Nuestro país se caracteriza por el inusitado movimiento que le dan las marchas de diferentes sectores y casi con seguridad las contramarchas oponiéndose a las primeras o proclamando amenazas de variado calibre por causas de un latente descontento frente a las arbitrariedades que se cometen con sello oficial u otras instancias, amparadas en el razonamiento de la fuerza y no del diálogo.
Es tan natural para los bolivianos vivir en un estado permanente de convulsión que las movilizaciones programadas forman parte de la cotidianidad y hasta parecería que se las extraña cuando eventualmente algún día hábil de la semana no hay grupos de gente vociferando en las calles, interrumpiendo la circulación de motorizados y de personas en algún bloqueo de calles y de manera especial en la Plaza Principal.
El asunto de las marchas es tan enraizado especialmente en algunas ciudades del país, que hasta se consignan como parte de una “atracción popular” para que los turistas las disfruten en vivo y directo, observando además la variedad de los protagonistas en una diversidad de la plurinacionalidad que ostentamos por mandato de nuestra Constitución.
Las marchas, sin embargo, tienen en cada caso su motivo de acción, que no es otro que el descontento social que afecta a los sectores de la población por diversas causas entre las que priman la falta de empleo, la poca atención de las autoridades en la solución de problemas comunales, el rechazo a ciertas arbitrariedades de algunos sectores de servicio público, la injusticia reinante en materia de conceder beneficios comunitarios y también hay cuestionamientos a las tareas de los políticos, los que están en ejercicio del poder en cualquier repartición o los otros que desde la oposición reclaman derechos ciudadanos.
En este asunto de las marchas, típicas de nuestro país, las hay también de diversa envergadura, desde las más corrientes que se producen en las calles y las de largo aliento desde aquella histórica “marcha por la vida” que comenzó en Oruro y fue desbaratada en Calamarca, muy cerca de la sede de Gobierno, luego más de una marcha indígena y la última que saliendo del Tipnis llegará de todos modos a La Paz con el apoyo de diversos sectores, pese a que trataron de liquidarla con inusitada violencia policíaca.
En la actualidad hay más de un a marcha “en ruta”, por decirlo de algún modo, en referencia a las que defienden y apoyan a los indígenas del Tipnis, pero no hay que quitarle el ojo a las contramarchas que están realizando con criterio político los seguidores del esquema partidario y la intención de “cruzar” la otra que cada día recibe más apoyo y a la que también confluirán sectores laborales como los mineros, maestros y fabriles, pendientes de la llegada de originarios, hombres, mujeres y niños que cada vez están más cerca de su destino.
De cualquier modo, en cualquier forma y con las variantes que puedan darse en los próximos días, las marchas seguirán siendo parte del acontecer diario, aunque en el presente se espera el arribo de un contingente que marchando desde las tierras bajas llegará a las alturas del territorio nacional para exponer sus puntos de vista en defensa de su tierra, la diversidad de su territorio y reclamando que se cumpla la Constitución vigente. Parecería simple, pero los bolivianos ya hemos visto que de por medio existen otros factores que pueden solucionarse si se deponen caprichos y se anteponen razonables conceptos para cumplir los objetivos de desarrollo nacional.
Fuente: LA PATRIA
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