El llamado presidente del Estado Plurinacional, Evo Morales, junto a su ministro de Gobierno, Sacha Llorenti, dispusieron una cobarde y brutal, hasta criminal agresión a miles de indígenas agrupados en el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (Tipnis), la tarde del domingo 25 de septiembre pasado, fecha trágica y “septiembre negro” para los bolivianos y vergüenza para el Gobierno que dice llamarse demócrata, respetuoso de los derechos humanos y de la Madre Tierra.
Las imágenes reportadas por diversos medios de comunicación, especialmente televisivos, muestran la crudeza de 500 policías desplazados a la zona de Yucumo para frenar la marcha del Tipnis, que reclama su supervivencia con la conservación de una importante reserva ecológica, armados de escudos, bastones y gases lacrimógenos para destrozar la marcha pacífica recibiendo órdenes del Ministros, Sacha Llorenti, personaje omnímodo que hace gala de su prepotencia, olvidándose que en alguna oportunidad fue defensor de los derechos humanos, hoy convertido en funcionario casi similar a los que formaban la siniestra KGB de la ex Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas que utilizaban la fuerza del poder para reprimir a ciudadanos que reclamaban sus derechos a un gobierno dictatorial, autoritario y manchado por el oprobio y la deshonra, como ocurre en nuestro país.
A pierna suelta, Sacha Llorenti, a través de la prensa expresó haber enviado a policías a la zona de conflicto para evitar enfrentamientos entre indígenas y colonizadores, por no decir cocaleros. Por su parte, el Ministro de Comunicación, Iván Canelas, también en conferencia de prensa, pretendió quitar responsabilidad al Gobierno central, afirmando que la orden de frenar la marcha fue autorizada por una autoridad judicial, como si ésta tuviera el mando directo con la Policía.
Canelas, pese a observar las escenas de la brutal represión policial contra marchistas conformada por hombres, mujeres embarazadas y nuños descalzos, sedientos y hambrientos, afirmó que no hubo violencia y, si hubo, habrá una investigación. Cuánta mentira de Canelas, otrora periodista y ex ejecutivo de le Federación de Trabajadores de la Prensa de Bolivia, quien ejerció aquel importante cargo era defensor de la democracia y abusos de gobiernos autoritarios, junto a mi persona acompañándolo como miembro del Tribuna de Honor de la prensa nacional por tres periodos continuos. Hoy, la actitud de Canelas me avergüenza y deprime al observar el cambio de actitud de 180 grados; claro, comprensible, porque goza del privilegio de pertenecer al poder central que le proporciona buen sueldo, poder que puede terminar en cualquier momento porque no existen males que duren cien años, teniendo en como ejemplo a los gobiernos de la ex Unión Soviética, Yugoslavia, la caída del Muto de Berlín y últimamente, el gobierno de Gadafi en Libia.
No podemos decirle colega al señor Iván Canelas porque los miles de periodistas son poseedores de buen juicio y nuestra formación nos permitió estar siempre al lado de los desposeídos, de los pobres, de indígenas, campesinos, obreros, mineros, fabriles y también de la clase media que luchan por sus derechos y mejores días para ellos y sus familias, luchando contra el poder omnipotente que todo lo puede aunque pisando las espaldas del pueblo o blandiendo el garrote para acallar la voz de los que claman justicia.
El ministro Canelas y los otros deben aprender la lección de la Ministra de Defensa, Cecilia Chacón, quien a pocas horas de la brutal represión a indígenas, envió su carta de renuncia al presidente Morales al no estar de acuerdo con los actos violentos contra familias bolivianas. Con esta decisión, la Ministra demuestra su gran personalidad al no querer contagiarse con un gobierno abusivo que no respeta los derechos humanos. Un día más tarde renunció Llorenti, junto al viceministro, Marcos Farfán, a quien señalaban como responsable del genocidio.
(*) Periodista
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