Domingo 16 de octubre de 2011

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El grafiti es anárquico por naturaleza. Sus autores permanecen por principio en el anonimato. En contra de los esfuerzos policiales y a pesar de los llamados morales ediles inmaculados, el grafiti, como hijo de la urbe, sólo terminará con el fin de la ciudad. Ni un minuto antes o después. Grafiti y ciudad están unidos indisolublemente por toda la vida y hasta que la muerte los separe. Aceptado este hecho, vale la pena preguntarse si no sería más razonable tomar y comprender el grafiti como un signo de su tiempo, antes que entregarse al Sísifo trabajo de querer erradicarlo. Porque enojoso y abyecto, el grafiti es un componente innegable del psicograma de nuestras ciudades, en nuestro tiempo.
Omar Saavedra Santis. Escritor chileno.
Fuente: LA PATRIA