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Ideas sobre un modelo de desarrollo integral para Bolivia
06 oct 2011
Por: Adhemar Ávalos Ortiz
En Bolivia se ha configurado un desarrollo desigual en todos sus modelos, copiados de afuera -el primario exportador, el de sustitución de exportaciones y el neoliberal-, que ha afectado a la mayoría de la población y beneficiado a grupos elitistas que han vivido del excedente económico de manera parasitaria sin generar un medio de bienestar para la gente que decían gobernar. Por todo ello, los problemas de Bolivia no se resolverán por la vía de implementar modelos de desarrollo ajenos a nuestra realidad. Un modelo de desarrollo para Bolivia debe ser integral, aglutinando dialécticamente los componentes económico, educativo, intelectual, cultural, social y medioambiental en todas sus particularidades e interrelaciones.
La significación ética y humana del desarrollo tendría que ser superior; un proceso dirigido a la satisfacción integral de necesidades, esto es a la realización de las potencialidades individuales y sociales del ente humano. El desarrollo integral es el escenario totalizante construido a partir del respeto a los derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales de las personas, considerando que éstas tienen los mismos derechos, independientemente de sus diferencias de género, rasgos físicos, idioma, cultura y convicciones políticas; con la exigencia de una acción coordinada para reducir la pobreza y encontrar soluciones a los problemas del hambre, la malnutrición y las enfermedades, bajo un concepto de sustentabilidad y respeto al medio ambiente.
El desarrollo económico es muy importante, pero no lo es todo. El Estado debe tener el control absoluto del sector estratégico de la economía, negociando soberanamente los términos de la inversión extranjera en éste y en el sector no estratégico. Los empresarios privados pueden tener un lugar marcado en la generación de producción y consumo y, el Estado asumir su participación en áreas abandonadas por aquellos. Las empresas estatales deben tender al excedente y no ser deficitarias, ya que se requieren recursos para atender los otros componentes del desarrollo. La eficiencia tiene que definir su norte.
Además, se debe tener en cuenta que una educación efectiva, como causa y efecto del desarrollo, debe estar ligada a sus demás políticas de manera integral. De acuerdo al análisis de las necesidades de un país, es posible pensar y planificar las estrategias sobre el desarrollo socioeconómico que se desea impulsar, y de esta manera definir la política educativa que será el sustento de todo el proceso. La educación de la población es una base del desarrollo, pero, si el Estado no garantiza los medios para que las personas con capacidades y habilidades adquiridas puedan exteriorizarlas en la producción a través del fomento de la generación de fuentes de trabajo, sea directamente o a través de la empresa privada, entonces todo el esquema del desarrollo integral está quebrado.
Adicionalmente, mediante un método adecuado de enseñanza-aprendizaje se pueden potenciar las capacidades intelectuales a fin de formular y encarar apropiada y exitosamente un proceso de desarrollo integral, el que tiene que producirse, y reproducirse, conscientemente para tener éxito, en beneficio de toda la sociedad de manera armónica y equilibrada.
Por otra parte, en los últimos tiempos la cultura ha comenzado a redefinir paulatinamente su papel frente a la economía y al desarrollo. Poco se duda ya acerca de su importancia como inductora de desarrollo y cohesión social, de su relevante papel ante la cuestión de la diversidad cultural, la integración de comunidades minoritarias, los procesos de igualdad de género y la problemática de las comunidades urbanas y rurales marginadas. La diversidad cultural crea un mundo rico y variado que acrecienta la gama de posibilidades y nutre las capacidades y los valores humanos y que por tanto constituye uno de los principales motores del desarrollo sostenible de las comunidades, los pueblos y las naciones.
Y, es inconcebible el desarrollo sin el respeto a la Naturaleza, pero no para adorarla como si fuera un Dios, sino para vivir en comunión con ella, utilizando sí sus recursos, pero respetando su integralidad. Se deben explotar recursos naturales, incluso en áreas protegidas, pero siempre asumiendo medidas que preserven el bosque y su riqueza vegetal y animal en todas sus variables, por lo menos en su esencia fundamental. Se sabe que el bosque se puede regenerar con el paso del tiempo, pero es un proceso lento y difícil y el ser humano boliviano, dentro de lo que le toca, no debe continuar con el proceso criminal de destrucción de su entorno.
Finalmente, un modelo de desarrollo integral requiere de un necesario consenso político en la sociedad toda para que se debata, se discuta y se alcancen acuerdos estratégicos que posibiliten el desarrollo totalizante del país a corto, mediano y largo plazo.
(*) Politólogo
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