La marcha de los indígenas del Tipnis ha llegado a territorio amigo, el territorio de los cocaleros de los Yungas de La Paz, que son los únicos autorizados por las leyes a cultivar la hoja en Bolivia.
Eso es lo que querían los dirigentes de la marcha que comenzó el 15 de agosto: llegar al territorio de los cocaleros legales, rivales de los cocaleros ilegales, los del Chapare, que quieren invadir todos los parques nacionales.
Después de haber sido flagelados por orden muy superior en Yucumo, los indígenas del parque han sido bien recibidos en Caranavi, que es la puerta de ingreso a los Yungas de La Paz. A partir de ese lugar la marcha irá por senderos amigos, hasta llegar a la sede de gobierno.
Para defenderse de esta marcha, el Gobierno ha decidido echar mano a las fuerzas del sector ilegal, como son los cocaleros del Chapare, saqueadores de bosques, contrabandistas que operan en el altiplano, ladrones de mineral y sus propios empleados.
Aquellos que se preguntaban cómo habría de ser la tan mentada guerra civil, tienen otro par de rivales para incorporar en sus cálculos de probabilidades: legales contra ilegales.
En Bolivia conviven, junto con las 36 naciones reconocidas en la Constitución, dos países: el que paga impuestos y el que no los paga. Hay segmentos de las 36 naciones en cada uno de estos dos países.
En Somalia, por ejemplo, donde el Estado ha dejado de existir en 1991, nadie paga impuestos. Allí, los ilegales han ganado la guerra.
Aquí los ilegales están dando batallas. Han hecho avances muy osados en la política, a tal punto que uno de los suyos controla la situación nacional.
El Estado boliviano ha sido reducido a su mínima expresión. Las principales actividades económicas del país son ilegales. Las fortunas que maneja el sector ilegal no tienen parangón en el sector legal.
La existencia del Estado parece sólo un instrumento para atormentar a quienes forman parte del sector legal de la economía y tienen la cada vez más extraña costumbre de pagar impuestos. Los ilegales usan los medios del Estado para combatir a los legales.
Los ilegales dan batallas en todos los frentes. La semana pasada unos trabajadores mineros de ese sector estaban cortando el paso de una carretera principal porque no quieren pagar el IVA. Los dueños de autos importados de contrabando piden que se les rebaje el impuesto de regularización, un impuesto que deben pagar con amplias facilidades gracias al aval del Estado. En cambio, los que compran autos importados legalmente no tienen esa ventaja: deben pagar los impuestos al contado violento.
Es en este escenario que llegan al territorio de los cocaleros legales los indígenas de tierras bajas con propiedad legal sobre un parque nacional. Y reciben la solidaridad y la simpatía de los bolivianos del sector legal.
Esta no es una guerra entre originarios y mezcladitos. Es un enfrentamiento entre los que pagan y los que no pagan impuestos.
El multi-archi-millonario lavado de dinero para la compra de medios y empresas de todo tipo es la transnacional más poderosa. Está en el equipo de los ilegales.
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