros durante más de dos meses. Un simple saludo de bienvenida a la larga columna de indígenas, hubiera bajado las tensiones, creando un clima más propicio para el diálogo. Pero no, más valió esa dosis de prepotencia; esa, que contagia el Poder.
De ahí, que la costosa compra de conciencias y favores, resultó a esta altura, por decir lo menos, un pésimo gasto; porque, igual los ciudadanos votaron nulo o blanco, en un rechazo a los candidatos del MAS, y ni se acordaron de haber recibido un bono, una computadora o viáticos para la “marcha de los obligados”.
Por lo menos… esa es mi opinión.
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