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Domingo 16 de octubre de 2011

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Cultural El Duende

Desde mi rincón:

Tintin, ¿peligro público?

16 oct 2011

Fuente: LA PATRIA

TAMBOR VARGAS

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Hace pocos días ha sido noticia: un ciudadano congoleño ha denunciado por ‘racismo’ ante los tribunales belgas unos dibujos animados, famosos antes de la II guerra mundial; en concreto, los denunciados aparecieron en 1931; el argumento es que en ellos ‘ninguneaba’ a sus antepasados, presentándolos como necesitados de la protección blanca. Su autor fue Georges Prosper Remi (1907-1983), conocido por el seudónimo de ‘Hergé’.

Pensando un poco, uno se pregunta si un personaje de dibujos animados puede ser ‘racista’; y menos todavía, si lo puede ser un seudónimo. Es decir, que quizás llegáramos a la conclusión de que el acusado no puede ser Tintin (que es el nombre del ‘héroe’ de la serie); tampoco, Hergé; sólo el Sr. Remi. Y vaya por delante que no tengo ningún interés en anticiparme a la decisión del tribunal belga, aunque todo hace temer que el ciudadano congoleño verá satisfecho su deseo, pues parecemos vivir en un mundo de la suprema virtud.

Lo traigo a cuento porque me parece que en dicha denuncia podemos ver un elemento representantivo de algunos de los rasgos chistosos de nuestro tiempo; llamo ‘rasgos chistosos’ a conductas claramente paranoicas; y proporcionalmente peligrosas para la Humanidad.

Lo primero que a uno le viene a la mente es el concepto de ‘anacronismo’: que consiste, entre muchas otras posibilidades, en medir al género humano –desde Adán y Eva hasta ayer a las ocho de la noche– por el rasero de la última declaración onuniana sobre ‘derechos humanos’ y otras hierbas no menos chistosas (por ejemplo, los supuestos ‘derechos’ de la madre tierra o de los animales).

Esta ilusión óptica considera que la ‘idea’ que en Europa han de haber tenido desde siempre sobre la población africana, americana, asiática y oceánica es la que hoy creen que debemos tener quienes se han subido al tren de lo ‘políticamente correcto’. Sólo así cabe entender que un negro africano hoy se sienta ‘agredido’ por determinados dibujos animados de hace exactamente ochenta años de un dibujante belga.

Desde una consideración más filosófica, uno puede plantearse hasta dónde llega y qué conlleva el concepto –por cierto, europeo– de la igualdad metafísica de los miembros de la Humanidad. Materia larga y ancha llegar a precisiones inteligibles y adecuadas para este tipo de debates. Lo que con aquel dogma no puede argüirse es que todos estamos obligados a tener el mejor concepto de cualquier grupo humano y cualquier miembro de cualquier grupo humano que haya podido vivir en cualquier lugar de la tierra y en cualquier momento del tiempo.

Pero yendo más a fondo y acercándonos a lo que anda en juego en la mentada denuncia judicial, estamos ante un espécimen de un tipo de fe ciega, tan dogmática como anti-histórica, según la cual TODOS los hombres, de TODOS los tiempos, de TODOS los lugares del planeta debían ajustar TODOS sus actos a los códigos que actualmente algunos quieren imponer sobre TODA la pobre Humanidad. Sólo así se puede entender que a un negro africano le resulte insoportable lo que un dibujante blanco europeo ha publicado sobre un antepasado suyo (del negro africano); y porque le resulte insoportable, lo ha de poder denunciar; y los tribunales belgas le han de dar la razón; y han de condenar post mortem al dibujante por su presunto delito.

Lo que no parece haberse planteado el negro africano denunciante es qué respondería a un hipotético agraviado europeo que se sintiera agredido por lo que otros antepasados negros africanos dijeron o hicieron contra europeos belgas durante las guerras de independencia congoleña. Y ahora, vayamos alargando los millones de denuncias imaginables según cada una de las hipotéticas perspectivas, hipotéticas experiencias de hipotéticos derechos heridos entre todos los representantes del género humano que han ido poblando sucesivamente el planeta a lo largo de los tiempos.

En la denuncia africana parece haber, además, una confusión: sostiene que las fuentes históricas sólo tienen derecho a subsistir si representan las tesis que en nuestros días gustan a una parte del género humano. He dicho ‘gustan’; esto no significa que a los que les gustan esas ideas, las acaten y ajusten su conducta a lo que aquellas ideas exigirían. Y sin necesidad de salir del Congo africano, las barbaridades que desde 1960 (fecha en que el Congo se independizó de Bélgica) congoleños han cometido y siguen cometiendo contra congoleños, demuestra que la historia es más complicada.

Como se ha podido leer en alguna prensa europea, la obsesión por ‘limpiar’ cuanto ha quedado escrito en la historia humana de cualquier punto de vista, cualquier juicio, cualquier acusación, cualquier desprecio o admiración por cualquier idea, personaje, pueblo, régimen político, sistema socioeconómico, proezas coloniales, matanzas revolucionarias, etc., etc., etc., que no encajara a los deseos, esperanzas y sueños de quienes aspiran a uniformar la Humanidad según su patrón, nos privaría de por lo menos la mitad (siendo generosos) de la literatura universal (dando a ‘literatura’ un alcance holgado).

La literatura, en su larga historia, ha solido aspirar a reflejar la realidad humana; y si aceptamos que ésta presenta miles de claroscuros (de los que Pascal señaló, referido al hombre, no a la literatura, que su verdadera esencia reside en la inseparable unión de lo que constituye su ‘grandeza’ y su ‘miseria’), ya podemos concluir que la literatura no puede prescindir de ninguno de aquellos claroscuros, pues equivaldría a reducir la ‘humanidad’. Escandalizarse de una tira cómica a título de ‘racismo’ equivale a mantener viva la incapacidad de entender al hombre en nombre de alguna doctrina.

Reconozco que el tema ofrece muchos otros carices. Otro día habrá que volver por lo menos a algunos de ellos.

Fuente: LA PATRIA
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